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Llamadas de alcohol

Regresar a su casa nunca supuso un problema tan grande como hasta ahora, aunque sabía que no había manera de escapar de ello. Llegó hasta el portón que abría paso hacia el camino que llevaba a su casa, ahí yacían varios guaruras que al reconocerlo lo miraron atónito, como si hubieran estado esperando recibirlo metido dentro de una caja y no vivo, de regreso por su cuenta y con sus propias piernas.

Aquello lo entristecía porque pese a ser ya un joven adulto, nunca pudo realmente disfrutar de llegar una noche tarde a casa o de ni siquiera presentarse. Estaba demasiado sobreprotegido por Changbin como para obligarle a tener una hora de llegada, misma que había respetado toda su vida hasta ahora. No solo era que no había llegado a casa, sino también que se había escabullido de ahí a uno de los clubes Bang y eso, seguramente, ya lo sabrían. Solo esperaba que no supieran dónde había pasado la mañana.

Al llegar encontró en la sala de su casa una escena tan sangrienta que su corazón pesó por Wonho que estaba mal sentado en una silla con la camisa abierta y rota, al igual que sus labios y sus ojos amoretonados e hinchados. Changbin a su vez estaba ahí, esperándolo listo para recibir al sin vergüenza que se le presentaba. Minho también estaba presente con un semblante preocupado, al parecer habían estado reunidos hasta que en la caseta de la entrada, sus hombres les avisaron de su llegada.

La entrada fue vergonzosa e hizo algo que casi nunca hacía, agachar la cabeza, pero ahora realmente no tenía pena. Él mismo entendía a la perfección todas las consecuencias que pudo haber traído el que estuviera solo (porque estar con Nayeon no era exactamente la mejor compañía) en el club de un enemigo default de su familia.

Chilló al ver mejor el rostro de Wonho, agradecido de haber regresado a tiempo. El pelirosa había sido un gran hombre de confianza para los Lee y los Seo durante mucho tiempo, casi desde que él tenía quince años y había escapado de un orfanato hacia la tutela de un hombre que supo apreciar su físico y aptitudes. Changbin lo había dejado trabajar con él, primero como uno de sus peleadores que por un tiempo fue el siempre victorioso, hasta que la confianza y devoción a la pandilla le permitió trabajar como uno de los guardaespaldas más cercanos a ellos.

Conocía a Seungmin desde que era un niño de diez años al que le encantaba disparar sus armas de Nerf, y muchas veces a falta del tiempo de su hermano, jugaba con él para que el pequeño niño no resintiera tanto la soledad. Por eso había sido promovido como su guardaespaldas personal no hacía tan solo dos meses. Así que verlo mal herido y débil fue algo impresionante que oprimió su pecho, sobre todo porque sabía que era su culpa.

—¡Wonho, perdóname!—Chilló corriendo hacia él para recostar su cabeza en sus piernas mientras lloraba hincado. El hombre soltó un fuerte jadeo por la impresión del acto pues no muchos jefes (casi nadie) se arrodillaba tan preocupado ante un guardaespaldas.—No era mi intención, esto es mi culpa, de verdad discúlpame.

—Niño Seungmin...—Susurró con un hilo de voz, intentando remover al lloroso hombre a sus pies.—No haga eso, levántese.

Usualmente se hablaban de tú, pero en ese momento no quería tentar su suerte.

—Déjalo.—Espetó Changbin.—Deja que se dé cuenta de todo el daño que causa no ser precavido. Ser un irresponsable que no contesta su teléfono y va a meterse a un lugar donde pudo haber muerto.

—No culpes a Wonho. Yo asumiré toda la culpa.—Dijo Seungmin aún arrodillado, abrazando las piernas del hombre.

—Lo sé, esto es un error tuyo. ¡Pero su trabajo es protegerte, no mimarte! Para empezar no debió haberte dejado ir, mucho menos solo, pero ahora veo que es cierto lo que decía ayer. Lo engañaste ¿Cierto?

filled with poison || hyunmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora