E p í l o g o.

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—¿Qué hacemos en el instituto?

Sonreí, estaba ansiosa por saber. Todo el tiempo que estuvimos caminando no paraba de hablar.—Es parte de mi sorpresa, Hye.

Ella asiente y toma mi mano, caminamos hasta la puerta de entrada.

—¿No está mal entrar al instituto de noche? El guardia podría vernos, Jeongin.—susurró.

—Por eso lo haremos en silencio. Tú solo haz todo lo que yo diga.

La puerta estaba cerrada así que trepé en el muro y me apoyé en un árbol que estaba al lado. Hye hizo lo mismo con mi ayuda. Yo bajé primero y luego atrapé a Hye en mis brazos cuando saltó. Los pasillos estaban vacíos y no había ningún indicio del guardia. 

—¿Hoy está de guardia el dormilón?

Asentí.—Llegaste en un día perfecto. —saqué la linterna de mi bolsillo de mi chaqueta y la encendí.—Vamos.—indiqué.

Es gracioso como ahora nos estamos escabullendo del guardia y nos estemos riendo a la par, puesto que hace unas pocas horas yo estaba llorando y sin saber qué hacer, el delirio se estaba apoderando poco a poco de mí. 

Y todo por un maldito error.

»—Tú, ¿qué haces aquí?—pregunté sin dejar de tocar su precioso rostro.

—¿Yo qué hago aquí?—me mira extrañada, yo asiento.—ah, es que mi vuelo se retraso, —sonrió avergonzada.— no te avisé porque se le había acabado la batería a mi celular y no encontraba mi cargador, que de seguro se habrá quedado en casa de mis abuelos. —quité mis manos de su rostro, sequé mis lágrimas y lo miré confundido.— Fui al parque que acordamos en encontramos pero no estabas, así que supuse que estabas en tu casa. Tú mamá me recibió, es muy agradable.—sonrió.

En ese momento mi mamá entró a la sala con una bandeja de galletas. Obvio se preocupó por mí cuando me vio con la cara roja, pero le dije que no era nada y que estaba bien, y sin más se fue.

—Pero no entiendo, ¿tu vuelo no era el 65? ¿El que aparece en las noticias ahora?—le mostré el artículo de internet viendo la tragedia en ella.

—Oh, no sabía de eso.—miró sorprendida la pantalla de mi celular. Luego, guarde mi celular para espera una respuesta suya.—Mi vuelo era el 64, Jeongin.—ella comenzó a reír.«

Había sido un tonto por no escuchar bien las conversaciones por llamadas con Hye, de ser así no le hubiera contado algo erróneo a Minho y los dos nos habríamos ahorrado las lagrimas y el sufrimiento.

Por cierto, Minho, Hyunjin y Seungmin ya saben que Hye sigue aquí. Al principio no me creyeron porque creían que estaba delirando puesto que era normal imaginar a un ser querido que ya no está con nosotros, no obstante, cuando escucharon la voz de Hye recién allí me creyeron y fue que explique todo.

Lo más seguro es que Minho me tire un sopetón por haberlo asustado así, cuando nos reunamos más tarde todos en la pizzería.

Estábamos cerca de la biblioteca, este era el momento. —Hye, —llamé y ella volteó a verme.—debo ir al baño.

—Ay, Jeongin, aguántate. Primero dame mi sorpresa para salir rápido de aquí, luego vamos a la pizzería para que orines allí.

Negué con la cabeza.—Es urgente, Hye. Te juro que no voy a demorar.— dije mientras me alejaba de a poco.

—Jeongin, no.—me apuntó con el dedo, advirtiéndome de que no me vaya.

—Será rápido.

—No puedes dejarme sola, Jeongin. ¿Y si el guardia me pilla? Seré pescadito frito.— y para cuando pronunció lo último yo ya me había alejado.—¡Yang Jeong In! —gritó en un susurro.

Reí ante ello. 

En resumen, no fui al baño, no tenía ganas de orinar, solo fue una excusa para dejar a Hye sola y mostrarle mi sorpresa.

Caminé hasta la biblioteca sin que Hye me viera en el transcurso. Cogí cualquier pita que había regada en el escrito de la bibliotecaria y lo amarré junto al carrito de juguete que traía en mi mochila, y encima del carro coloqué una foto polaroid de Hye y yo. 

Con el control del carro lo dirigí hasta Hye, choqué con sus pies para que notara el juguete, ella lo observó con el ceño fruncido, confundida, miró a sus lados para encontrar el rastro del dueño.

—Jeongin, si eres tú, no es gracioso.

Solté una pequeña risita mientras veía por la ventana de la puerta de la biblioteca. Incite a que siguiera el carro de juguete. Ella lo siguió sin rechistar.

Cuando ella estaba cerca de entrar a la biblioteca, yo me escondí detrás de los grandes estantes.

Había desprendido el hilo del carro y solo lo guíe con la pita dentro de la biblioteca. Y cada vez que el hilo se detenía había una foto nuestra pegada en los estantes y al revés de la foto estaban escritas las notas que deje en su casillero. 

Hye sonreí mientras lo leía. —Jeongin.—llamó.

No respondí, ni salí de mi escondite, todavía no era el momento.

Hye había llegado hasta el final en donde se detuvo el hilo. Encima de los libros estaba una pequeña cajita rosada, Hye lo cogió y la abrió. 

—Cielos, Jeongin.—llevó su mano al pecho al ver la pulsera dentro.—Es hermosa.—Sacó la pulsera.

—Me costo todos mis ahorros. —salí de mi escondite. Ella giró a verme y me sonrió.—Minho tuvo que regatear con el vendedor para que le baje un poco el precio. Mira es igual que la mía.—le enseñé mi muñeca. —Y ese medio corazón de la pulsera se complementa con la mía si la juntas.—agarré la pulsera y la coloqué en la muñeca de Hye.

—Gracias.—dijo después de haber terminado de ponerle la pulsera.—Pero ¿por qué en la biblioteca? Si nos encuentran ahora nos dará graves consecuencias.

Asentí con una sonrisa. —Lo sé, pero aquí es donde mantuvimos una plática, aquí es donde nos dimos nuestro primer beso y aquí en donde te pedí ser mi novia.—Hye frunció el ceño, desconcertada.— Hay algo más en la caja.—le hice señas con los ojos.

Hye reparó en la pequeña caja, y efectivamente, había una pequeña nota dentro. Ella desplegó la hoja.

«¿Quieres ser mi novia?»

Hye In soltó una pequeña risa.

—¿Acaso te estás burlando de mí?—pregunté con diversión.

Ella negó.—No. Es que esto es muy lindo, no parece real.

Me acerqué a ella, deje la caja a un lado y entrelace sus manos con las mías.—Pues créelo, Hye.—alzó su cabeza, quedando nuestros rostros a centímetros.—Porque desde ahora soy tuyo.

Juntamos nuestros labios en un sonoro beso, esta vez iba al ritmo de ella. Un beso duradero y profundo, pero a la vez dulce. El sabor de sus labios me encantaba.

—Desde ahora eres mi novio.—dijo en medio del beso, con una sonrisa. 

Y esto solo era el inicio de nuestra historia.

Notes and Flowers © Yang Jeongin ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora