Capítulo IV: "El regalo de Mori"

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El ambiente se volvió pesado y tenso. Masaki observaba a los recién llegados con muchas interrogaciones formulándose en su cabeza. Su diminuta mano se aferraba a la ropa del castaño mayor, sin siquiera recordar a la niña ser alguna compañera del kínder o el rostro del pelinegro, que le dedicaba una sonrisa un tanto extraña. Sin embargo, su corazoncito tan inocente y benévolo no sabía juzgar injustamente a las personas a primera vista, por lo que les sonrió simpáticamente.

—Hola~— Saludó. Luego sintió los brazos de su madre alzarlo y envolverlo en forma de protección, como si quisiera esconderlo de ellos.

—¿Se puede saber qué haces aquí, Mori-san?— Cuestionó Dazai, demostrando seriedad y frialdad tanto en su forma de hablar como en su rostro, pues sus ojos se encontraban oscuros y su ceño se fruncía.

—¿Qué no es obvio?~— Sin dejar de sonreír, Mori chasqueó sus dedos lo que hizo que unos hombres de traje se acercaran. Eran cuatro los que lo escoltaban ahí, sin contar a los que hacían guardia en planta baja. Uno de ellos le entregó al jefe una caja envuelta con un papel de un triste color gris y un elegante moño negro, dando la impresión de ser un regalo bastante peculiar y único. —Vine personalmente a darle un regalo a Masaki-kun por su quinto cumpleaños~

El agente no tardó en reconocer aquél objeto que lo transportó a varios años a su oscuro y triste pasado, en aquél lluvioso 19 de junio cuando a penas cumplía la misma edad que su hijo.

Los hombres que acompañaban a ese pequeño niño de frágil salud y físico tan delgado como una rama a punto de romperse, caminaban de forma apresurada por los pasillos del lugar obligándolo a avanzar a la misma velocidad. Él soltaba leves quejidos, debido a que sus heridas recién atendidas le dolían como el infierno; lo único que quería era seguir leyendo aquella atrapante novela policial en la cama de la enfermería, en la que se encontraba casi todos los días gracias a su neumonía crónica. Se detuvo frente a una gran puerta al ver que los sujetos desconocidos de traje lo hacían. Desde el otro lado les dieron el paso y accedieron a adentrarse a la gran habitación. Allí dentro, lo encontró parado de pie con sus manos entrelazadas a sus espaldas.

Dazai-kun.Su voz era fría y tranquila. Le sonreía vacíamente al infante, casi como en burla. Parece que te encuentras bien.

El mencionado lo miró con su único ojo sano, sin expresión alguna en su rostro. No respondió al comentario del mayor, pues sabía de sobre manera que utilizaba el sarcasmo y falsas palabras como estrategia enfermiza para aquellos crédulos que le confiaban su vida. Por su parte, sólo se limitó a acomodarse un poco la tela blanca que colgaba de su cuello para sostener su brazo izquierdo fracturado.

¿Sabes qué día es hoy, Dazai-kun? Preguntó aquél hombre de cabellos oscuros, rompiendo el silencio que se había formado y dejando el sonido de la lluvia contra los ventanales en segundo plano.

—19 de junio, Mori-san.— Contestó sin más.

Hoy hace cinco años atrás, nació mi futuro sucesor~ Mori extendió sus brazos hacia arriba como si festejara de un solitario espectáculo. Luego, extendió su mano enguantada al pequeño, invitándolo a tomarla. Tú.

El castaño dudó unos momentos en acceder, más al pensar que no tenía nada qué perder terminó por aceptar su invitación. Su mano era diminuta en comparación con la del adulto y su sistema nervioso provocaba que temblara en contra de su voluntad, poniendo en evidencia su estado insalubre. Sintió ser arrastrado hacia el escritorio que estaba en el fondo de la habitación, en donde yacía una caja envuelta en papel gris junto a un moño negro. Parecía ser un triste regalo de disculpas a una viuda en pleno velorio de su difunto esposo.

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora