17: 𝖗𝖊𝖈𝖚𝖊𝖗𝖉𝖔𝖘 𝖉𝖊 𝖅𝖆𝖗𝖊𝖐

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CASSANDRA DE MÓNACO

Tiré fuerte del chaleco antibalas, ajustándolo a mi pecho mientras que escondía munición por todo mi cuerpo. Recogí el pelo en una coleta y revisé que no faltara nada.

Abrí la puerta de mi dormitorio, bajando por las escaleras. El castillo estaba en un fulminante silencio, por lo que el resonar de mis botas militares contra el suelo era lo único que se escuchaba.

Respiré hondo mientras bajaba cada escalón, intentando evadir las memorias de hace tres años, repitiendo los mismos pasos. La misma respiración, la misma vestimenta. Solo que en aquel entonces era una princesa, ahora soy reina y general del ejército militar de Mónaco.

Observé al ejército preparado en el gimnasio, dispuesto a salir tras mi repentina orden al recibir la noticia de que Montecarlo había sido atacado en un atentado. Seguía siendo atacado, así que no me iba a quedar de brazos cruzados como tampoco tardaría mucho en dar las órdenes.

- Filas.- ordené cuando me posicioné delante de ellos.

Miles de pasos resonaron para colocarse en filas, y liderándonos estaba el Coronel.

- Dave.- lo llamé, al instante vino a mi lado.- Situación.

- Noventa y ocho víctimas, alteza.- tragué saliva mientras asentía.- Los atacantes siguen allí, están dispuestos a causar el mayor daño posible.

- Bien.- se posicionó a mi lado y miré al ejército.- Quiero que las unidades dirigidas por el Coronel rodeen el perímetro del atentado, dispuestos a atacar cuando el Coronel ordene. La mitad de mi unidad irán directas a resguardar a la gente y a ayudar a todo aquel que esté herido. El resto, se quedará conmigo cumpliendo su función de francotiradores. ¿Entendido?

- ¡Sí, general! – gritaron al unísono haciendo el saludo.

- Marchen.- ordené y el ejército fue saliendo poco a poco del gimnasio para dirigirse a Montecarlo.

Cada unidad fue transportada en sus respectivos coches, mientras que yo fui con Alan, que me abrió la puerta del coche del ejército, y arrancó de inmediato.

Posé el francotirador entre mis piernas, gracias a Alan había podido especializarme en esa área, y me dediqué a comprobar la munición del arma igual que hacía con la pistola.

- ¿Estás nerviosa? – preguntó dirigiéndome una breve mirada.

- No.- respondí al instante, intentando hablar lo más mínimo. Si siguiera hablando, posiblemente terminaría dándole vueltas a la cabeza y con eso lo único que conseguiría sería desconcentrarme y perder el control de la misión.

Él asintió, viendo que no estaba dispuesta a hablar y le dirigí una breve sonrisa a modo de disculpa.

- Sabes que no me gusta hablar antes de las misiones, lo siento.

- Es entendible, no tienes que darme las razones, Cass.

Suspiré y eché mi cabeza atrás, cerrando los ojos.

Me sentía culpable de todo. De las revueltas, del atentado de Montecarlo, de las víctimas, de jurar protección y no haber podido parar esto antes...Quise abofetearme interiormente por ver que no era capaz de llevar todo, que me era imposible querer proteger a mi reino como era debido.

Me sentí nefasta.

La mano de Alan se posó en mi rodilla, viendo que estábamos entrando en Montecarlo, y me dio un leve apretón.

Fruncí el ceño ante el gesto, pero negué con la cabeza y quise atribuirlo a que intentaba tranquilizarme.

- Va a salir bien, Cass. Nadie pasará de herido.- frunció los labios, dándome una leve mirada y asentí.

ENTRE REYES [MALDITOS #2] (EN PAUSA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora