Afuera, En La Realidad •• Cɑmilo Mɑdrigɑl y Tu

T E E N

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Capítulo 10
Desde tu ventana

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Te habías quedado ya bastantes horas en la casa Madrigal.
Parece que las chicas Madrigal te tomaron de su modelo y empezaron a probarte varias prendas, todas regalandotelas para recuerdo según ellas.

Ahora te ibas a quedar a cenar y dormir en Casita, se había hecho tarde y Antonio mando un tucán a tu madre con el mensaje de que te quedarías. Era algo divertido y emocionante esperar un mensaje así, obviamente tu madre acepto y lo comunico en su respuesta.

Sabías que Antonio podría hacer una empresa de mensajes por tucanes. Pero está chiquito hay que cuidarlo.

Dejando eso de lado. Ahora ayudabas a Mirabel a acomodar los platos para la mesa. Ambas estaban en un silencio cómodo, escuchabas como Mirabel parecía tararear una canción.

— ¿Que tarareas? —le preguntaste, ella se desconcertó un poco.

— Canto sobre mi familia. —acomodo los cubiertos.

La miraste algo confundida. — Eh... Espero no sonar irespetuosa, pero ¿Porqué?

Al parecer todos en este familia cantaban a mitad de una conversación, o incluso te platicaban cantando.

Que buen don para hacer rimas improvisadas.

— Pues algunos niños del pueblo son curiosos y aprenden mejor con una canción. —ahora Mirabel pasaba los vasos. Tu quedaste pensando un rato eso, si tan solo tu sistema educativo hiciese eso, bueno, saquenme de Latinoamérica.

Doña Julieta y Luisa llegaban ya con grandes cantidades de comida, poniéndolos sobre la mesa. Ahí fue cuando comenzaste a sentir algo de vergüenza; pues ibas a comer en casa ajena tu sóla. Rezaste a la virgen de Guadalupe de no terminar avergonzandote.

Ya todos se estaban preparando y sentándose en la mesa, tu te habías quedado algo confundida en donde te sentarías. De eso se encargo casita, empujando una silla y obligandote a sentarte en ella, te había sentando cerca de donde estaba Doña Pepa y Don Félix. (Osea, tu suegros).

— Buenas noches. —saludaste algo agitada por el empujón, pero con respeto, los modales hacen a la nuera.

— Oh, buenas noches también. —te saludo don Félix, observaste que una nube se formó en la cabeza de Pepa. — Pepa, cariño...

Decidiste voltear la mirada a otro lado. La familia Madrigal de vez en cuando era algo, como decirlo, espeluznante. Dolores se sentó alado tuyo para amortiguar un poco la carga negativa que daba su madre a tu pobre y pequeña existencia.

En eso pudiste observar cómo llegaba a la mesa el castigado de la familia, Camilo, ambos se miraron. Parecía que cuando llegó estaba totalmente triste pero al verte no pudo evitar sonreír. Aunque cuando estaba apunto de dirigirte la palabra, casita lo empujó en una silla y lo llevo hasta el otro extremo de la mesa.

Miraste el techo de la casa como, si fuera su rostro, con el ceño fruncido.

— ¿Enserio casita?

Observaste como en una ventana se abría levemente. Cómo si casita estuviese alzando los hombros.

Concluiste que hasta una casa tiene que seguir órdenes si es parte de una familia.