CAPITULO 8

709 88 12
                                    

El rubio colocó la munición en su arma y continúo caminando a lentos pasos subiendo las escaleras en aquel edificio, el tipo al que perseguía podía verlo subiendo a pasos rápidos en un afán de escapar de él. Sus dos guardaespaldas ya fueron abatidos antes de que ingresen en ese edificio de mala muerte donde aquel hombre solía encontrarse con su amante. Vio al sujeto ingresar en el tercer piso y apresuró sus pasos, resultaría más difícil acabar con él si llegaba a ingresar en alguna habitación.

Sigiloso abrió la puerta y recibió un disparo que impacto a la pared lo cual hizo que retrocediera. Naruto dejó que una sonrisa apareciera en su rostro, su presa no tenía ninguna oportunidad contra él. Su corazón bombeaba con rapidez, algo que seguía pasando aún después de su primer asesinato.

Naruto sabía que ese escape de balas sólo quería conseguir demorarlo, su enemigo había perdido desde el momento en que venció a sus guardaespaldas, se asomó en el pasillo y disparo tres veces en el cuerpo de aquella persona; a lentos pasos y estando a pocos centímetros de su víctima se cercioro de que este muerto. Sangre vertía de su cabeza y aquella camisa celeste pronto se manchaba de sangre.

Acelero sus pasos al ver a los curiosos asomar la cabeza desde las habitaciones, su rostro está cubierto por una máscara que lo cubre desde la nariz y la gorra que lleva no deja apreciar sus cabellos rubios. Para cuándo se encuentra en la salida del edificio aquel auto que reconoce con rapidez ya lo está esperando; ocupa el asiento de copiloto.

— El cinturón —El rubio no puede evitar la sorpresa al ver a Itachi y aquellos ojos negros mirarle. Los jefes por lo general solo hacen misiones para demostrar su fuerza cuando existen dudas sobre ellos en la mesa. Por el peligro de las misiones es mejor que ellos se abstengan de las salidas y su papel en la familia se reduce a lo que representan: ser líderes.

— No deberías salir sin escoltas —menciona después de obedecerlo. Se quita la gorra y baja la máscara que cubre su rostro, más por comodidad, ya que por los vidrios polarizados no pueden verlo.

— Estas aquí, ahora. Supongo que será suficiente contigo.

Naruto sonrió de medio lado satisfecho por aquella respuesta.

— Si estas consciente de lo que valgo ¿Por qué me has dato esta misión de baja categoría?

— No deberías subestimar ninguna misión, Naruto —El rubio se quitó los guantes negros y los coloco en una bolsa de plástico. El auto se detuvo frente al semáforo, y algunas patrullas con la sirena activada pasaron a toda velocidad por el carril contrario—. El psiquiatra de tu hermana se contactó conmigo.

Naruto fijo su vista en la ventana, el auto se puso en marcha nuevamente y unas cuantas patrullas más siguen a las primeras.

— ¿Qué te ha dicho?

— Quiere que asistas a una consulta —El rubio sintió un escalofrío que recorrió sus pies y terminó por situarse en su abdomen. Naruto continuo con la vista fija en el exterior, Itachi apenas llevaba algunos meses en el puesto, quizás no estaba al tanto de cómo eran las cosas con el psiquiatra, podía mentirle acerca de alguna perturbación que tuvo durante su infancia. ¡Que todos son malditos asesinos¡ ¡Todos deben estar perturbados mentalmente! Y debía repetirse eso a diario hasta que se convierta en el verdadero motivo por el cual el psiquiatra quería verlo.

— Y has venido a esta estúpida misión por esa tontería.

Hubo un largo silencio, entonces el rubio comprendió que Itachi sabía algo más.

— El psiquiatra me ha contado todo lo que Mebuki estuvo ocultando.

Los dedos temblorosos de Naruto se situaron en el arma, ¡Yamato! A ese maldito doctor es a quien debía asesinar. O quizás a Itachi, si le daba un tiro en la cien, quien asumiría el liderazgo no sería otro que el rubio. Sin embargo, encubrir el asesinato de Itachi no sería fácil, tal vez sí. Aun así, se permitió preguntar.

SalvajesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora