6 | De ayudas necesarias.

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La fiesta de la facultad llegó unos días después. Eren se mantenía tendido en uno de los sofás de la sala de estar, con la música a todo volumen y sus ojos monitoreando las risas que daba el ojiazul que lo dejaba atontado.

Genial. No sabía qué pensar al respecto.

Regresaban juntos de la escuela. Se tomaban las manos frente a sus hermanas. Seguían siendo amigos. Todo normal.

Pero estaban comportándose como unos malditos niños.

Armin no le dirigía la palabra. No había más besos. No había más abrazos. No había más de eso. Sólo continuas guerras entre el azul y verde de sus iris. Simples miradas llenas de tensión que a tan sólo segundos de romper, el rubio los interrumpía a propósito, alejándose.

Floch no se había aparecido. Mikasa estaba a su lado, tonteando con Sasha y el plato en sus manos repleto de postres. Los demás estaban perdidos en la barra, combinando bebidas a lo desgraciado para terminar empinándolas por su garganta. Armin reía con ellos, tomando de vez en cuando y el estúpido de Jean no le quitaba la mirada de encima.

Su ceño se frunció, hundiéndose en su asiento, al ver como el de cabellos cenizos se acercaba al ojiazul, colocando su mano en su espalda baja e inclinándose hacia su rostro.

Arlert terminó por reír con ese gesto forzado, cuando el de cabellos cenizos le dijo algo al oído. Se hizo a un lado, quitando el agarre del alto, diciéndole algo para dirigirse a donde Connie, del otro lado de la barra.

Eren sonrió, burlándose de Kirschtein.

Sin embargo, esa gracia desapareció de su boca, cuando sus ojos siguieron al rubio atravesar el pasillo, desapareciendo de su vista y al instante siendo seguido por Jean.

Ah, mierda. Todo era una mierda. Presentía que lo de la fiesta anterior se repetiría, con el de cabellos cenizos rondando al ojiazul. Acababa de descubrir que no le agradaba esa idea.

Chasqueó su lengua, levantándose. Necesitaba un cigarrillo para relajarse.

—Eren, ¿a dónde vas?

—Al baño, no me sigas —le respondió a Mikasa.

Caminó por entre las personas alborotadas al son de la música y los vasos chocando, llenos de alcohol.

Se adentró por el pasillo, con sus manos en los bolsillos de su pantalón, ignorando a los jóvenes cuando pasó junto a la barra.

Miró el inicio de las escaleras, pasando de ellas, cuando sintió como lo empujaban a la pared, golpeando su espalda con ligereza en la superficie.

—Oye, ¿qué diablos te ocu-...? —Sus ojos se abrieron, al ver que las manos que sujetaban los extremos de sus brazos, eran las mismas con las que hace días entrelazaba sus dedos.

Armin lo sostenía, mirando alrededor, de un lado a otro. Sus pupilas se posaron sobre las de Jaeger.

—Necesito que me ayudes.

Eren soltó una risa—: Claro, amor, ¿qué más necesitas? —Sus palabras estaban cargadas de ironía. Aunque no se sintió mal decirlas.

Arlert quedó en blanco un segundo, parpadeando un par de veces ante el inusual sobrenombre recibido. La sangre se acumuló en sus mejillas.

—Lo siento... —murmuró, sin desaparecer ese rojizo en sus mofletes.

—Te he estado ayudando desde hace días, ¿no es suficiente para tu rabieta? —volvió a hablar, empezando a fruncir su ceño.

Armin lo soltó, llevando sus manos a su cabello echándolo hacia atrás unos segundos, con su mirada en la puerta del patio, al fondo del corredor. Se notaba fastidiado.

Party! || EreminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora