23: 𝖊𝖑𝖑𝖆, 𝖘𝖎𝖊𝖒𝖕𝖗𝖊 𝖋𝖚𝖊 𝖞 𝖘𝖊𝖗𝖆 𝖊𝖑𝖑𝖆

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JADEN DE DINAMARCA

Apoyé los brazos en mis muslos mientras pasaba una mano por mi nuca.

Cass había desaparecido escaleras arriba hacía horas y nadie había ido tras ella, todos en esta sala sabíamos de sobra que le gustaba tener tiempo sola, y después de lo que había descubierto estoy más que seguro de que no le gustaría que nadie le moleste hasta que tuviera algo planeado.

Me estaba poniendo nervioso que hubiesen pasado dos horas y nadie se hubiera atrevido a irrumpir en su habitación. ¿Y si por casualidad le había pasado algo? ¿Y si se había dado un golpe? ¿Y si se ha mareado?

Quizá debería darle todo el tiempo que quisiera, pero iba a ir aunque sea para comprobar que seguía respirando oxígeno y exhalando furia.

Carraspeé la garganta, incómodo ya de tanto silencio en la sala, aunque mentalmente estaba pensando en qué estaría haciendo mi princesita.

- Creo que voy a...- fruncí los labios señalando con el pulgar las escaleras detrás de mí.

Ni siquiera estaba pensando en cómo me las apañaría para proteger mi reino, o por qué mi padre estaba dentro de esa conspiración ni qué tenía que ver eso con los actuales reyes, pero mi cabeza era un caos y empezaba a darme dolores de cabeza el intentar buscar alguna pista y no encontrar ninguna, como si lo hubieran borrado todo meticulosamente y todos hubieran hecho un pacto para no decir nada.

Hacía días que me habían empezado a dar dolores de cabeza, eran en unas horas determinadas y era en la misma zona siempre.

También me había dado cuenta de que habían empezado desde que besé a Cass, y jamás había deseado tanto que el dolor de cabeza fuera por otra cosa, porque jamás se me ocurriría relacionar a Cass con dolor.

No me había dado cuenta de la pequeña sonrisa que se me había formado en el rostro al recordar lo linda que se veía preocupada por el impulso de su beso. No me lo esperaba, pero ni en esta ni en mil vidas se me ocurriría rechazarla. Y, cuando volví a besarla de nuevo, no podía parar. Quería más, siempre quería más de Cass y sé que, por ahora, solo estaba dispuesta a eso; darme un par de besos. Sinceramente, estaba más que feliz con eso, estaba dispuesto a tomar todo lo que Cass quisiera darme.

La princesita me tenía comiendo de su mano mucho antes de siquiera besarla, y se sentía...bien. En el sentido de que había una extraña sensación en mi estómago que se arremolinaba siempre que la tenía cerca y es como si ya la hubiera sentido antes, pero no podía identificarla.

Cass me había encantado desde un principio, y no estaba encaprichado con ella por querer sacarle la verdad, esa ni siquiera era una prioridad, simplemente se me había plantado con esa sonrisa, sus torpezas y toda su personalidad embriagadora que supe que no quería dejarla ir en ningún aspecto en el que ella me permitiera estar.

Por esto mismo no podía evitar preocuparme por ella, porque se veía a kilómetros que aparentaba una armadura de diamante ante todos y luego cargaba con todo en silencio.

Cuando llegué a su puerta, levanté la mano dubitativo, pero a la mierda, yo nunca me cortaba ante nada.

- ¿Cass? – pregunté.

- ¡Pasa! – exclamó desde dentro.

Al empujar la puerta, vi la catástrofe que era su habitación. Tenía un sinfín de papeles esturreados por la cama, algunas técnicas pegadas a la pared y cómo mejorar el uniforme del ejército y mejorar la accesibilidad de armas.

Corría de un lado a otro revisando lo que había puesto en otras notas, y volvía corriendo a la cama para sentarse de cualquier manera y seguir dibujando en la libreta.

ENTRE REYES [MALDITOS #2] (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora