3 ★ La Central Eléctrica Ex

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Veloces pasaban los automóviles, de aquí para allá, de ida y venida, en la carretera ya un poco oscurecida por la puesta de sol. La gran bola de fuego, teñida de rojo, se hubo ocultado allá lejos en el horizonte apenas hace poco tiempo. Los automovilistas encendían sus luces traseras y delanteras. Distintos autos pasaban en aquella carretera frente a la amplia Central Eléctrica Ex.

Un edificio amplio de no más de tres pisos, tan grande como un supermercado. De paredes blancas, y en los bordes con líneas pintadas de amarillo; aunque en las penumbras no se podía apreciar del todo sus colores; habían pintado recientemente todo el edificio, incluso la alta antena cromada con forma triangular que se erguía justo en el centro de todo el edificio.

Cables de luz iban y venían desde la antena como telarañas negras, tal vez yendo a la ciudad. Nadie, sólo el Drexto, sabía por qué estaba allí la Central Eléctrica Ex y para qué sirve; uno de los muchos misterios del Drexto.

Daniel acababa de sentarse en un sofá junto a la ventana —la cual era cuadrada— y por allí se podía ver muy bien el cielo. Allá en lo alto y oscuro titilaban puntos blancos. Tan bellas las estrellas inclusive desde acá. Una reluciente luna menguante se apreciaba muy cerca de un par de espesas nubes grisáceas.

Hermosa era la vista en esta joven noche.

Estando en los lindes de Ciudad Mante era más fácil apreciar el extenso cielo, ahora nocturno y silencioso.

El muchacho no podía apartar la mirada de aquellas lejanas estrellas. Se llevó una mano al pecho y la cerró. Suspiró entonces.

Pensó con melancolía en su fallecida madre. Quería verla y abrazarla, sólo eso.

Hoy se sentía un tanto más cansado de lo normal, cansado de la soledad y la vida, pero trató de no pensar en ambas cosas.

Le molestaba pensar en que tuvo que arrastrar el cuerpo de Jesús, aun cuando sintió asco y repulsión al tocarlo.

Había algo que no podía olvidar: lo gélido que estaba el cuerpo de aquel idiota. Recordó con dolor la ocasión en que llorando abrazó el cuerpo de su madre cuando ésta ya estaba muerta. Tan fría era su piel, su blanca piel manchada de sangre.

Enfadado maldijo a Jesús por, indirectamente, hacerlo recordar la última vez que pudo abrazar a su madre.

No obstante, le reconfortó pensar en que el cuerpo de Jesús se estaría pudriendo entre la basura, era imposible que lo volviese a ver; al menos eso pensaba Daniel. Pensar en que Jesús había muerto y jamás regresaría lo hacía sonreír de oreja a oreja.

Ya quería disfrutar del mundo sin aquel imbécil que embarazó a la bella Sofía.

—Pude haber sido yo —musitó con amargura y odio.

Cuando solía pensar en Sofía se le venía a la mente el hecho de que ella estaba muerta y que había tenido una hija con otro, sí, habiendo podido ser él el padre y no ese zoquete.

Timbró su celular, pero no lo revisó.

Echo un ultimo vistazo a las estrellas y se levantó del sofá. De reojo vio un libro en la mesita de noche junto al sofá; le prestó más atención al libro, por simple curiosidad.

Era Carrie del escritor Stephen King.

Justo en ese momento le llegó un vago recuerdo, no, una imagen no tan clara de una adolescente que sonreía, su tez era blanca y tenía un largo cabello negro, una hermosa muchacha.

Daniel se apesadumbró.

Hahh... —suspiró—. Renata...

Su prima Renata.

ChTM -La Grosería- I. El antihéroe de Ciudad ManteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora