08: ¿𝕼𝖚𝖊 𝖕𝖗𝖊𝖙𝖊𝖓𝖉𝖊𝖘, 𝖗𝖊𝖞?

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CASSANDRA
No me gustaban los aviones, los detestaba, por eso los evitaba siempre que podía.

Desvié la vista de la ventana y esperé a que pasaran las turbulencias que siempre se producían al levantar el vuelo.

Alan tomó asiento frente a mí, y al ver cómo de mal lo pasaba al igual que siempre, cerró sus dedos alrededor de los míos.

Le dirigí una breve mirada, pero estaba distraída mirando por la ventana.

No hice hincapié en quitarla, ese mero gesto me recordaba que tenía a alguien en quien apoyarme.

Así que, decidida a hacer que el viaje se me pasara lo más rápido posible, posé mi cabeza en el asiento y cerré los ojos.

El sueño no tardó en venir porque estaba reventada de los últimos dos días, y del cansancio mental que daba tener que pensar en el cuidado que debes tener cuando te diriges hacia el enemigo, porque nunca sabes cómo puede terminar eso.

***

Estaba cansada de correr, de huir.
Veía las entradas del castillo de Dinamarca pero parecía no llegar nunca, como si este se alargara por cada paso que estaba dando.
Mis piernas no daban abasto, y podía sentir el latir de mi corazón en las orejas.

La garganta me dolía de coger aire y mis ojos escocían por hacer el esfuerzo de ver entre la niebla.
Seguí corriendo hasta que el camino dejó de alargarse, no sabía de quién o de qué huía, pero mi vida dependía de ello.

En cuanto estuve a unos metros de la puerta, mis piernas se pararon automáticamente y no me dejaron avanzar, como si alguien me estuviera reteniendo.

Observé a Zarek salir de las puertas del castillo sonriente, hablando con Blake.
Mis ojos se abrieron ante la sorpresa y quería gritar, quería advertir a mi hermano, pero sentía que me habían quitado la voz.

Mi padre pareció darse cuenta de mi presencia y llamó a alguien, pero no pude escuchar a quién.
Entonces lo vi, saliendo con una sonrisa impecable en su rostro.
Traía sus manos a la espalda y frente a mis ojos, sacó una daga y una espada.

Tragué saliva al ver cómo le daba la daga a mi padre, y ese mero gesto me dolió más que el saber las miles de cosas que Zarek podría hacer con una daga.
Solo ahí escuché lo que mi padre dijo.

- Moriste por ella, por su culpa. Siempre supo cómo salirse con la suya.- se dirigió hacia mi hermano.

La daga brillaba entre sus dedos, y se acercaba peligrosamente al corazón de Blake, quien le miraba indiferente, como si no tuviera siquiera miedo a morir.
Hundió la daga lentamente en su pecho y quería correr hacia él. Quería matar a mi padre yo misma.

Notaba que me sudaban las manos, por el deseo de ir, por el anhelo de coger esa daga yo misma y convertirme de nuevo en una asesina.
Dirigí mi vista hacia abajo y comprobé que no era sudor.

- Es su sangre.- murmuró alguien detrás de mí y mi bello se erizó al escucharlo.
No por sorpresa, sino por miedo.

La sangre de Blake manaba de su pecho mientras caía de rodillas lentamente hacia mi padre.
Noté que las mías flaqueaban también, y empezaron a formarse en mis manos heridas que se mezclaban con la sangre de mi hermano.
Parecía una corona grabada a fuego lento.

Clavé los ojos en el azul que amaba.
Mi cuerpo se tensó al percibir cómo una espada me atravesaba la espalda y el estómago.
Abrí la boca para gritar pero no salió voz, solo una mueca que acompañaban a mis ojos llenos de lágrimas y mis cejas fruncidas.
Podía notar cómo la sangre acudía a mi garganta.

ENTRE REYES [MALDITOS #2] (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora