Capítulo VI

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Repito. Soy un idiota. Caí en la maldita trampa. No era un maldito virgen. Ya tenía suficiente experiencia como para satisfacer sexualmente a una mujer. Y mi lado macho duro salió de sus entrañas para callar la boca a Len. Que estaba muy equivocada. De verdad, Katakuri, ¿cómo se te ocurre proponerle algo así, si ni siquiera nos conocíamos de nada? No deseaba que ella pensase que solo estaba interesado por el sexo, aunque creo que eso era demasiado tarde.

Ya estábamos dentro de la habitación que me ofreció la recepcionista. Una cama grande capaz de soportar un peso exagerado, unos cien kilos aproximadamente. Las paredes estaban iluminadas con luces modernas dándole un toque característico. A mi derecha vi otra puerta que daba acceso al baño destacándose con su gran bañera y el lavamanos. Sí, el cuarto era muy espacioso.

Por el rabillo del ojo me di cuenta que Len caminaba de un lado para otro un tanto nerviosa. No negaba que yo también lo estaba e intentaba disimularlo. Lo peor de todo era como hacerlo sin necesidad de quitarme la bufanda. Ella querrá ver mi rostro y no podía permitirlo. Piensa rápido antes de tomar la iniciativa.

Sin embargo, esos pantalones de pitillo me estaban desconcentrando porque eran ajustados. Perfectos para ver la silueta de su trasero. Y peor lo llevaba con mis ojos puestos en ese escote. Incluso había llegado a pensar en desnudarla y dejarla solamente con esos zapatos de cuña. Me estaba maldiciendo por tener esta estúpida idea.

Len se giró para verme. Sus mejillas estaban coloradas mostrándome lo tierna que pudiera llegar a ser esta mujer extraña. Sus movimientos eran titubeantes, es decir, no sabía si sentarse en la cama o estar de pie. ¿Sabes? Me estaba divirtiendo esto. Entonces se me cruzó una brillante idea para que no vea mi rostro por completo. La bufanda me ayudará.

—Bueno... ¿y ahora? —preguntó.

—Ahora es el momento de... hacerlo.

—Oh, entonces... —Estuvo a punto de desabrocharse los pantalones, pero yo se lo impedí, agarrando sus manos.

—Quisiera hacerlo yo —dije. ¿Qué diablos me pasa? Yo no soy así—. Pero antes tengo que pedirte un favor.

—¿Cuál favor?

—¿Podrías darte la vuelta?

Frunció el ceño no entendiendo nada, pero no hizo ningún comentario. Solo se giró tal como le pedí. Antes de retirarme la bufanda miré a mi alrededor por si había algún espejo que me delatara. Bien, todo en orden. Me la quité, exponiendo completamente mi rostro horrible. Un monstruo sin corazón. Ella tuvo la tentación de girar su cabeza para ver qué pasaba, pero yo fui muy rápido y tapé sus ojos con la propia prenda.

—¡Oye, ¿qué haces?! —gritó, colocando las manos sobre las mías para impedir que siguiera.

—Es otro favor —comenté—. Soy un poco... juguetón —dije, buscando cierta excusa, aunque debía admitir que me gustaba este tipo de juegos.

Amar a una "tsundere" (Katakuri x Len)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora