02: 𝖑𝖆 𝖇𝖔𝖉𝖆 𝖕𝖊𝖗𝖋𝖊𝖈𝖙𝖆

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REINA DE MÓNACO, CASSANDRA.

Levantarse temprano nunca me ha gustado y dudo que termine de gustarme en algún punto de mi vida, pero, como dicen, hay que ser productivos.

Sí, demasiado, diría yo.

- Carol, me quedaré sin respiración si aprietas más el corsé.- Amelie se rio por detrás.

Se veía preciosa en su vestido blanco y las ondas que adornaban su cabello.

- Para presumir, hay que sufrir.- recitó mientras terminaban de retocar su maquillaje.

- Nunca incluyeron no respirar en ese mantra.- puse una mueca y recibí un alivio increíble cuando Carol dejó de apretar tanto.

El reflejo que me mostraba en el espejo, mostraba un vestido gris formado por un corsé que realzaba mi pecho. Tenía un gris más marcado y oscuro que mostraban las ballenas de la prenda. De este nacía una falda de tul suave, larga por detrás y corta por delante, no me llegaba más allá de encima de las rodillas.
La espalda estaba descubierta, solo contaba con los cruces de las finas cintas del corsé, con un lazo donde acababa.

Mis tacones contaban también con tiras, a juego con el color de las cintas y mi pelo estaba suelto, con ondas que me caían por encima de lo hombros.
El maquillaje no era gran cosa, todos sabían que no me gustaba cargarme en exceso, por lo que solo tenía un elegante eyeliner con muy poca sombra blanca alrededor, rímel y brillo de labios.

Cuando Amelie se giró y dejó a ver su vestido de novia estilo ibicenco, tuve que morderme el labio para evitar no llorar.

- Estás realmente preciosa.- dije acercándome a ella.

- Tú tampoco te quedas atrás, Cass.- sonrió mirándome. Sus ojos desprendían un brillo de cariño indescriptible y eso me mandaba una ola de apego por el cuerpo.

Al menos ella seguía conmigo.

- Ven aquí.- murmuró cuando me vio encerrada en mis pensamientos y la abracé con ganas, justo como hace un día.

- Te eché de menos, reina de Luxemburgo.- inhalé aire, mirando al techo para evitar derramar una lágrima.

Carol me regalaría por arruinar el maquillaje.
Reí internamente por ello.

- Y yo a ti, reina de Mónaco.- susurró correspondiendo mi abrazo.

- ¿Cass, está Amelie lista? - preguntó Fhex al otro lado de la puerta, cortando nuestro abrazo.

Amelie rodó los ojos.

- Fhex, ¿no sabes eso de que ver a la novia antes de la boda da mala suerte? - pregunté.

- Cass, me voy a morir ahí abajo en el altar. Están esperando a que bajes a Amelie del brazo.

Me emocioné al instante.
Amelie estuvo encantada de que fuera su madrina y que además fuera quien la llevara al altar.

Siempre nos iba a unir un vínculo, era él, mi hermano el que me había dejado a Amelie para que la cuidara y sé que estaría contento de verla feliz de nuevo. De que, aunque fuera, su prometida hubiera cumplido su sueño de casarse.

Ella quiso celebrar la boda aquí, en Mónaco, porque aunque se fuera a casar, siempre iba a quedar una enorme parte de su corazón anclada a Mónaco y al rey Blake.

A veces me carcomía la impotencia, el dolor y la rabia de que ellos no hubieran tenido su final feliz, se amaban tan incondicionalmente que jamás iba a perdonarme aquello.
Nunca.
Por eso, al menos, cumplí con la parte de Blake.

ENTRE REYES [MALDITOS #2] (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora