CAPITULO 4: CONFRONTAMIENTO

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La tensión se sentía en el ambiente, finalmente ella rompió el silencio, indignada y llena de ira. Ese puesto le pertenecía por derecho y se lo estaban arrebatando como si ella no representara nada. Ella era la única capaz que devolverle a la organización el poder del que antes gozaban, o al menos eso es lo que creía.

— Creo que estar en la fase terminal de tu enfermedad no te está haciendo pensar bien claridad, Fugaku.

— Por favor, Sakura. —exclamo la rubia—. Respeta a nuestro padre.

El pelinegro la observo fijo, ni siquiera el sexo masculino de los herederos estaba reclamando el derecho, ni los más antiguos, como era el caso del hombre que tenía cubierto la mitad del rostro con una máscara, Kakashi, o el que sostenía un cigarrillo Azuma, o la mujer sentada junto a él con una enorme barriga que indicaba gestación, y el hombre parado en una esquina de la habitación con sus manos vendadas, Guy.

— ¿Por qué crees que él es el correcto, Fugaku? —interrogó Azuma.

— Lo investigue antes de traerlo, estuvo trabajando un tiempo para la organización Akatsuki, ahora su cabeza tiene precio al igual que la nuestra.

Itachi observo de reojo a su padre, que iluso fue al creer que la estúpida idea de robarle dinero y escapar como si nada fuera tan fácil. Ahora como si nada él revelaba las verdaderas razones por la que terminó metido en su casa, sin saber que en realidad era boca de lobos.

— Vamos a votar —mascullo el jefe actual de la familia— Si es que no lo aceptan como líder, después de mi muerte el próximo jefe será considerado por votación.

La mano de la pelirrosa golpeó con fuerza la mesa llamando la atención de todos.

— Sakura —la voz del rubio capto su mirada—. Compórtate. —Ella se dejó caer en el asiento.

— Los que estén a favor de que mi hijo sea el nuevo líder de la organización, levanten la mano.

***

Ambos estaban sentados cerca de la orilla del río, escuchando el sonido del agua chocando con las rocas.

— ¿Entonces ganaste? —interrogó el menor de los Uchiha.

— Tengo el apoyo de los jefes antiguos, pero ninguno de los herederos me dio su voto. Las dos siguen órdenes de Naruto.

— Supongo que no tenemos opción, de alguna forma te involucraste con esa organización para enviarnos dinero. Sirvió para pagar esas clínicas caras de rehabilitación de las que al final siempre conseguía escapar.

— Descubrí hace poco que Fugaku le transfería dinero a una cuenta. Ella jamás toco el dinero.

— ¿Y de qué lado se supone que estamos nosotros?

— Ahora somos los buenos. Este es el lado correcto, Sasuke.

El pelinegro menor lanza una roca que rebota en el río un par de veces, y desearía ser como su hermano, aferrarse a la vida como lo está haciendo, una forma de encarar a quienes le pusieron precio a su cabeza, sin embargo, mientras sus dedos se envuelven en el lodo, él quiere una cosa distinta. Enterrar ese imperio que al parecer su padre ama tanto.

***

Sus puños golpean uno tras otro en la bolsa de boxeo, el sudor discurriendo por su frente, sus nudillos enrojecidos y entumecidos del dolor. Escucha pasos y a pesar de eso no se detiene. Las peleas callejeras le dieron de comer los días que su madre robaba todo el dinero de la semana para irse a comprar sus drogas.

Ella se detiene junto a él y decide que es suficiente. Aquel perfume inundando sus fosas nasales lo perturban. Huele a rosas.

— Sé que odias a tu padre.

Ella es como una serpiente venenosa, aun así, no se quejaría si quisiera incrustar sus dientes en su piel.

— ¿Qué quieres, Sakura?

Vistiendo un top y un short bastante pequeño se veía demasiado apetitosa, le atraía era una verdad que no era capaz de negar, aun así, si podía disimular.

— ¿Dónde van a designarte?

— ¿Qué te hace pensar que quiero un puesto?

Él la persiguió con la mirada, cuando ella se recostó en la máquina de los abdominales.

— Tener un puesto en la mesa te da poder y supongo que quieres apoyar a tu hermano, o quizás salvarlo. Todas las decisiones importantes de nuestra organización se toman en aquella mesa.

Sasuke agarro la toalla y limpio el sudor en su cuello. Itachi le dijo que era libre de optar por cualquiera decisión, pertenecer de manera formal a la organización, o solo vivir bajo su protección eligiendo la vida que deseara. ¿Por qué no darle un lugar en la mesa?

— Te conviene que no esté en aquella mesa, Sakura —Él dice saliendo del gimnasio.

En el pasillo escucha la voz aguda de aquella rubia, y los gritos enfurecidos de él. Acercándose al pasamanos los ve, él la mantiene arrinconada con su cuerpo en la pared.

"Es un enfermo", piensa sin deseos de intervenir.

***

Ino bajo aterrorizada del auto después de lo que él la hizo pasar, la había ido a buscar a casa de Hinata, sacándola a jalones de aquel lugar, a la vista de todos los presentes, agradecía que los padres de Hinata no estuvieran presentes; y en su casa donde debía sentirse protegida no encontraba nada que la hiciera sentir de esa forma. Fugaku vivía tan inmiscuido en los problemas de la organización que incluso pocas veces se lo veía en la mansión y desde la muerte de Mebuki no había nadie que controlará a su hermano.

Aquellos dedos se clavaron en sus delgados brazos y su espalda terminó siendo golpeada en la pared.

—Me estas lastimando.

—Tú me lastimas a mi —Él grito sorprendiéndola.

—No, yo no —Ella tartamudea y siente esos brazos fuertes rodear su cuerpo.

— No me dejes, por favor no me dejes.

Ella termina correspondiendo a sus brazos, abrazando sus cabellos como si fuera un niño al que intenta calmar.

— No voy a dejarte. No lo haré.

Sus manos tiemblan, por que aquel abrazo la asfixia y teme que quizás realmente jamás pueda alejarse de él



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