Capítulo XII: "Amigos nuevos"

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~13 años de edad~

Luego de una difícil noche de gran tormenta, en la que se vio obligado a dormir entre medio sus padres, Fumiya pudo salir a divertirse en los charcos formados en el patio de la casa. Sus pies calzados con botas de goma, danzaban con saltos al ritmo que inventó. En el proceso, la capucha de su piloto descendió de su cabeza y sus cabellos pelirrojos fueron empapados por la muy tenue llovizna que aún caía, pero poco le importó; mucho menos cuando su emoción por volver a la escuela era más grande.

—"He salido a la calle con los faroles encendidos y al paso de los tranvías..."~— Canturreaba una de las frases de un pequeño poema, que su padre le había leído hacía poco y le gustó tanto que se la supo de memoria. —"... esta noche también hay mucha gente"~

Todo juego fue interrumpido cuando escuchó un sonido entre las plantas. Se volteó, confundido y curioso. Fue dispuesto hacia aquel rincón, para apartar las hojas y sonreír ampliamente por lo que sus ojos apreciaron.

Mientras tanto, en el interior de la casa, un concentrado detective tecleaba en su computadora a su vez que conversaba con su pareja, que bebía sorbos de café cada tanto a su lado. En frente, devorándose los macarrones de la mesa, el primogénito de ambos leía uno de sus tantos libros pero que, en cambio, no había tocado ni la manija de su taza por andar sumergido en las palabras de aquellas hojas.

—¿Entonces ya lo tienen con ustedes?— Preguntó Chuuya.

—Sí.— Afirmó Dazai. —Ahora sólo hay que estar alerta de un posible ataque.

Aquello llamó la atención de Masaki, e hizo que levantara la vista para dirigirse a ellos.

—¿"Posible ataque"? ¿Por qué?

—La Agencia logró encontrar un objeto muy peligroso, que no puede llegar a caer en manos equivocadas.— Le explicó su padre. —Y organizaciones enemigas lo están buscando.

—¿Y qué es ese objeto?

—Un libro.— Mencionó su madre acercando la taza de café a sus labios, para dar un sorbo antes de continuar: —Todas sus hojas están en blanco y puede ser capaz de alterar la realidad que se haya descrito en ellas. Hacía ya muchos años que nadie sabía dónde se encontraba, hasta ahora.

—Ninguna palabra de esto a absolutamente nadie, Masaki.— Advirtió el pelirrojo.

—Lo sé.— Un suspiro salió de la boca del susodicho y luego formó un mohín de desagrado, que no pasó desapercibido por sus progenitores.

—Nada nos sucederá, Chibi.— Osamu le regaló una dulce sonrisa, para así transmitirle confianza. —Si te mencionamos todo lo que hemos pasado antes de que llegaras a nosotros, creo que hasta te daríamos miedo.

—Así es.— Secundó Nakahara entre risas. Colocó una de sus manos sobre la que tenía su hijo sobre la mesa, envolviéndola con calidez. —Tú concéntrate en tus estudios, en divertirte con amigos y disfrutar la vida.

Su boca se abrió amagando decir otra cosa más, sin embargo, el menor de la familia ingresó como emboscada con barro hasta en su rostro y algo entre sus manos, junto con el grito de:

—¡Tenemos una nueva mascota!— Posteriormente, bajo la expectante mirada de los tres, les mostró lo que había descubierto: un gordo sapo, con colores cafés y verdes, tan embarrado como el infante. —¡Se llama Saponcio y estaba en el patio! ¡Saluda, Saponcio!

Como si hubiera acatado la orden, el animal infló su pecho y emitió un grave sonido, que hizo que Masaki saltara de su silla tras dar un grito.

—¡Qué asco!

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora