16 | Besos que matan.

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El sonido de algo sonando hizo a Eren abrir los ojos con pesadez. Pasó la mano por su rostro, restregando un segundo para poder espabilar. Bostezó con pereza, estirándose. Su mano chocó con algo, oyendo un quejido.

Jaeger se giró, al estar volteado hacia un lado, encontrando a Armin hecho un ovillo con las mantas hasta su cabeza, en dirección hacia donde él estaba, dejando ver sólo su carita.

Una sonrisa apareció en el rostro del trigueño, pasando sus dedos por el flequillo despeinado que salía de su caparazón de cobijas.

De nuevo el sonido que lo despertó llegó a él. Pudo reconocerlo como el toque de la puerta, después de que el timbre sonara un par de veces. ¿Quién mierda lo quería visitar tan temprano en fin de semana?

Se levantó, echando las mantas hacia un lado. La habitación era un desastre. La caja de condones había salido volando la noche anterior, esparciendo los sobrecillos por el suelo de la habitación entera y los hules usados sujetos con un nudo, también predominaban.

Sin preocuparse en absoluto y dando otro bostezo, abrió su cajonera, sacando un pantalón de franela, colocándolo en su cuerpo desnudo.

Colocando sus sandalias, salió de la alcoba, medio somnoliento aún. Sacudió su cabello al rascarse, en el momento en que se escucharon los golpes con más insistencia.

—Voy... —exclamó sin ganas, arrastrando sus pies, hasta llegar a la puerta, abriendo.

—¿Por qué no aten-...? —Mikasa calló, observando de arriba a abajo al trigueño. Su ceño se fue arrugando—. ¿Te acabas de mudar y ya trajiste a una mujer? —se quejó.

—¿Mujer? —Eren farfulló, rascando su oreja, más dormido que despierto—. ¿Qué dices? —Pero recordó. Recordó lo de la noche anterior, bajando su mirada a su cuerpo manchado por marcas púrpuras en su cuello, abdomen y torso en general.

Se cubrió con sus brazos, observando a Ackerman, quien le daba una mirada de molestia. Ella llevaba un porta café de cartón con dos vasos dentro y su celular en su mano libre.

—La gente se muda para este tipo de cosas pero tú fuiste relativamente rápido —habló la azabache, entrando al apartamento, sin una invitación.

Jaeger frunció el ceño, cerrando la puerta—: ¿Qué haces aquí tan temprano?

—Eren, es medio día —informó, parándose a mitad de la sala de estar, para darle una mirada de incredulidad.

—Por eso —soltó, restregando sus dedos en el puente de su nariz, dejando su peso en una de sus piernas, con su mano libre en su cadera.

Mikasa rodó los ojos, siguiendo su camino hacia la cocina, haciendo resonar sus cortos tacones contra el suelo.

—¿No vinieron los chicos ayer? —dijo, enredando sus pies con una prenda que estaba en el piso. Se inclinó, levantándola, notando que era una camiseta—. No tienes tiempo para guardar tus cosas, ¿pero sí para hacer eso? —Apuntó al cuerpo del trigueño.

—Uno: lamentablemente vinieron —musitó, levantando el dedo índice. Acompañó al anterior, ahora mostrando el dedo medio también—. Dos: me mudé para huir de mi madre, no te necesito reemplazándola. —Levantó un último falange, siendo el anular—. Tres: ¿por qué? —se quejó, señalando a la azabache con sus manos, dejando la palma hacia arriba. Esa pregunta iba referente a qué demonios hacía en su casa tan temprano.

Mikasa elevó y bajó sus cejas, ignorando el comentario de su amigo. Le lanzó la ropa, siendo recibida con simpleza por el más alto, mientras dejaba el porta café en el mueble junto a la estufa.

Party! || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora