Capítulo XVIII: "Descontrol"

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Advertencia: No tengo conocimiento alguno de medicina, sólo utilicé algunas cosas para fin de entretenimiento y desarrollo de la historia. Nada para tomarse en serio.

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Se suponía que debía estar en la escuela disfrutando del tiempo con sus amigos, más ahí estaba. Se negaba a separarse de su madre, cuyo delgado dorso rodeaba con ambos brazos para sentirse seguro. De un lado, escuchaba el sonido de la impresora funcionado, y del otro a los detectives; un ambiente hogareño para él, pues ahí creció, entre expedientes de casos a resolver y habilidades especiales.

No obstante, la calma y la rutina no entraba en ese día en particular. Todos estaban al tanto de su condición actual, por lo que se pusieron manos a la obra sin dudarlo.

A ese punto, no era normal que Arahabaki se manifestase por sí sólo en su ser.

―Masaki-kun.― Lo llamó la doctora. Despegó el rostro de la gabardina de Dazai para observarla. ―Ven, cariño, te haré una prueba de sangre.

La tensión invadió su cuerpo repentinamente, lo que hizo que se aferrase aún más al adulto, mismo que intentaba tranquilizarlo con caricias en sus cabellos y espalda. No solía ser un chico asustadizo, pero todo cambiaba cuando de su habilidad se trataba; ese lado oscuro que lo atormentaba, que lograba repudiar incluso flotar.

―Vamos, Chibi, te acompaño.

Soltó un poco de aire que tenía en sus pulmones y finalmente aceptó. Tomado de la mano vendada de su progenitor, siguió a la pelinegra por el pasillo con dirección al consultorio. Conforme se adentraban al lugar, abrazaba el delgado brazo del castaño mayor en busca de escapar a donde sea.

―Sé que odias las agujas, pequeño.― Volvió a hablar Yosano. Se encontraba de espaldas preparando sus elementos para la extracción en la mesa. ―Pero tenemos que hacer esto para comenzar con la investigación.

Estaba más que consciente que todos estaban ahí para ayudarlo. No había peligro alguno. Él confiaba en aquellas personas que consideraba familia incluso estando a ciegas, y es por eso que dejó de abrazar a su madre para tomar asiento en la camilla y quitarse la sudadera roja, quedando con la camiseta mangas cortas que llevaba debajo.

―Tranquilo.― Le decía Osamu mientras le acariciaba la espalda. ―Ya sabes, es sólo un pinchazo.

Cuando la mujer se aproximó con la inyección lista, tendió su brazo diestro hacia adelante. Temblaba como gelatina, lo que complicaba el procedimiento, asique el ex mafioso hizo que se concentrase observándolo a los ojos. Sus colores azulados conectaron entonces con las tonalidades amarronadas, esas que lo guiaban a la tranquilidad y a la calidez de un amor incondicional.

―Luego a la salida, iremos con tu hermanita a pasear un rato antes de ir a casa, ¿Qué te parece?― Sugería al regalarle una dulce sonrisa posicionando las manos sobre sus mejillas. Luego, apoyó la frente junto a la suya y rozó sus narices. ―Pasaremos por la biblioteca de siempre para buscar algún libro, de los que más nos gusta.

―¿Y podemos ir por macarrones?― La calma había vuelto a su ser para ese entonces, asique Akiko pudo proceder con la tarea. No había percibido la aguja hacer contacto con su piel siquiera, porque nada podía irrumpir en el pequeño mundo que había formado con Dazai desde incluso antes de nacer.

―Todos los macarrones que quieras, Chibi.― Al notar que su compañera se apartó con la sangre extraída, el detective desplazó sus manos hacia los costados del estómago del adolescente y comenzó a darle suaves cosquillas, arrancándole alguna que otra risa. ―Ahora iremos al café de abajo para que puedas consumir algo con azúcar, no quiero que mi Chibi se desmaye~

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora