~7 años de edad~
Las costas playeras de la región de Shigoku eran, sin duda alguna, unas de las más preciosas de la isla japonesa. Las incesantes olas jugaban carreras hasta desvanecerse en la arena tan blanca, provocando relajantes sonidos y una agradable brisa primaveral, que movía las hojas de las plantas como en una danza. Esta hermosa escena que la naturaleza brindaba, era presenciada por dos curiosos ojitos de color avellana a través de una ventana del elegante hotel que se encontraba en frente.
—¿Te gusta la playa?~— Se escuchó la cantarina voz de un adulto en la tranquila habitación, la cual estaba silenciosa hasta ese momento. Él se encontraba frente al espejo de cuerpo completo, acomodándose por tercera vez el cabello castaño y el moño que hacía juego con todo su traje blanco. No admitiría que estaba nervioso y ansioso, aunque sea cierto. Recibió unos balbuceos incoherentes como respuesta y se volteó para observarlo.
Cuando obtuvo su atención, se removió en la cuna con sus inquietas piernas dando pequeñas patadas al aire. Sostenía su peluche favorito entre ambas manos tan diminutas, para poder babearlo sin interrupciones. Sus cortos cabellos pelirrojos despeinados se movían por la caricia de la brisa tan danzante, que lo hacía sonreír gustoso. Luego, extendió sus cortos brazos cuando el mayor se acercó y lo alzó con calidez.
—Hoy será un día muy especial, chibi-tangerine~— Le comentó este mientras le daba suaves vueltas que lo hizo reír. Las miradas de los dos se conectaron, compartiendo entre sí el brillo en aquellos hermosos colores marrones otoñales. Sin embargo, sus auras eran diferentes: el menor se encontraba tranquilo y con ganas de seguir reposando; mientras el detective era víctima de la siniestra ansiedad y el feroz nerviosismo que le impidieron dormir la noche anterior. —Te ves tan tranquilo. Me das envidia.
Las manos del menor comenzaron a tocar su rostro con curiosidad, dibujando con los dedos el contorno de sus ojos y labios bajo la mirada llena de cariño del detective. Por su parte, sentía que cómo su corazón estaba a un punto de salirse de su pecho al ser rebalsado por todo el amor que dos adorables infantes le entregaban. Y no sólo ellos, pues aquél gruñón ejecutivo de feo sombrero se unía a ese dúo para encargarse de matarlo de exceso de ternura. Eran, después de todo, su amada familia.
Su razón de vida.
—Vas a quedar muy guapo con la ropa que tengo para ti~— Cuando intentó acercar su boca para besar la suave y regordeta mejilla contraria, sus fosas nasales percibieron un aroma bastante desagradable que no tardó en reconocerlo. —Joder... estás podrido por dentro, mi niño.
El pequeño emitió una carcajada, como si le divertía verlo renegar por tener que cambiarlo. Su diminuto cuerpo fue recostado con delicadeza en el cambiador que estaba situado en el baño de la suite. Frunció sus labios en un puchero en el momento en que la atención que tenía de su madre se había desviado a los suaves golpes de la puerta, más esperó pacientemente en ser atendido como siempre.
—Atsushi-kun~— El detective recibió sonriente al chico alvino dándole gustoso el acceso.
Nakajima vestía pantalones y zapatos negros, junto a una camisa gris arremanga hasta los codos y un chaleco que presumía su atractiva figura. Dazai se sorprendía por el gran cambio que él estaba teniendo, con un rostro más maduro y el cuerpo aún más trabajado, ganándole casi un cuarto de cabeza de altura. Ya no era más el asustadizo adolescente que recordaba haber acogido del río.
—Hola, Dazai-san~— Incluso su voz había tornado un toque de firmeza. —¿Cómo se encuentra?
—Los nervios me están tratando como si fuera su muñeco vudú, al que pueden manipular como se le de la gana~— Le contestó volviendo sobre sus pasos hasta donde había dejado a su hijo, para encargarse de renovar el segundo pañal del día de forma ya experta luego de haber visto miles de tutoriales en internet en tiempos de primerizo. —En cualquier me lanzo por la ventana.
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Masaki | Soukoku
Fanfic~Secuela de "Consequense"~ El pasatiempo favorito de Masaki Nakahara-Dazai era, sin duda alguna, andar corriendo de un lado a otro haciendo de sus travesuras como todo niño; a veces era el mejor aliado o el peor enemigo para el Doble Negro en sus dí...