Badminton House amaneció bañada por el sol. Hacía un día espléndido, de esos que invitaban a tumbarte a la intemperie y dejar que la vitamina D entrara por cada poro de tu cuerpo. Por eso Sophia y yo habíamos cogido a Kristen y nos la habíamos llevado a uno de los claros de la arboleda que había detrás de la casa. Mi hermana seguía convaleciente, pero ya era completamente capaz de valerse por sí misma.
La cocinera de la casa había preparado una cesta con comida fría para poder hacer un picnic. Nosotras habíamos puestos unas mantas finas sobre la hierba y nos habíamos dispuesto sobre ellas, mientras Sophia se dedicaba a darnos cosas que poder llevarnos a la boca. Todo era perfecto, aunque a nuestro alrededor había un perímetro de seguridad delimitado por nuestros escoltas, con West a la cabeza de todos.
—¿Por qué tu escolta no deja de mirarte con el ceño fruncido? —quiso saber Kristen, echándole un vistazo a West.
—No termino de congeniar con él —mentí.
El motivo por el que West me miraba así era bien distinto. Habíamos tenido una especie de discusión silenciosa el día anterior, justo antes de coger mi helicóptero para volar a la casa de campo de mi familia. Ese día había cancelado mis citas para quedarme trabajando en la tranquilidad de mi casa, pues iba con retraso en el desarrollo de un nuevo software, cuando Zach había llamado a la puerta.
—Me han dicho que estarías en casa —dijo en cuanto abrí la puerta—. ¿Estás bien? Iba a ir a buscarte para invitarte a comer y celebrar mi nuevo logro.
Había entrado en mi casa sin mucha ceremonia, sacando de detrás de su espalda una botella de champán francés. Al principio no me había gustado la idea de perder tiempo, pero Zach estaba receptivo y contento, y cuando tenía esa actitud era un verdadero encanto.
Al final, entre copa y copa de champán, y entre bocado y bocado de pasta fresca casera, habíamos terminado besándonos en el sofá de la sala de estar principal. Él había insistido en un beso lento, pausado, mientras que yo rezaba para que me devorase de una buena vez. Sin embargo, y para mi desgracia, habíamos terminado haciendo el amor pausadamente, sin sabor. Zach no era un mal amante, y estaba segura de que satisfaría a más de una, pero yo no era capaz de disfrutar de él. Yo necesitaba ardor, pasión, algo de brusquedad...
Sorprendentemente, había terminado llegando al orgasmo, pero no gracias a Zach. El que había copado todos mis pensamientos, mientras él se movía dentro de mí, no había sido otro que West. Había rememorado cada una de las sensaciones que él había provocado en mí, su rostro cada vez que se clavaba en mí y los sonidos que escapaban de sus labios cuando yo le acariciaba.
—¡Mel! —me llamó Sophia, sacándome de mi ensoñación.
—Perdona... Estaba pensando en cosas de trabajo —volví a mentir—. ¿Qué pasa?
—Te preguntaba por tu reunión con la joven Andersen —dijo, enarcando una ceja con escepticismo—. Dijiste que te ibas a reunir con ella.
—Esa chica es muy eficiente —aseguré—. Se nota que viene de una familia importante, por la educación que tiene. ¡Y he conocido a mi pupila! Una adolescente muy agradable, tremendamente inteligente.
—Mamá dice que viene de una familia muy rica —comentó Kristen, bebiendo un poco de limonada.
—Cierto —asentí—. No son aristócratas, pero poco les falta.
La familia de Trinity era muy reconocida en los círculos sociales de todo el mundo. Incluso Pauline lo había mencionado en nuestra reunión. Lo único que no tenían era un título nobiliario, aunque tampoco les hacía falta.
Al final de la mañana, el sol se hizo demasiado fuerte para mi piel clara y me despedí de mis hermanas. Ellas toleraban mejor esas horas donde el astro rey no daba tregua, pero yo siempre terminaba con la piel enrojecida. West, al ver que me despedía de Kristen y Sophia, se puso en marcha y fue hasta el carrito de golf con el que habíamos llegado hasta el claro. Observé cómo se colocaba tras el volante, mientras yo iba justo detrás de él, y mi mente voló al momento en el que había ido a recogerme para ir al helipuerto. En esa ocasión, íbamos a disponer de un solo vehículo.
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La sombra de la marquesa
RomanceLos tiempos están cambiando en la sociedad británica, y si no que me lo digan a mí. Me acaban de conceder el título de marquesa de Worcester y proclamar heredera de mi padre, el duque de Beaufort. Todo esto sería algo normal en el siglo XXI, si no f...