Viajes físicos y espirituales (8)

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Aquella vez habían terminado de hacerlo hacía muy poco rato y estaban intentando recordar aquella lejana vez en la cual se habían conocido, donde posteriormente ella quedaría más impresionada definitivamente por su pintura más que por sus cualidades musicales.

Rob Irwin insistía ante la idea de que por ningún motivo había tenido sexo en la primera cita.

¿Cómo que no hubo?

—Preguntó su novia.

— No hubo pues, y eso lo recuerdo perfectamente. Me trajiste a tu departamento y yo vine igual porque me gustabas demasiado, incluso sabiendo que estabas con el periodo. Mi intención no era para nada tener sexo esa vez.

— ¿Y eso que te hice mientras veíamos tele en el sofá acaso no cuenta?

— Como olvidarlo. Dijiste que estabas de acuerdo en no tener sexo en la primera cita porque estabas con la regla. Lamentablemente no contaba con eso. Creo que ahí me terminé de enamorar de ti.

— Creo que yo también. Como que me di cuenta de que iba a necesitar hacer eso por lo menos para saber si podías ser mi pareja, porque tú me insististe todo el tiempo con esa cuestión de que no ibas a tener sexo conmigo en la primera cita. Desconfié harto de tú postura y fíjate que me costó harto creerte también, porque hace mucho tiempo que ya estamos en otros tiempos, valga la redundancia. Te encontré demasiado delgado y no te tenía mucha fe y para mi en ese tiempo el tamaño era fundamental. Por suerte quedé conforme contigo. Creo que te conté la historia con mi ex y lo mal que quedé por culpa de eso. Por eso mismo no me gusta que me hagas sexo oral tampoco y por eso era tan adicta a hacértelo en ese tiempo.

— ¿Y solo por eso estabas dispuesta a romper mi postura de no tener sexo en la primera cita? ¿Por una cuestión de tamaño? Da para desconfiar de eso, pensándolo bien ¿O sea que si viene un tipo y te envía una foto por internet con tres centímetros más te vas con él? 

Yo no dije eso. No seas ridículo.


Durante aquella especie de sueño Rob Irwin recordaba el momento exacto en el cual se había transformado en un alcohólico sin remedio.

— Se supone que ya éramos novios. Si mal no recuerdo llevábamos como seis meses con nuestro noviazgo virtual.

Ella se rio y le tomó su cosa, tras apartarse de él lo suficiente como para que pudiese ver parte de sus senos por sobre las suaves sábanas casi trasparentes. 

— Por suerte la regla me duró solo hasta el día siguiente. ¿Te acuerdas de la primera vez que lo hicimos?

— Si me acuerdo. Fuiste a ver mi show a la tele al día siguiente y yo no me fijé que estabas en el público. Si no es por el recado que le dejaste al guardia todavía te estoy buscando.

— Estuve dos horas esperándote afuera, muerta de frío. Tenías el celular apagado. Pensé que por lo que había pasado en el sofá ya no ibas a querer saber nada más de mí y pensé que había que correr ese riesgo de verte sin avisarte. Me costó harto darme cuenta de que a mi manera te había pasado a llevar.

— Y fuimos a mi casa esa segunda cita. Los del programa nos habían invitado a comer pero no quise porque preferí estar solo contigo. Siempre pensé que lo de la regla era una trampa.

— Nunca me creíste que era verdad. La regla se me había ido y solo quería que lo supieras en el momento. Solo me preocupé de comprar preservativos.

— Y yo te encontré exquisita esa vez con ese vestido azul. No hallaba la hora de llegar a mi casa después de ir a cenar.

— Yo también quería llegar luego a tu casa. La botella de chauteaux que nos bebimos me puso enferma de caliente. 

Hacía frío también.


— Pero íbamos abrazaditos en el taxi.

— Y tu me dejaste que te tocara por debajo del vestido. Ahí en realidad me di cuenta de que no estabas con la regla.

— Y tú te desabrochaste el cinturón para que metiera mi mano adentro.

— Lo hicimos en el mismísimo sofá en cuanto llegamos a la casa. Ni siquiera nos desvestimos.

— Ni siquiera tuvimos la decencia de pasar al baño e irnos a la cama.

Tras él tomarla de la cintura, ella se dio vuelta y lo besó. A Rob Irwin se le puso dura nuevamente y la montó fluida y rápidamente con ayuda de ella, sin más preámbulos ni ceremonia. Se siguieron besando largo rato, mientras el entraba y salía a un ritmo bastante moderado y decreciente, con las piernas de ella sobre las de él, acostados de lado. De vez en cuando Rob Irwin tomaba sus senos con ambas manos y jugaba con ellos, sin interrumpir su cometido mientras ella hacía lo propio con su clítoris. Tras un lento rato sin interrumpirse aquella monotonía, ella decidió tomar el control de las acciones y el asunto se volvió más frenético, puesto que comenzó a proferir fluidos sonidos de placer al mismo tiempo que se movía con mucha más fuerza y el rockero agradeció bastante cuando al fin sintió esa auténtica vibra de que su novia efectivamente había acabado. Pensó que tal vez eso de recordar el pasado les había hecho bien a ambos y que tal vez no había estado tan mal.

— Termina mi amor— Le dijo ella, con la frente y las axilas absolutamente sudadas.

Más deprimido que nunca en su vida, decidió concentrarse al máximo tras pedirle que se diera vuelta. La embestía sin velocidad pero con algo de fuerza, agarrándole firmemente los senos y tras un buen rato bregando logró conseguir tan anhelado fin, dándose el lujo de casi ni moverse.

Terminó mojado y cansado y se echó a un lado, con el fin de despabilar un par de minutos antes de darle las buenas noches a su novia, quien se levantó inmediatamente para ir al baño. El cerró los ojos y ella, tras regresar a la cama, guardó cierta distancia y acomodó un brazo lo suficiente como para alcanzar la frondosa cabellera de su novio, quien aun pensaba en lo del trap, tomando en cuenta que en ese entonces la música le daba mucho más dinero que las pinturas. 

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Jessica Córdoba estaba reunida con María José Juárez y Lana Ramsey.

— Javier no contesta —Decía Lana— ¿Qué es lo que vamos a hacer?

— Nunca pensé en irme sin puntos de la academia pero creo que a estas alturas no hay nada más que hacer —Dijo María José—. Creo que deberíamos rendirnos.

— Tú deberías intentar llamarlo —Dijo Lana Ramsey, mirando a Jessica Córdoba—. Tal vez a tí te responda.

Debido a su viaje a Ibiza en donde había tenido la gran oportunidad de su vida de ganar dinero como dama de compañía, Jessica Córdoba estaba prácticamente alejada de la literatura.  Su regreso a Castlebar tenía que ver con el hecho de no fallarle a su equipo más que nada, puesto que no toleraba la deslealtad bajo ningún punto de vista.

— A mí tampoco me responde —Mintió Jessica, tomando en cuenta que no quería hablar con Javier Busquets por ningún motivo.

Lana Ramsey seguía allí, más que angustiada. Todo indicaba que María José Juárez la acompañaba en aquel sentimiento y la incertidumbre la tenía tan deprimida que se consideró incapaz de recriminarle algo a su otra compañera por lo que consideraba una enorme falta de compromiso.

Publicidad Engañosa (Capítulos finales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora