Capítulo XIX: "Un plan muy efectivo"

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~16 años de edad~

Hacía dieciséis años atrás había llegado al mundo probablemente la persona más invencible. Se decía que podía ser capaz de convertirse en algo así como una bomba nuclear a explotar, o el próximo que vería Japón desde la palma de su mano. No se trataba de nada menos que del primogénito del dúo más destacado en su generación y que, de igual manera, había logrado llamar la atención de varias organizaciones enemigas por el simple hecho de existir, pues claro, liderar los dos bandos más poderosos no era algo de lo que estaba muy alejado.

Si había algo más peligroso que ellos, era él; una creación producto del mismo infierno.

Así es. Aquel joven dormido boca abajo, que babeaba la almohada y mantenía una pierna fuera de la cama, así como las sábanas en el suelo, era la emergencia internacional de la que todos hablaban. Este se removió entre quejidos y se aferró a su corderito de peluche que se encontraba a su diestra, ignorando totalmente la alarma.

They'll call our crimes a work of art...— Susurró entre sueños la canción que se reproducía repetidas veces. Luego, enterró la cabeza entre el peluche la almohada mientras soltaba un pequeño ronquido, sin ser consciente siquiera de la introducción de un segundo a su habitación, quien traía consigo un vaso de agua fresca, misma que fue derrochada a su cara haciéndolo saltar de la cama. —¡Ah!

Las traviesas carcajadas de su hermano menor resonaron en todo el lugar.

—¡Parece que llovió en tu habitación, hermano!— Bromeó antes de escapar lejos.

—¡Está helada, idiota!— Exclamó con enojo el adolescente. Sacudió su cabeza, salpicando agua de sus cabellos mojados, y buscó sus pantuflas para arrastrarse con ellas hacia el baño para darse una ducha. Cuando un bostezo salió de su boca, pensó que hacer una maratón de películas de terror hasta las altas horas de la noche no había sido una de sus buenas ideas.

No considerando en tocar la puerta, abrió sin más, encontrándose así a su padre llevando solamente una toalla alrededor de su cintura y con varias gotas decorando su ejercitado cuerpo. Ambos pares de ojos azulados se observaron hasta que Masaki decidió retroceder y volver a cerrar.

—¡Debes tocar antes, Masaki!

—¡Lo siento, lo siento!— No pudo evitar la risa, tan burlona como se caracterizaba. —Ahora entiendo a mamá.

—Joder, basta de parecerte a tu madre. ¡Vete al otro baño!

Risueño, siguió caminando por el pasillo ahora hacia el segundo baño.

Para su suerte, era un chico bastante rápido para alistarse, asique fue cuestión de unos quince minutos de hallarse ahora mismo batallar contra sus rizos oscuros frente al espejo. Si habría peor tortura que utilizar un peine, no lo quería saber. Se vio obligado a bajar sus cansados brazos en una pequeña pausa a mitad del proceso, maldiciendo entre suspiros a la genética por escoger el cabello de su madre para él.

—A este punto voy a raparme.— Mencionó por lo bajo antes de proseguir y así dejar el elemento de lado, para colocarse sus habituales anillos y bajar junto con su mochila colgada en el hombro. —Buen día.

—Good morning⁓— Lo saludó su madre, que intentaba alimentar a la menor de la familia de ya un año de edad. —¿Cómo estás el día de hoy, Chibi?

—Fumiya me tiró un vaso de agua helada para despertarme.— Dijo directo, fulminando con la mirada al mencionado. —La próxima verás tu colchón en Suribachi siendo utilizado por un vagabundo de por ahí.

—Haces eso y lo que te tiraré luego será un ladrillo más grande que tu cabeza hueca.— Contraatacó el niño sacándole la lengua.

Sólo bastó que una mano vendada del detective se levantase para detener la diaria pelea entre los menores.

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora