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En el pueblo de Encantó vive la famosa familia Madrigal, los cuales cada uno de sus integrantes han recibido dones únicos y viven en una hermosa casa llena de milagros; gracias a la vela que le da poder a todo.
Esto a llega...
Había pasado algunos días en desde que saliste a pasear por los caminos de encantó. Te habías encerrado por toda la inspiración que brotaba de ti, realmente creías que está vez terminarías tu novela.
Pero, como cualquier desgracia, tu madre te mando al mercado a comprar lo que comerían el día de hoy.
— ¡Mamaaa! —te quejabas, mientras que ella te preparaba todo para salir.
— No te quejes _____ García, has estado mucho tiempo encerrada en casa. —te dio el bolso para cargar el mandado, y una cartera para el dinero. — Sal y haz que te dé el sol.
Bufaste molesta, tomaste las cosas y solo saliste de casa sin comentar ni quejarte más. Tu madre era una testaruda y eso debías reconocerlo.
— ¿_____ es un vampiro? —pregunto tu hermanito a tu madre cuando te fuiste. Ella negó casi riéndose.
Pero estabas segura que desobedecerias; ya que te ibas por la sombra que daba las casas aunque tú madre dijera que te debía dar el sol, te sentías la mente malvada más grande.
— Excelente. —juntantes tus dedos al estilo el señor Burns.
Después reiste de manera malvada para ti misma, a lo que unos niños te miraron preocupados. Cuando lo notaste no pudiste evitar sonrojarte avergonzada.
— ¡U–Ustedes serán igual a mi de grandes, y no pueden escapar de ello! —posaste tus manos como garras, mientras ponías tu ojos en blanco para asustarlos. Pero ellos te miraron más preocupados.
— Que señora tan rara. —dijo uno de ellos mientras se iban y te dejaban sola.
Te golpeaste internamente por ello. Te preguntaste a ti misma por qué actuaste de manera tan infantil. Debías mantener el perfil bajo, por lo menos mientras ibas a un lugar tan público.
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Ya estabas terminando las compras de la lista que te dio tu madre, suspiraste casada por la bolsa tan pesada que llevabas. En estos momentos deseabas que mágicamente Luisa viniera y te ayudará, pero sabía que estaba con Verónica, Isabela y Dolores en una salida de chicas. Habían justo ido en la mañana todas juntas.
Por suerte sabías que tu madre haría tu comida favorita.
Miraste a todos lados, viendo como la gente comenzaba a resguardarse en sus casas con miedo y apuro. Confundida miraste a todos lados pero no viste nada peligroso, hasta que una gota te cayó en la cabeza. Y, como si de una caricatura se tratase, cayó una lluvia tan repentina pero fuerte que te dejo empapada inmediatamente.
— ¡La puta que te– —no terminaste de gritar por qué corriste hacia un espacio donde te pudieras resguardar de la lluvia.
Observabas como la lluvia solo parecía progresar aun mas. Miraste que las cosas que compraste estuvieran lo mas secas posible y en la mejor calidad, por suerte tu cuerpo había cubierto la bolsa. Querías esperar a que la lluvia, como sea que allá llegado, se vaya de la misma manera para poder secarte y comer que ya rugía tu estómago.
Respiraste algo frustrada, por suerte no habías llevado tu celular. Al menos salvaste a tu bebé de esa inminente muerte.
De un momento a otro sentiste algo más cálido rodear tu cabeza. Mirándolo bien tenías una tela siendo agarrada por dos manos por arriba de tu cabeza, era una hermosa tela de un coso amarillo. No podías ver el rostro pero ya sabías perfectamente de quién se trataba.
— ¿Para que me cubres si ya estoy mojada? —le preguntaste, un silencio profundo reinó entre ambos.
Pareciera que el no quisiera contestar, y tú tampoco quieres seguir cuestionandole la lógica al Madrigal, que, quizá ahora se está muriendo de vergüenza. Intento no reírse por arruinarle la lógica.
— Me gusta la lluvia, pero de lejitos. —comentaste, intentando hacer que Camilo hablara.— Recuerdo que siempre me enfermaba con estos climas...
Sentías como tú manos estaban frías, justo en los dedos. Intentaste (juntarlos para calentarlos/cubrirlos con las mangas de tu sudadera.) En busca de calor propio.
Pudiste ver cómo el quitó la tela por encima tuyo, observaste confundida como se quitaba su cosa amarilla y te la ponía a ti. Aunque estuviese mojada, la sentiste calida. Te quedaba un poco más grande algo que era claro ya que Camilo te superaba por algunos centímetros.
Al tenerlo ya puesto, el tomo tus dos manos y las puso entre las suyas, para después ayudar a calentarlas con su aliento. A pesar de lo sonrojada que estés, notastes que el realmente estaba decaído; el jamás paraba de hablar o mutar en personas solo para molestarte.
— ¿Esta todo bien? —dudaste en preguntar pero al final lo hiciste, el suspiro y te volteo a ver.
— Si, no te preocupes amargada, solo fue una discusión con mi mamá. —sonrio a medias, tu mente hizo un click cuando lo escuchaste; recordabas que la señora Pepa controlaba el clima, pero solo la viste hacer pequeñas nubes.
— Entonces creo que la discusión fue algo grabé si el clima este así. —miraste hacia el cielo, parece que iba a seguir así o hasta empeorar cuando sentiste el frío viento contra ti. — Se que no es correcto pero..., ven a mi casa mientras se calman las cosas, ¿Si?
— ¿No me obligaras a ir y arreglarlo? —pregunto Camilo incrédulo.
— Pues con estás lluvias tu casa queda muy lejos. Además, ambas partes a discusión necesitan descanso para remplantearsus ideas, para–... —viste como Camilo te miro aún más confundido por tus palabras tan técnicas. — ¡S–Solo ven y secate en mi casa, tonto!
Camilo dio una pequeña sonrisa más animado, no sabías como toda tus palabras sacadas de la wikipedia y tú "insulto" podían llegar a animarlo de esa manera.
Pero era mejor no pensarlo mucho e ir lo más rápido a tu casa antes de que se resfriaran. Te sentirías culpable verlo enfermo por tu culpa.
Aunque tu no lo obligaste a pelear con su madre para después escapar.
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Yo: *subo capitulo* bueno, a esperar la fama
*Me llegan 2 notificaciones de mi deuda con Coppel*
