Viajes físicos y espirituales (12)

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Una vez que Hakan Mastourí logró ubicarse en el mapa no le fue muy complicado llegar hasta el lugar.

Era una casa muy ampliada, donde vivía muchísima gente. La píldora azul no le había hecho absolutamente nada. Hakan Mastourí abrió la botella de vodka y le pegó un trago, y mientras iba pensando donde iba a pasar la noche comenzó a extrañar a su ex novia por primera vez desde que le arrojó el zapato por la escalera tras haberle comunicado que iba a tener la obligación de irse a Argelia por un tiempo.
           
Su ex novia, su madre, su hijo. Hakan Mastourí se preguntó que había hecho para merecer tanta indiferencia y abandono.
           
Había un anciano de pie en la puerta. Tras ver a Hakan Mastourí con la guitarra sonrió.
           
— Usted debe ser…
           
— ¿Quien soy yo supuestamente? — Preguntó Hakan Mastourí, más que paranoico.

El anciano sonrió.
           
— ¿Usted es el francesito, verdad?
           
— Si— Respondió Hakan Mastourí.
           
— Pase, pase. Piso 4, habitación 403.
           
— Muchas gracias.
           
— Páselo bien.
           
Hakan Mastourí se preguntó por qué el anciano le habrá dicho eso.
           
O sea era terrible. Una vez que Hakan Mastourí ingresó consideró una real hipótesis de por qué había tanta gente en las calles en tiempos de revuelta porque aquel aire del edificio era irrespirable. Las paredes húmedas y manchadas de musgo eran algo absolutamente deprimente y gracias a una habitación que tenía la puerta abierta Hakan Mastourí pudo apreciar las reales consecuencias de aquella extrema pobreza, que albergaba un nivel de hacinamiento impresionante, con hasta tres o cuatro colchones en el suelo, con seis o siete personas mirándolo con unos ojos más  que resentidos por culpa de sentirse observados. La suciedad de su pieza en Marsella con su ex novia era una mierda al lado de eso. Hakan Mastourí se consideraba una persona pobre pero todo aquello que veía era otro nivel.
             
Suerte tuvo de tener la capacidad de subir rápidamente las escaleras y pensando en eso golpeó la puerta.
          
— ¿Si? —Oyó Hakan Mastourí que preguntó una voz femenina, algo familiar.
          
— Me mandaron hasta acá —Respondió Hakan.
           
— ¿Quien te mandó?
          
— No lo sé.
          
— La verdad es que yo pedí que te trajeran.
          
Se abrió la puerta y aquella chica se presentó como Aicha.

Vestía jeans y una polera escotadísima, así como las chicas de otros países occidentales. Al parecer no llevaba sostén y tal como le había dicho su ex novia alguna vez, era imposible que el no se quedase pegado mirando cualquier clase de redondeces. Lo hizo ingresar rápidamente.
          
— Hola —Le dijo de nuevo— Se qué cuentas con muy poco tiempo por tu carrera de artista, así es que métete de inmediato a la ducha.
           
Intentó salir de ahí desconfiando enormemente de lo que ocurría pero Aicha lo atajó.
          
— Tranquilo —Dijo Aicha—. Esto es algo absolutamente confidencial. Este es el premio por haber ido a cantar para el viejo Mustapha.

Hakan Mastourí se sentía cada vez más desconfiado.

— Tengo que irme —Respondió Hakan.

Aicha encendió un cigarro y le extendió uno a Hakan.
          
— No fumo —Mintió Hakan.
          
— No seas mal agradecido, francesito. ¿Dónde crees que vas a pasar la noche? Se supone que mi colega Zohra debería estar aquí. Quédate tranquilo de todos modos. No va a pasar nada que no quieras que pase.
            
Hakan Mastourí echó un vistazo a la habitación; Dos camas, un clóset y una cocinilla.
          
Métete a la ducha, francesito. Mientras tanto voy a prepararme.
          
— ¿Prepararte para qué?
          
— Asunto mío, Hakan Mastourí. No todo el mundo gira en torno a ti. Yo no soy tu novua. Que no se te olvide.
             
No había mucho que hacer, por lo que Hakan Mastourí obedeció. El cuarto de baño era muy estrecho y húmedo y entre el piso y la ducha no había ningún relieve, por lo tanto no era de extrañar que la habitación se llenara de esa agua caliente que caía por su  cuerpo.
           
— Permiso —Dijo Aicha, sin golpear.
             
Hakan Mastourí corrió la cortina de la ducha lo más rápido que pudo.
           
— ¿No te enseñaron a golpear la puerta?— Preguntó Hakan Mastourí, bastante malhumorado.
           
— Tranquilo —Dijo Aicha— Solo vengo a dejarte ropa limpia y una toalla.

Publicidad Engañosa (Capítulos finales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora