Capítulo V: "Mudanza"

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~6 años de edad~

Las cajas de cartón invadían los rincones del lugar. Algunas ya cerradas, otras abiertas a la espera de ser por completo ocupadas. El penthouse estaba a punto de ser deshabitada por aquella pequeña y peculiar familia, que ha pasado los últimos seis años compartiendo hermosos recuerdos en ese piso. El sonido de una vasija de vidrio rompiéndose en el suelo se escuchó por la cocina, seguido de una grosería dicha por el pelirrojo que ahí se encontraba; unas gotas rojas mancharon el suelo blanco, pues uno de los fragmentos disparó a la palma de su mano.

—¿Ahora qué sucedió?— Cuestionó su pareja, quien se encargaba de vaciar la biblioteca de la sala. Dejó de lado los últimos libros que le quedaban por guardar y se asomó a la cocina. Al presenciar la escena de Chuuya herido, dijo: —Vaso uno; Chuuya cero.

—¡No es gracioso, imbécil!— Exclamó éste entre quejidos.

Entre risas, el detective fue a su auxilio. Del baño más cercano tomó un botiquín de primeros auxilios y comenzó a atender su mano. Primero le colocó unas gotas de desinfectante que al ejecutivo le ardió como el infierno, y luego lo vendó con cuidado antes de plantarle un pequeño beso en sus nudillos bajo su desconcertada mirada, pues últimamente estaba muy cariñoso y servicial con él.

—Ya está.— Anunció guardando las cosas en el botiquín. —Recoge los vidrios con una escoba. Yo ayudaré a Masaki a empacar.

Cuando llegó a la habitación del menor de la casa, abrió la puerta para asomar su cabeza. En su campo de visión sólo podía encontrar más cajas apiladas en los rincones, más su hijo no parecía querer aparecer. Optó por llamarlo, adentrándose al lugar, pero lo que recibió fue silencio como respuesta. Sin embargo, sonrió sabiendo cómo atraer de alguna forma a Masaki.

—Hay macarrones, todos para ti solito~

Las cortinas que aún colgaban en la ventana se movieron suavemente gracias a quien estaba escondido detrás de estas, dejando al descubierto su rostro húmedo por las recientes lágrimas que habían descendido desde sus grandes ojos azules. El adulto se preocupó al presenciarlo de tal manera y se acercó a él para arrullarlo entre sus brazos, sin la necesidad de preguntar qué era lo que ocurría teniendo el conocimiento de la razón de su estado tan afligido.

—No quiero irme de aquí.— Se quejó Masaki aferrándose a su madre. —Me gusta vivir en este edificio.

—Lo sé, cariño.— Dazai le acariciaba los cabellos con cariño. —Pero estaremos más cómodos en una casa, en donde puedes ir a jugar al patio tanto como tú quieras.

El niño levantó la mirada y apoyó el mentón en su pecho. Los orbes zafiros se conectaron con los avellana.

—Pero ya no podré jugar con Yuu-chan como siempre.— Hizo un puchero.

—Claro que podrás~— Los dedos alargados y delgados del mayor acariciaron sus mejillas con dulzura, secando sus lágrimas. —La casa no está lejos y él podrá ir a jugar cuando quiera, como tú también puedes venir a visitarlo~

Parecía que los ánimos de Masaki se habían renovado antes esas palabras, pues se separó del cálido abrazo para terminar de guardar sus juguetes en la caja que tenía escrito a mano en fibrón "Chibi toys". Su corderito de peluche, ese que lo ha acompañado desde que había nacido, lo conservó fuera para poder llevarlo entre sus brazos.

—Vamos, mami.— Le dijo a su progenitor con entusiasmo una vez acabó de empacar.

El agente lo observaba con ternura mientras lo ayudaba a colocarse la mochila en sus hombros. Luego lo alzó en brazos y salió de la habitación para dirigirse hacia donde el mafioso se encontraba concluyendo la limpieza de la sala. Sin embargo, comenzó a sentirse un poco débil al soportar el peso de su hijo, por lo que dejó que caminara con libertad.

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora