CAPITULO 1: HERMANOS

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Frente a aquel cadáver cubierto con las sábanas sus manos están temblando, se dirige hacia la camilla y jala tan solo un poco para descubrir el rostro de su madre. Enseguida se detiene y sin hacer ninguna expresión gruesas gotas de lágrimas se deslizan por sus mejillas.

Ella se suicidó, se lanzó del segundo piso del hospital después de ingresar por una sobredosis, y sentado en la sala de espera de la morgue la policía le hizo unas cuantas preguntas.

— ¿Tienes más familia?

— Mi hermano mayor está viajando desde Tokio, llega mañana.

— ¿Conoces al hombre que vino a ver a tu madre en la mañana?

La pregunta consigue que desaparezca un poco el letargo que siente por el repentino fallecimiento de su madre. Su cabeza piensa con prontitud y no tiene idea de quién pudo haber ido a visitarla en el transcurso que él se transportaba del instituto al hospital.

— No tengo idea —responde volviendo al adormecimiento mental—. Quizás alguien que le vendía drogas. —dice con cierto resentimiento, ya que esa mujer decidió abandonarlos a su suerte. "Egoísta" piensa con ira y dolor.

— Es todo muchacho. Ve a descansar.

En esa casa llena de polvo y olor a las sustancias de su madre da pasos lentos hasta llegar a su habitación, una cama pequeña, un armario con la puerta abierta y camisas del instituto descansando en sus armadores, él se deja caer en la cama y cierra sus párpados.

Esta en el último año del instituto, su hermano, Itachi, se marchó hace cinco años a Tokyo después de conseguir una beca para la universidad. Hablaba poco con él, y casi todo el dinero que él enviaba su madre se lo gastaba en drogas. Lo había llamado desde la morgue y con voz impávida había respondido que tomaría el primer vuelo con destino a Japón.

Cubrió con su antebrazo sus ojos, y más gotas de agua salada vertieron pese a que poco a poco esa relación de madre e hijo se había desdibujado y los últimos meses le parecía más una desconocida, ella era la única persona que no lo había abandonado, hasta ese día.

***

Ambos estaban en silencio sentados en aquel sillón, observando fijo la orden de desalojo por la hipoteca de su madre y la carta con amenazas de muerte por otras deudas que descansaba sobre la mesita de noche.

— Me mudare de ciudad ellos no me encontrarán. Supongo que tú puedes regresar a Tokio a seguir con estudios.

Su hermano mayor, que parecía seguir siendo el mismo que antes de marcharse, inhalo profundo llegándolo a sorprender.

— Perdí la beca en mi primer año. Me he dedicado a trabajar todos estos años para enviarles dinero. No tengo un lugar al cual regresar, Sasuke. No les dije la verdad porque no quería que supieran de mi fracaso, pero realmente nada de eso importa, ahora, Sasuke.

— ¿Qué hacemos, Itachi?

— Fugaku nuestro padre es millonario. Ha intentado comunicarse conmigo muchas veces.

Sasuke se levantó del sillón, creyendo que eso era lo más estúpido que su hermano había dicho desde que lo fue a recibir en el aeropuerto.

— Él nos abandonó. Es un maldito borracho.

— Lo sé. Pero necesitamos dinero.

— ¿En qué piensas?

— Nos ganaremos su confianza y robaremos el dinero suficiente para irnos a otro país.

— ¿Te estás escuchando, Itachi?

— ¿Y tú, Sasuke, me estás escuchando?

***

Ambos seguían a la secretaria por los pasillos de aquel edificio, Sasuke más fuera de lugar que su hermano mayor quién incluso llevaba un terno que de no ser por algunas manchas blancas en las mangas se vería bastante elegante. A diferencia de él, el menor vestía unos jeans y una camiseta manga larga color plomo.

Aquella puerta se abrió y por un momento ambos fueron deslumbrados por el lugar, las paredes de vidrio que permitían observar la cantidad de edificios a los alrededores, el pequeño salón con sofás antes de llegar al escritorio, el lugar donde se encontraba sentado en un gran sillón negro aquel hombre con algunos rasgos similares a los suyos observarlos fijo.

— Sé que ha pasado mucho tiempo, pero estoy feliz de verlos.

Sasuke sentía sus entrañas dar vueltas, su estómago ardiendo, quizás debió obedecer a su hermano y desayunar, aunque sea un poco. La última vez que vio a ese hombre tenía diez años, un alcohólico que solía llegar a golpearlos. Y uno de los mejores recuerdos de su vida, es el día en que lo vio marcharse diciendo que nunca regresaría. Sin embargo, ahora ese hombre parecía otro, vestido pulcramente, peinado y con aquel olor a ambientador llenando la oficina. Solo quería marcharse, o gritarle, gritarle que era un borracho de mierda y que jodio sus vidas estaría bien. Su hermano quien debería estar hablando seguía en silencio, y es que ambos eran muy orgullosos como para aceptar que necesitaban ayuda.

— Lamento lo que paso con su madre. Son bienvenidos en mi casa. Ustedes son mi sangre.

— Lo pensaremos —murmura Itachi, sorprendiendo a Sasuke, y cuando lo observa mira el enojo y sus dedos moviéndose como si quisiera formar un puño. Le duele al igual que él.

— Aceptamos tu oferta, Fugaku —Dice, Sasuke, consciente de lo mucho que ha sufrido su hermano, y que posiblemente estén a días de lograr su cometido. Aprovecharse de aquel hombre que hizo de sus vidas un infierno y después marcharse y disfrutar de aquel dinero.

— Mi secretaria les dará un chófer para que muden sus cosas —ambos chicos no responden—. Si prefieren puedo darles las llaves de un auto.

—Optamos por eso —dice el mayor—. Nos vemos después, Fugaku.

Para ellos ese hombre se veía como un desconocido, no era el hombre que bebía y los golpeaba, aun así, ellos seguían viendo al monstruo del pasado. Salieron de aquella oficina y enseguida recibieron indicaciones de la misma mujer que los llevo a la agencia ordenando que la siguieran.

Sasuke pensó que sería buena idea vender el auto, huir con ese dinero y si bien no les alcanzaría para ir a otro país, si para mudarse a alguna ciudad próxima. De repente sus ojos se centraron en aquella joven de cabello rosa, el cabello pronto dejo de ser su principal atracción y recorrieron su cuerpo, aquella abertura en medio de sus pequeños pechos, la cintura angosta y sus largas y torneadas piernas, cuando paso junto a él, por un momento vio que aquellos ojos verdes claro hicieron contacto con los de su hermano. Y aquel rubio que la acompañaba coloco su brazo encima de su hombro en un gesto de vil posesión. Volvió la vista al frente después de ver aquel trasero redondo, nada exuberante, pero sí que llamaba la atención, y vio a su hermano, pálido y con una expresión que parecía aterrorizada. Si, Itachi Uchiha, estaba asustado.


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