8 ★ Ve, ve, Cohete. ¡Cohete, ve!

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Había aparecido un payaso enmascarado, a casi nadie le importó y entre los pocos a quienes les importó se incluía el Drexto, que se había enterado hasta el día jueves.

Era evidente que se trataba del mismo intruso de hace unos días, y al Drexto le intrigaba la situación, sin embargo, sería muy precipitado encargarle esto a sus mejores soldados, aquellos que se enfrentaron a Redemption. Haciendo una excepción, que no le parecía ni tan buena ni tan mala.

El doctor se preguntaba constantemente: «¿Quién es ese misterioso tipo?»

Daniel sabía la identidad del enemigo, ahora lo consideraba una verdadera amenaza, ¡su indudable enemigo! Y no quería atacar puntos clave de su torpe enemigo, no, él mismo no se perdonaría el hacerle daño a la pequeña Romina, la hija de quien aún amaba; si se le puede llamar amor a lo que siente...

Pensaba mucho en si actuar o no como lo había planeado, era algo sumamente arriesgado y más que obvio que recibiría una reprenda por parte de su tío.

Le importaba un carajo eso último.

Meditó las cosas un par de días, pero ya estaba decidido, ¡atacaría!

Hace ya dos horas que ordenó a alguien de confianza que le hiciera un encargo relacionado con lo que tenía planeado. El hombro a quien le había encargado tal cosa hubo regresado hace poco menos de media hora.

Ya todo estaba listo respecto al Plan A del Ex-38, porque no obstante habría incluso Plan B.

La Grosería no sabría lo que estaba por esperarle justo al mediodía...

—¿Ya está todo hecho? —Ex-38 cuestionó al hombre frente a él.

—Como me ‘dijistes’ —respondió el otro con inseguridad.

—Entonces no ha de tardar en salir disparado —dijo Daniel con una sonrisa de suficiencia.

Su subordinado se veía confundido, tenía muchas dudas azotándole el pensamiento, pero sólo se atrevió a preguntar una sola cosa de tantas que se le venían a la mente, así, de golpe.

—¿Qué va a hacer la cosa esa o qué?

—Va a llamar la atención de alguien —replicó Daniel—, eso va a hacer. Por eso le dije a los demás que le echaran un ojo a esa niña, a Romina. Porque el Cohete viene pa'cá.

—¡Enton’s esa madre se va a estrellar en El Mante!

—Chingada madre —bufó el Ex-38—. La fregadera esa ‘trai’ una toxina o no sé qué, pero el Drexto va a arreglar todo (claro que donde se estrelle el Cohete van a mamar). Tú no te preocupes, pinche Fabián. —Le dio una palmada en el hombro a Fabián—. Si atraemos al güey que nos anda queriendo joder ya la hicimos, aunque tarde o temprano tiene que venir para acá, vas a ver. A lo del Cohete no creo que vaya, tiene que venir a aquí.

—¿Por qué estás tan seguro que ese güey no va a ir a lo del Cohete? —quiso saber Fabián.

—Primero —comenzó Daniel—: cómo va a parar el Cohete; y, segundo: el Cohete va a explotar y se puede morir el muy pendejo. No tiene nada que hacer ahí aunque tenga superpoderes.

Ex-38 se aproximó a una de las muchas ventanas de la pared de su diestra, y asomó la cabeza por allí, su negro cabello se le movía suavemente por una cálida brisa, viéndolo.

Allá a lo lejos entre espesas nubes blancas subía y subía en Cohete en el reluciente cielo azul desde el horizonte, subía y subía y seguía subiendo...

«DODODO...»

... dejando una larga coleta de grisáceo humo.

Daniel no pudo evitar reír de júbilo, como un niño pequeño. Se volvió entonces, quitando la cabeza de la ventana. Metió su mano al bolsillo de su pantalón, donde tenía guardado aquel extraño artificio, el Pentágono Estrella.

Con los dedos comenzó a juguetear con el artefacto, con la mirada fija en el suelo, sonriendo.

—¡El Cohete está cayendo! —voceó angustiado Fabián—. ¡Sí va pa'l Centro!

—Tú no te preocupes, no mames —dijo Daniel con un tono adusto.

—¡¿El de la máscara no va a hacer ni madres?! —exclamó el otro.

Daniel tenía un firme semblante severo, se volvió a la ventana y vio el Cohete descender.

—Nadie es tan pendejo... como para meterse con algo que es... del Drexto —dijo solemne.

–○•○–

Por suerte nuestro protagonista es lo que se considerara “pendejo".

Se habían puesto la máscara, pues desde el Fraccionamiento Santa Mónica era visible aquel Cohete que, ahora, caía.

La Grosería se había puesto en marcha, su velocidad era impresionante, corría a todo lo que su velocidad le permitía.

Sus piernas parecían un torbellino de color azul.

Corriendo salió disparado desde el Fraccionamiento. Iba por la calle Antonio Casso, tan pronto llegó junto a una farmacia dobló a su siniestra como un rayo (inclusive ignoró el letrero rojo donde, en letras blancas, se leía «ALTO»), yendo ahora sobre la Avenida Rotaria...

Tan rápido como podía correr, y eso ya es decir mucho.

Su trompo se meneaba peligrosamente en su cintura corriendo el riesgo de salir volando.

Esquivaba los automóviles o saltaba sobre ellos, de la misma manera que con las motocicletas y las bicicletas.

Corría, corría y corría, viéndose como un relámpago, al igual que el flash de una cámara.

Alcanzaba cada vez más una velocidad inmensurable. Cruzando la Avenida Rotaria en línea recta para así llegar hasta el Centro.

Había un amenazante Cohete qué detener, y la Grosería tenía que hacerlo.

—¡Va a madres, puto! —gritó con un tono estridente—. Mira, como el Speedy González. ¡Sí llego, sí llego! Le voy metiendo pito... Digo, ¡le voy metiendo pataaa!

Incrementó la velocidad, más y más, ya iba más rápido, pronto llegaría al Centro de esta pequeña ciudad que se hallaba en grave peligro. Sin embargo —y era probable que— el Cohete se estrellaría en Ciudad Mante antes de que llegase.

Incrementó la velocidad una vez más, aunque sus piernas le exigían no hacerlo. Le dolían, aunque no tanto como sus pies.

Pasaba ya por las calles más cercanas al Centro, inclusive le faltaba poco para llegar al lugar donde hay un cine y un supermercado, también una pizzería.

Aún faltaba un buen tramo, corriendo no llegaría a tiempo, ni siquiera volando...

Aún así corrió con más potencia.

—‘Watcha', como si fuera un erizo azul que corre a raja madre —decía al correr—. Neta, y no me lo dijo un primo. «Vaya dato perturbador» —soltó una risita—. Me acordé de Luisito TeFornica. Je, je.

No tardó en doblar a su diestra por la Avenida Benito Juárez, corriendo a más no poder todavía, sin parar.

El Cohete ya estaba por encima de la ciudad, tan grande y peligroso. Era gordo (de color morado, blanco y turquesa, con algo de amarillo).

Los ciudadanos ya habrían entrado en pánico, y cómo no, incluso aquellos que vivían lejos del Centro.

Y la Grosería que no se acercaba tanto aún.

¿Lo lograría?

ChTM -La Grosería- I. El antihéroe de Ciudad ManteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora