1 ★ Síndrome de personalidad múltiple

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(Narrador):

Jesús yacía entre deshechos médicos que desprendían un putrefacto olor, insoportable para el olfato. Había materiales de laboratorio rotos; matraces de todos los tipos, tubos de ensayo, y frascos y vasos, entre más, todos rotos. Bolsas blancas cubrían el inerte cuerpo del muchacho, bolsas selladas que también olían mal, aunque más que mal, olían un tanto raro. Tirado muy lejos del camino de terracería que pasaba por el basurero. Muy difícil sería que alguien lo encontrase, vivo o muerto, como estaba.

Cualquiera pensaría que estaba muerto.

Incluso una hora antes de terminar aquí su corazón se hubo detenido, aquel científico se percató de ello luego de ver cómo Jesús se convulsionada con extrema violencia, de una manera horripilante. El Drexto hizo lo que pudo, y eso es decir mucho, sin embargo, el débil corazón del chico se apagó..., dejó de latir y su sangre —contaminada por la Fórmula Madre— dejó de correr a través de sus venas, algo había pasado, algo que el mismo Drexto no comprendía en absoluto.

¿Por qué? No pudo hacer nada más que sepultar al muchacho o entregarlo a su familia, ya sin vida, luego de haber desaparecido casi por casi un mes.

Los conocidos de Jesús tan sólo sabíamos que éste tenía un trabajo de tiempo completo, a veces trabajaba día y noche, y a veces no se aparecía por una semana completa.

Pero esta vez fueron más de veinte días, y no regresó a su casa ni siquiera para un par de fechas especiales y muy importantes para él. Fue poca la gente que se preocupó por él, hablando de sus familiares y amigos y conocidos; algunos no se enteraron de su desaparición, y a otros simplemente no les importó.

Sin más, el Drexto le ordenó a su sobrino que llevase el cuerpo de Jesús hasta la casa de éste último, donde tal vez lo esperaba solamente su hermana menor, Natalia y, probablemente, su pequeña hija.

Desobedeciendo la orden, Daniel, el único sobrino del Drexto no llevó furtivamente el cuerpo de Jesús adonde debía, no. Sino que lo tiró junto a los deshechos que su compañero Geovanni debía llevar al basurero.

Así lo hizo, pidiéndole a su compañero que no dijera nada en lo absoluto. Por lo cual el Drexto no se enteró del paradero del cuerpo de Jesús —al menos por ahora—, pensando que de verdad había sido llevado a sus familiares como lo ordenó.

Esto dejó satisfecho a Daniel. «Ahora ese pendejo está donde pertenece», pensó. Por su incondicional odio hacia Jesús estaba feliz. Aquel idiota había muerto y dejaría de existir, no lo vería más, eso no se le iba de su obstinada mente.

Había algo que no le agradaba pensar. Murió, al igual que Sofía hace cinco años. Era absurdo pensarlo, pero ahora ellos estaban juntos si había otra vida, algún otro lugar a dónde ir después de morir, y allí estaban juntos nuevamente.

Posiblemente felices de reencontrarse.

(Sí que hay otra vida, pero no entremos en detalles por ahora).

 
Un nauseabundo olor llegaba a la nariz de Jesús, lo hizo resoplar por las fosas nasales. Tal parecía ser que comenzaba a despertar. Despertaba con un inmenso dolor de cabeza, se podría decir que el cerebro le dolía. Los huesos, todos, también le dolían, todos los miembros. Se sentía demasiado dolorido.

Levantó ambos párpados mostrando unos relucientes ojos color café oscuro. Estaba desconcertado, y relativamente inmóvil. Apenas movió los párpados, con una lentitud que parecía eterna.

Deseaba cubrirse la nariz con alguna de sus aperladas manos de inmediato, el olor era casi insoportable, sentía, ya despierto, cómo ese extraño y potente olor penetraba en su nariz con mucha intensidad.

ChTM -La Grosería- I. El antihéroe de Ciudad ManteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora