7 | Trece años.

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Eren soltó de su boca el humo, en dirección a la ventana abierta de su coche. Volvió a acercar el tubillo, dando una calada más al cigarro, dejándolo en sus labios.

Miró la pantalla de su celular. No había mensajes esperando, ni llamadas perdidas. Al menos no de la persona que esperaba. Soltó la exhalación por algún hueco de su boca y desbloqueó el móvil. Entró al buzón de mensajes de su mejor amigo: vacío.

Observó fuera de su auto, al estar sentado en el asiento piloto. La fachada de la casa de los Arlert, estaba impecable y deslumbrante, como siempre.

Habían pasado días desde la última interacción que tuvo con Armin. Con última, se refería a la vez que tuvieron sexo en esa fiesta de algún tipo extraño que no conocían.

Aquella vez, después de vestir al rubio y tratar de procesar lo que acababan de hacer, lo despertó para dejarlo en casa. No hubo palabras. No hubo conversación alguna. Sólo fue un camino en silencio. Con un rubio dormitando y un conductor con un nerviosismo que no supo de dónde salió.

Soltó de nuevo la calada de su boca y echó su espalda y cabeza hacia el asiento, sacando su mano por la ventana para sacudir un poco el cigarro.

Hace tiempo que no fumaba. No era muy fanático pero a veces sentía la necesidad. Igual, no es como si fuera una adicción, podía dejarlo cuando quisiera, sólo debía ser cuidadoso.

Y sí, llevaba alrededor de veinte minutos aparcado en la calle enfrente del hogar de su amigo. No podía bajar. Así como no se atrevió a contactarlo por teléfono en ese tiempo, no podía bajar. Significaría ver el rostro de Armin y... maldición que sólo recordaba escenas de esa noche.

Dejó salir un extenso y profundo suspiro, llevando sus manos a su cabeza para peinar los lados de su cabello suelto.

—Déjate de estupideces —balbuceó, prendiendo el coche para cerrar las ventanas y salir al fin, tirando la colilla del cigarro a sus pies para aplastarlo. Levantó su basura, echándola al cesto cercano y se dispuso a caminar, con valentía reunida.

Valentía que se esfumó al estar parado frente a la elegante puerta.

Observó la madera chillante, con su mano hecha puño, a punto de tocarla. Bajó su extremidad, mirando a uno de sus lados, con sus labios apretados y su ceño algo fruncido.

Volvió a plasmar su vista en la puerta, dispuesto a tocarla de verdad pero sólo pudo darse media vuelta con un quejido en su pensar.

Metiendo sus manos a los bolsillos de su pantalón, ocasionando ese ruido por algunas cadenas colgando de él, elevó y bajó sus talones, en un movimiento ansioso, con desesperación. Miró hacia arriba, inhalando de la leve corriente fresca que había en el ambiente, decidiéndose de nuevo.

Regresó a la puerta, dirigiendo su dedo al botón del timbre junto a ella. Se detuvo justo enfrente, sólo para llevar su mano a su nuca, bajo los largos mechones, bajando su mirada.

Estúpidos nervios. ¿Por qué carajo estaba tan nervioso? Habían tenido roces antes, sí. Y sólo... sólo llegaron al sexo. Tal vez de las mejores veces que ha tenido. Ajá, fue con su mejor amigo de toda la vida. ¿Qué pasaba con eso? Sólo se vieron desnudos. Antes tomaban duchas juntos, no era diferente.

Llevó una de sus manos a su rostro, dándose media vuelta. ¡Agh! ¡Claro que era diferente! Puta mierda que fue diferente.

De acuerdo. Al demonio con todo. No podía verlo todavía. No podía ver su bonita cara todavía. Adiós. Nos vemos. Ciao. Bye. Imposible, imposible, imposible, imposibl-...

La puerta se abrió, cuando su pie estaba a nada de bajar los escasos escalones. Se maldijo por ser tan idiota.

—¿Vas a pasar o seguirás tonteando en tu auto? —habló Historia.

Party! || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora