11 ★ ¡La Grosería vs. la Gorda Gigante!

2 1 0
                                    

—¡¡TE VOY A MATAR!! —La Mujer Inmensa apretó uno de sus regordetes puños.

—Ojalá no sea a sentones —murmuró la Grosería para sí mismo—. Pa' matarme a sentones apenas la Lana Rhoades, esa sí. —Juntó las manos a la altura de su pecho y susurró—: No es cierto, Sofía, perdóname. Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los pendejos que nos ofenden... como a esta gorda. ¡Ya me tiene hasta la punta de la...!

—¡¡TE VOY A PISAR COMO A UNA CUCHARA!!

«ZUN, ZUN, ZUN, ZUN...»

Venía acercándose.

El hombre del traje negro no perdió tiempo en pensar qué hacer, sólo hizo lo que se le ocurrió. De sus muñecas disparó un par de redes de telaraña que se sujetaron a cada extremo de la calle en las tiendas de sus costados.

Había hecho una resortera y él era el proyectil; jaló caminando en reversa, estirando la telaraña. Las arrancó de sus muñecas y con las manos las sujetó con firmeza; retrocedía y retrocedía tomando impulso, mientras la Gigantesca Mujer se aproximaba con intenciones homicidas.

Ya casi estaba lo suficientemente cerca para pisar al enmascarado.

—Siente la ira de este pinche trasgo mutante —replicó la Grosería.

Éste dio un salto para tomar un último y eficaz impulso, saliendo disparado.

«SHYUH»

—¡¡Como los Angry Birds, maldita cerda!!

Fue directo al amplio y voluminoso estómago de la Mujer...

«¡ZOUDOH!»

Hundiéndose entre bolas de grasa en una piel cubierta por un traje negro, la Grosería, aguantando el asco, mandó hacia atrás a su enorme oponente.

«DOZUGAHDODOOONM.»

Cayó de espaldas yendo a parar a la otra esquina, partiendo el pavimento y demoliendo coches estacionados. Las pocas personas que había allí huyeron de inmediato, lo más rápido que sus piernas pudieron, y de los pocos que se volvieron para mirar quedaron medio impresionados y medio asqueados al percatarse de un rastro de sangre y grasa que se esparció por la avenida.

Las pantorrillas de la Mujer aún sangraban por las heridas, y le ardían y le dolían, apenas lo podía soportar. No lo entendía, ya que según ella tenía entendido que su piel era demasiado gruesa y resistente.

Suspiró. La Grosería se sentía un poco aliviado por haber atacado de esa manera.

—So-soy ¡una verga! —dijo con voz queda, apretando el puño.

Observó a la enorme mole allá desparramadas, gimiendo de dolor, inmóvil. Parecía una ballena encallada en una playa que en vez de tener arena tenía asfalto, un asfalto viejo y resquebrajado.

—Le dio el mal del puerco —rio el enmascarado—. ¡Y cómo no, no mames!

Él en el fondo sabía que la singular batalla no estaba ganada. Si la Mujer se levantaba iría a atacarlo para pisarlo como a una cucaracha.

Así que pensó. Su oponente es muy veloz y resistente, de eso no había duda, era pesada en toda la extensión de la palabra...

¿Qué haría entonces?

Sin querer había comenzado a proteger a las personas al pelear contra la Mujer Obesa, tenía que hacer algo por ese motivo.

«Ni modo de irme ahora así nomás —pensó—, aparte de estar mal se vería bien mamón. Se podría morir gente si me voy, sí cierto..., o yo me voy a petatear si me quedo, no mames. Pero tampoco voy a largarme y decir que se me ‘chispoteó’. “Fue sin querer queriendo”.»

ChTM -La Grosería- I. El antihéroe de Ciudad ManteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora