Viajes físicos y espirituales (10)

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Tras intuir que aquella erección no se le iba a quitar así de la nada, Rob Irwin decidió levantarse de la cama en calzoncillos e ir a la barra por un vaso de Jack Daniels.

Mirando desde el balcón y tragando a sorbos lentos, volvió a lamentar la interrupción de aquel sueño, tan vibrante como estimulante en tiempos de decadencia absoluta como aquella, en la cual estaba cada vez más convencido de que lo mejor que podía llegar a hacer pese a que no lo deseaba era volver a Castlebar con su madre.

Tras un breve rato descartó la idea.

Por un momento sintió enormes deseos de lanzarse calle abajo, con el fin de quebrar por completo y de una vez por todas ese cerebro tan de cristal que llevaba consigo, tan repleto de necesidades y compasión hacia si mismo. 

Tras un buen rato divisando todo ese residuo de vida nocturna desde las alturas, Rob Irwin logró lentamente deshacerse de aquellos pensamientos suicidas. Lo que más le daba risa de toda esa tentativa fugaz era el concepto de aquel presente, que según él era penosamente ambientado por las resinas que arrojaban algunas ventanas con sus músicas y también el brilloso y oscuro andar de los transeúntes, de caminar perdido en ese concepto que se denomina espacio tiempo en un lugar así como Nueva York.

El hecho de confirmar que había decadencias más graves que la suya lo hizo desistir de prolongar aquella agonía existencial y decidió ir a visitar la habitación en la cual dormía su novia, a la cual se arrimó inmediatamente. 

Mi amor ¿Qué haces?


Rob Irwin estaba haciendo un considerable esfuerzo por metérsela de manera instantanea. Sin embargo, nada de eso fluía ni avanzaba.

— Mi amor ¿No puedes aguantarte hasta la mañana?

Insistiendo desesperadamente, el rockero volvió a recordar tiempos pasados. Poco antes de su noviazgo de alta duración tenía algo con una pretendiente que estudiaba artes visuales, quien era algunos años menor que él. Ella solía permitir que se la metiera mientras dormía y es más, lo incitaba a aquello. En un momento se preguntó que sería de ella y pese a hallarla siempre en línea jamás se había animado a hablarle, puesto que además de llevarse bien en la cama tenían afinidades en otros sentidos. Mientras pensaba en todo eso siguió insistiendo y tras un brusco movimiento logró entrar ahí, a duras penas.

— Mi amor. Me duele. Me duele y tengo sueñito.   

Me demoro poquito, mi niña.


— ¡Te estoy diciendo que me duele! ¿Acaso no te importa que me duela?

En su largo tiempo de relación con ella, Rob Irwin jamás había procedido de esa manera. Entraba y salía, salía y entraba, pesada y toscamente. Más que sentir placer, sentía culpa y vicio y no podía parar de intentar correrse lo más rápido posible. 

Mi amor, por favor ¡Basta!


Dicho eso ella se apartó bruscamente y Rob Irwin golpeó la pared con su puño. Vio que su novia no le dio importancia a nada de eso y se puso de pie.

— No te vayas, mi amor. Duerme aquí, conmigo.

Sin decir nada, Rob Irwin fue por otro vaso de whisky, y cuando regresó a la pieza y vio que su novia estaba tranquilamente durmiendo se echó a llorar en silenció y de pie. Concluyó que había tocado fondo y se sentó en el suelo, apoyando su espalda en el guardarropa de pared.

— ¿Es que acaso no te importo? — Le preguntó en voz alta, haciendo esfuerzos para que ella notara que el lloraba— ¿No te importa que haya decidido cambiar de representante por estar contigo? ¿No te importa que antes de conocerte yo estuviese mucho mejor que desde el día que te conocí en adelante?

Publicidad Engañosa (Capítulos finales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora