CASSANDRA I DE MÓNACO
Quería correr y no parar jamás, porque eso significaba que me atraparía, que cualquier segundo que no aprovechase iba a ser tomado por Zarek para empalarme con una espada contra una pared y después mostrarme ante el ejército como el verdadero premio de la guerra.
Sentía que, aunque estuviese a miles de kilómetros de mí, sus manos rodeaban mi cuello y me asfixiaba lentamente mientras a su espalda veía cómo su ejército derrotaba al mío, cómo, después de prometerle a mis soldados que me dejaría el alma, piel y cuerpo en esas tácticas para que pudieran volver a ver a sus familias, estaban siendo matados uno a uno lentamente, y mientras yo perdía la consciencia con la voz de Zarek repitiéndome que era una hija de mierda, una zorra que se acostó con un rey que no estaba dentro del tratado, una maldita por desobedecerle, una rebelde por pensar por mí misma, mi visión se iba apagando y Mónaco iba degradándose a través de bombas, balas, gritos y un río de sangre que asomaba las caras de todos los que habían muerto por mi culpa: Blake, Jaden, Bryce, Fhex, Amelie, Dave, Alan, y ahí, al final del río estaba yo riendo y llorando con unas cadenas en los pies y manos mientras los observaba ir a Reino Unido y exhibirse en el castillo de su rey.
Sentía que la garganta me dolía, que estaba siendo desgarrada por las palabras que quería haber dicho hace tanto tiempo y que no pude decir. Sentía la sangre caliente correr por mis brazos de tanto que intenté liberarme de las cadenas para protegerme y liberarme solo para terminar cogiendo a Blake entre mis brazos y que fuese su sangre la que corría por mi piel, y no la mía. Sentía que los pies me dolían por tenerlos encadenados y de querer avanzar, para darme cuenta de que siempre acababa en el mismo sitio, una, y otra, y otra vez. Sentía que me debilitaba por mucho que intentase mantenerme en pie ante todos, ser la reina que merecen y desean, la amiga que conocen y la hermana que él perdió. Sentía que, de alguna forma, no era la Cassandra con la que se iba a casar Jaden, porque ni siquiera yo sabía quién era ahora.
Entonces, me di cuenta, de que daba igual el esfuerzo, siempre tendría esas cadenas que me hacían daño sin darme cuenta, que siempre odiaría alzar la voz porque me dolía de tanto intentarlo, y me odiaba, porque estaba echando por la borda tres años de intentar comprenderme a mí misma para que el resto pudiera entenderme y fuera capaz de levantar un reino, simplemente porque me estaba viendo en la misma situación que hace tres años: con una guerra que amenazaba con cumplirse en meses y ahora no tenía nada que perder, no cuando ni siquiera creía haberme encontrado a mí misma y a los sentimientos que me hacían atarme a las personas que quería y me importaban.
La única diferencia con la Cass de hace tres años es que ahora sabía el problema, lo veía tan lejos y tan cerca a la vez... Pero seguía teniendo el deseo de solucionarlo, y mientras eso existiera, sabía que no me rendiría. Ahora no dependía de nadie, no tenían que abrirme los ojos para darme cuenta, pero aún así estaba cansada del esfuerzo que siempre era en vano.
Y cada maldito día se me hacía más difícil seguir subiendo los escalones para llegar al Olimpo, mirar hacia abajo y pensar: lo logré. Conseguí derrotar a Zarek, proteger a Mónaco y a las personas que me importan, cumplir lo que le prometí a Blake el día que lo visité por primera vez en su tumba, conseguí ser la Cass de la que me enamoré yo. La que amaba con sus pros y contras, con sus errores, defectos y virtudes, pero humana.
Era gracioso cómo, los humanos, idolatraban a los dioses griegos cuando ellos cometían errores y tenían mil defectos al igual que las personas, y, aún así, eran colocados en el Olimpo como verdaderos héroes. ¿Acaso no nos estábamos alabando a nosotros mismos? ¿No serían ellos un espejo de nosotros si no nos rindiéramos con lo que nos gusta y hubiéramos alcanzado nuestras metas tras tanto esfuerzo?
Quería ser eso, quería ser ese espejo al que mirar y pensar: no te rendiste a pesar de todo lo que se te vino encima, y me gustas así, pura, sana, estable, guerrera y libre. Esa era la Cassandra de la que Jaden se había enamorado hace tres años por una maldición, y de la que yo me había enamorado hasta que me encerraron en una caja de acero que actuaba como una capa de ozono; dejaba entrar las maquinaciones y manipulaciones de Zarek para encerrarlas, creérmelas, y nunca dejarlas escapar.
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ENTRE REYES [MALDITOS #2] (EN PAUSA)
Roman d'amourMALDITOS #2 La Cassandra que conocéis os dirá que todo está bien, que dentro de su burbuja para sanar todo marcha perfectamente. No es así. Nunca fue así. Una corona la destruyó. Dos reyes se enamoraron. Tres personas se encargaron de separarlos. Cu...