19 | Intentar de nuevo.

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Ni siquiera la radio fue encendida ésta vez. El camino fue sin sonido alguno, más allá de las llantas desplazándose o las manos de Eren deslizándose por el volante.

Armin se había colocado la chaqueta de su mejor amigo, mientras observaba pasar las calles.

Estaba solitario, pasaba de la medianoche cuando el vehículo se detuvo frente a su hogar. Las luces estaban apagadas a diferencia de las casas vecinas. Sus padres habían salido a una cena sin motivo, diciéndoles que no los esperaran, por lo que estaba solo.

Debería haber regresado con Historia más tarde, pero no quiso quedarse más tiempo en la fiesta.

Eren lo miró con su ceño fruncido en preocupación, dejando su extremidad en el freno de mano. No entendía qué había ocurrido para que su amigo terminara en ese tipo de situación.

—Armin —murmuró, sus pupilas analizando las facciones del rubio.

—Dejaste... —habló en un susurro, mirando hacia el frente—. Dejaste a Floch —avisó, acomodando el cuello de la chaqueta prestada.

—Le dije que me iría.

El rubio asintió, guardando silencio. No quería pensar sobre Jaeger y el tipo de relación con respecto a Floch, pero le estaba dando razones. Y a cada razón, su pecho se apretujaba más.

No quería bajar del auto aún. No quería regresar a lo que habían estado haciendo desde hace un par de días. Estaba cansado de la distancia con el castaño que aumentaba con insistencia.

—Armin, ¿qué pasó allá? —soltó Eren, aún con sus pupilas sobre el menor.

El mencionado trató de exhalar con disimulo pero al hacerlo, salió de forma temblorosa.

—Si no quieres hablar lo entiendo —repuso—. Pero volvamos a hacerlo, ¿sí? —rogó, mirando el perfil del chico a su lado—. Volvamos a hablar pronto... —Apartó su vista.

No hubo una respuesta. El silencio volvió a tomar posesión del ambiente.

Y Eren se sintió tan... estúpido.

En cuánto a Armin, quería responder, quería decirle que sí a todo lo que el mayor dijera o pidiera. Sin embargo, sentía su voz quebrarse.

Estiró su mano, posándola sobre la que estaba aún en la palanca del auto, en medio de los asientos, ocasionando una exaltación por parte del trigueño.

La tomó, bajo las pupilas verdosas confundidas, llevándola hasta su regazo. La colocó con la palma hacia arriba, mirando la grande extremidad, con ese nudo en su garganta.

—¿Puedes...? —Tragó la molestia—. ¿Puedes quedarte conmigo hoy? —pidió, suplicando por que la respuesta fuera afirmativa antes de ahogarse en lágrimas. Acarició la piel, terminando por entrelazar sus dedos—. Por favor —rogó.

Jaeger permitió que sus dedos se juntaran. Se permitió salir del auto para acompañar al rubio a la puerta, volviendo a tomar su mano. Permitió volver a hundirse en el mar que era su amigo.

Subieron las escaleras de la casa sin decir nada más. No encendieron ninguna luz. Sólo caminaron hasta la habitación de Armin, dejándose caer sobre la cama, mirando el techo, sin soltarse.

La mente de ambos se llenó del mismo recuerdo. Solían acostarse de esa manera cuando alguno tenía un pésimo día; cuando Armin terminaba demasiado golpeado por sus compañeros después de algún juego de quemados en clase de deporte, sin Eren en su aula. Cuando Eren era reprendido por su madre por alguna estupidez adolscente que se le ocurrió hacer. Cuando Armin peleaba con sus hermanas.

Party! || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora