Capítulo XVII: "Estoy aquí"

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Después de hacer ese espectáculo de lucha libre y mortal en los pasillos de la escuela, Masaki se llevó una merecida suspensión de dos semanas a casa, pero con el pecho inflado por el ego y orgullo de haber ganado contra un idiota que creía que podía ir por la vida maltratando a una chica. Como era de esperarse, también recibió un buen castigo de parte de sus progenitores: Tenía prohibido salir con amigos y usar su teléfono. Sin embargo, lo más terrible era que tenía trabajo de niñero responsable todas las veces que ellos se ausentasen en la casa, aunque eso sólo duró tres días cuando Dazai se encontró con una escena que lo hizo reír a carcajadas.

―¡No es gracioso, mamá!― Se quejó el adolescente con su ropa manchada de vómito, pues de tanto darle el biberón a su hermana, esta descargó su pequeñito estómago como una furiosa cascada sobre él. ―¡Ahg! ¡Qué asco!

Una vez que calmó sus risas, el agente se limpió la rebelde lágrima y se aproximó. Fue entonces cuando percibió la mezcla de aromas que se originaban en Masaki.

―¿Sabes? Hueles igual que la colonia de tu padre, Chibi.― Comentó bromeando. ―Así de desagradable.

Los orbes del menor lo observaron filosos, para que luego se desviasen a la pequeña que se encontraba recostada sobre la mesa y con el pañal mal puesto.

―Ahí la tienes, te la devuelvo.― Bufando, tomó rumbo hacia el baño para darse una buena ducha. ―Qué asco, qué maldito asco.

Osamu volvió a reír antes de ponerse manos a la obra para atender a Satoko, quien ya lloriqueaba por el frío que sus piernas desnudas sentían. De forma experta y cuidadosa, le acomodó la prenda absorbente asegurándose de que no se saliese, para así volver a vestirla con esos pantalones que le cubrían hasta sus piecitos incluidos. Sonrió al verla relajarse y juguetear con sus diminutas manos, las cuales cerraba y abría repetidas veces o se las llevaba a la boca.

―Estar al cuidado de tu hermano fue una experiencia que veo que no quieres repetir, ¿Eh, darling?― La cargó para que apoyase la cabeza en su hombro y acarició esos cabellos pelirrojos que poco a poco crecían tanto como ella. ―Ya acabó y estás con mamá ahora.

Escuchó el sonido de la puerta de entrada, seguido de unos jadeos de dolor que conocía muy bien. Curioso, se dirigió hacia allí. El mafioso recién llegado se sacaba los zapatos con la poca fuerza que le quedaba, mientras la sangre de su sien y boca manchaban su camisa blanquecina.

―¿Te acomodaron la cara de una vez, slug?

―C-cállate.― Nakahara alzó la vista para mirarlo con su único ojo sano, debido a que el otro no podía abrirlo siquiera. Su respiración estaba agitada y se tomaba del abdomen. ―Tuve que pelear contra miembros de una organización enemiga, pero al parecer no son muy idiotas como pensé y...

―Me cuentas después.― Lo interrumpió Dazai. ―Ahora ve a la habitación y te ayudaré a atender tus heridas luego de que haga dormir a Satoko.

Sin decir nada más, el pelirrojo se dirigió a la segunda planta con ayuda de su habilidad, pues además un dolor que se concentraba en una de sus piernas le impedía caminar decentemente. Igual que todas las veces que llegaba en ese estado a su hogar, pretendía que sus hijos no lo viesen en aquel estado tan deplorable. No quería preocuparlos, ya demasiado habían presenciado la Corrupción tomando control completo de su cuerpo en alguna ocasión en el pasado.

Esta vez había enfrentado a un grupo de misteriosos sujetos encapuchados que amenazaban con poderosas armas en las zonas de la Port Mafia. Nada que no podía solucionar; era pan comido para Chuuya Nakahara. No obstante, ellos tampoco se quedaban atrás; por alguna razón conocían sus movimientos más ágiles y sus puntos débiles. Durante la pelea, la gravedad regresaba a él e, inmediatamente que caía al suelo, uno de los contrincantes lo tomaba del cuello para lanzarlo lejos. No recordaba las veces que golpeó la pared con la espalda, pero no eran pocas. De no haber recuperado la más mínima fuerza para hundir a todos en el suelo a tiempo, podía jurar que ahora mismo no estaría en su casa.

Masaki | SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora