4: Apego

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El chico de gafas leía atentamente un libro, una sonrisa se dibujaba en su rostro, no pensaba que en un lugar como prisión, pudiese conseguir libros de magia, si bien aún no recuperaba sus poderes, tampoco había impedimento para aprender algunas cosas para cuando finalmente los obtenga de vuelta.

Su concentración de vio interrumpida al sentir el inconfundible aroma de perfume invadiendo los alrededores de la biblioteca, el ex hechicero levantó la mirada buscando el origen de esta, notando a un joven guardia entregando unos documentos al encargado de la biblioteca.

El castaño se acomodó sus gafas sin despegar la mirada hacia aquel guardia, quería hablarle pero le era un poco vergonzoso hacerlo. Tal vez fue por su insiste mirada que el guardia terminó por darse cuenta, sonrió levemente y encaminó sus pasos en dirección hacia el castaño.

El de gafas tembló, no por miedo si no más bien por la pena de no saber como dirigirse hacia él, Auron era muy atractivo, su solo caminar era tan provocador que era capaz de robarle el aliento en segundos, parecía de buenos modales y un semblante elegante, todo lo contrario a lo que el hechicero fue alguna vez en su vida.

- Juan ¿Qué lees? - cuestionó el chico al apoyar sus manos sobre la mesa de madera

- Sólo... Tonterías sin importancia

- ¿De verdad?

El guardia sujetó el libro, echando un rápido vistazo, humedeció la punta de su dedo con su lengua y cambió de página, el hechicero sentía el corazón acelerarse, un simple gesto como aquel se veía increíblemente hermoso, sus labios, sus pestañas largas, lo bella que lucía su piel siendo bañada por los débiles rayos luz qué entraban por las enormes ventanas, todo formaba una escena digna de retratar en un cuadro.

- Debes extrañar mucho tus poderes... Debió ser difícil para ti perderlos

- Si, pero aún no pierdo las esperanzas de recuperarlos

- Entiendo - el guardia posó sus manos en la cabellera castaña del hechicero, revolviendo un poco sus cabellos - estoy seguro de que los tendrás de vuelta, te haz portado muy bien estando aquí en prisión, tal vez tu condena pueda discutirse nuevamente en el futuro

- Suena complicado... Pero si hay una posibilidad entonces... Quiero intentarlo en un futuro

- Bueno - Auron le regresó el libro a Juan, seguido de ello camino hasta quedar a sus espaldas - pareces algo tenso Juan ¿Estás bien?

- He estado un buen rato leyendo sin estirarme tan siquiera un poco, quizás es eso

- Eso es terrible, déjame ayudarte un poco - Auron posó sus manos sobre los hombros del castaño dando masajes suavemente

- Agh - Juan soltó un pequeño quejido, avergonzandose al instante por el pensar que estaba siendo tocado por aquella persona especial

- ¿Sucede algo?

- Nada... Es solo que fue algo repentino

Auron soltó una risita mientras continuaba moviendo sus manos - relájate Juanito, respira profundamente y déjate llevar

- Si... Lo haré

- Juan, supongo que no hay tantos libros acerca de lo que te interesa ¿Cierto?

- No los hay... Mmmh... son escasos y mucho menos tengo materiales que pueda usar... aunque sea para comprobar si realmente estoy seco en cuanto magia

- Dime Juan - Auron se acercó y comenzó a susurrarle al oído - si yo te consigo cosas... ¿Podrías hacerme un favor?

- ¿Qué necesitas? Si está en mis manos... Haré lo que me pidas

- Que dulce eres Juanito, verás hace un tiempo que se están diciendo cosas malas de mí... Y eso me hace sentir muy mal

- ¿Quién dice esas cosas? Lo mataré si me lo pides

- No es necesario mi vida, pero que sepas que es una encomienda qué te daré... Porque me pareces confiable, sólo tú me das esa sensación de que no me traicionarías

- ¿De verdad? - Juan se levantó de la silla para mirar de frente al guardia - ¿De verdad confías en mí?

- ¿Por qué no lo haría?

- Pues porque nadie confía en mí... Ya sabes, soy el maldito traidor de mi pueblo

- Juanito - el guardia posó sus manos sobre las mejillas del chico, siendo que sus dedos lograron estar por debajo de sus gafas - yo no te juzgo, tus razones deberías tener para haber hecho lo que hiciste... Pareces un chico muy tierno y divertido, me dan ganas de abrazarte con tan sólo verte

- Ah... Lo haré, lo que me pidas lo haré sólo por ser tú, no me importa si tengo que dar mi vida

- No te exaltes demasiado Juanito, escucha... Sé que tu estás mucha parte del día recorriendo los alrededores que te son posibles, es decir lo ves casi todo ¿Me equivoco?

- No, no te equivocas en lo absoluto... Yo es que me entero de muchas cosas aquí en la cárcel

- Es justo lo que necesito... Juan necesito que vigiles a Fargan ¿Podrías con ello?

- Fargan... ¿El es quien habla mal de ti?

- Si... Pero tampoco quiero que lo confrontes, es un tipo desquiciado y no me gustaría que te hiciera algo, yo sólo quiero que me mantengas informado sobre las cosas que dice y en especial con quien se junta, por ejemplo si él se junta con Focus quiero que me lo digas cuando venga a verte

- Entiendo, no te preocupes me aseguraré de no perderme de nada

- Muchísimas gracias Juanito por tu ayuda, puedes pedirme lo que quieras y te lo daré

- ¿No tendrás problemas en meter cosas a prisión?

- No hay de que preocuparse por eso, me encargaré de todo por mi mismo

Juan sonrió, se sentía tan cómodo con la compañía de Auron, sentía que podrían ser grandes amigos ¿Y quien sabe? Quizás ser algo más... Juan negó rápidamente con la cabeza, estaba añorando demasiado, era imposible que un chico tan perfecto como Auron se fijara en él, no había posibilidad alguna ¿Cierto?

El hechicero salió de su pequeño trance al sentir como los brazos del guardia le rodearon repentinamente, Juan se quedó sin palabras, estaba siendo abrazado por Auron.

No recordaba la última vez que recibió un abrazo, la última vez que sintió el calor de otra persona, después de todo era muy odiado y evitado por muchos otros reclusos por su imborrable título de traidor, sin embargo en ese pequeño momento, finalmente podía sentirse bien, Auron era muy cálido, Juan daba por sentado que su perfume se quedaría impregnado en su traje de preso y eso sería maravilloso.

«Ojalá fuese así por siempre»

Mientras tanto, en otra parte de la prisión, un chico híbrido era guiado por un par de guardias, había venido a solicitar una visita a uno de los presos, ciertamente tenía un nudo en la garganta y algo de sudor frío pues no sabía como dirigirse al preso en cuestión, había pasado tanto tiempo y estaba seguro de que no sería fácilmente perdonado, no después de todo lo sucedido en el pasado.

Hizo los trámites necesarios y rápidamente fue llevado a una sala, la cual tenía cristales y teléfonos en la pared, era evidente qué no le dejarían verle de la forma que esperaba, la sala estaba completamente vacía salvo al guardia qué se quedó supervisando, el compañero de este fue en busca del preso solicitado.

El chico estaba más y más nervioso a medida que escuchaba el sonido de las manecillas del enorme reloj colgado en la pared, un único sonido qué se podía escuchar en toda la sala, sin más que hacer por el momento, comenzó a jugar nerviosamente con el anillo de oro que se encontraba en su dedo anular, un anillo de matrimonio.

Continuará...

¡¡Maldita zorra!! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora