Había transcurrido una semana desde el accidente, y desde que me había quedado dormida entre los brazos de West. Al día siguiente todo había sido raro, pero no en un mal sentido. Se había mostrado amable, aunque la efusividad de la noche se había ido con la llegada del alba. Desde entonces, habíamos mantenido una relación un poco diferente, y es que dormía con él todas las noches. Yo, en vista del evento que iba a tener lugar en el Palacio de Buckingham, había decidido permanecer en la casa de campo y trabajar desde la distancia. Allí, por las tardes, recibía la visita de Zach y juntos caminábamos por el amplio jardín.
West había vuelto al trabajo por pura cabezonería, pues no quería dejarme sola más de lo necesario. Sabía que se mantenía en contacto con Pauline y la familia Andersen, pero no se atrevía a darme datos concretos sobre la investigación que estaban llevando juntos. Era obvio que era algo grande, ya que desde hacía un par de días había aumentado su marcaje en mí.
—¿Estáis listas, niñas?
Mi madre nos llamó desde la parte baja de la escalera, como solía hacer cuando éramos pequeñas. Ese día teníamos que ir la residencia de la reina para una fiesta en el jardín y no tenía nada de ganas y ánimo para ello. Pero, ¿quién se niega ante la reina?
—Ese color te queda maravillosamente bien, Mel —dijo mi madre al verme.
Había escogido un vestido en un tono azul real que resaltaba mis ojos, y cuya silueta se amoldaba discretamente en mis curvas. El pelo lo llevaba recogido en un moño bajo que me permitía llevar un tocado del mismo color que mi atuendo.
—Esa rejilla en el tocado es un acierto —continuó la duquesa, haciendo referencia a un tejido que cubría la mitad de mi rostro.
—Gracias, mamá —repliqué, comprobando que llevaba en el bolso todo lo necesario para retocarme durante el día.
No era mi cosa favorita en el mundo para hacer un fin de semana, pero me había comprometido a ello. Mis hermanas también iban al evento, por lo que cuando bajaron por las escaleras y me flanquearon, estuvimos listos para partir.
Kristen, que ya estaba más que recuperada, había elegido un vestido de falda vaporosa en un tono crema muy favorecedor que le quedaba estupendamente. Sophia había elegido un vestido de corte más clásico, con unos preciosos zapatos de diseño que iban a juego con su tocado. Las tres estábamos listas para ir hacia el palacio, que quedaba a poco más de dos horas de donde estábamos. Íbamos a ir en helicóptero, pues se reducía considerablemente el tiempo de viaje.
—Estáis maravillosas —dijo mi madre, enlazando su brazo al de mi padre.
—Preciosas, como siempre —corroboró papá—. Queridas, será mejor que vayamos saliendo. Nos están esperando.
Íbamos a utilizar dos helicópteros. En el primero irían mis padres, y en el otro mis hermanas y yo, aunque era algo que iba en contra de las normas de seguridad. Sabía que West también ocuparía su lugar dentro del aparato, aunque no sabía si como piloto o como copiloto.
Unos coches nos llevaron hasta el helipuerto, pues íbamos demasiado vestidos para ir con los carritos de golf. De hecho, para evitar estropear nuestro aspecto, nos meteríamos y saldríamos del helicóptero siempre que las aspas estuvieses quietas. Ni siquiera íbamos a llevar los auriculares normales, sino que los sustituiríamos con unos discretos protectores auditivos.
Primero despegaron mis padres, y West se hizo cargo de nosotras. En Londres nos estarían esperando varios escoltas, todos dirigidos por West y Pauline. Íbamos a aterrizar en el sitio que yo solía utilizar para volar hasta Badminton House, y de allí iríamos directamente al palacio.
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La sombra de la marquesa
RomanceLos tiempos están cambiando en la sociedad británica, y si no que me lo digan a mí. Me acaban de conceder el título de marquesa de Worcester y proclamar heredera de mi padre, el duque de Beaufort. Todo esto sería algo normal en el siglo XXI, si no f...