La gente se escondió en sus casas, cuando advirtieron que Bills se acercaba. El hombre que sirvió de anfitrión para Goku y compañía, huyó en un pequeño trineo tirado por perros dejando la villa. En su ausencia, viéndose solas y al lugar abandonado a su suerte, las mujeres subieron con aquellos hombres para pedirles que se escondieran.-Si Bills los encuentra aquí será peor. Está vez los matará y con ustedes a toda la gente de aquí-le dijo la de cabello azul, que en ese momento les dijo se llamaba Bulma.
Ninguno estaba muy feliz con la idea de ocultarse, pero en condiciones de luchar no estaban. A regañadientes Goku y Vegeta aceptaron esconderse en un sitio bastante incómodo. Desde su ubicación, podían ver la calle principal por una ventana. Allí fue donde Bills detuvo su trineo y comenzó a exigir una explicación a los habitantes que no escapaban de su potente voz, ni en el más remoto de los rincones de sus casas. Nadie salió a dar una respuesta. Ni un sonido interrumpía el funesto silencio que se apoderó de la villa de San Whiss aquella tarde al filo de la noche.
-Son unos cobardes- les dijo en voz baja- ¡Si tanto querían acabar conmigo, vengan a hacerlo ahora que estoy solo! ¡Yo soy uno, ustedes más de cien! ¡¿Qué esperan?!- les gritó a todo pulmón extendiendo sus brazos hacia los costados con una actitud desafiante y buscando con la mirada a algún valiente, pero no hubo tal.
El desprecio por aquel lugar iba en aumento en Bills cuando un disparo quebró la escena,
derribandolo, de espaldas, sobre la nieve. Solo el relinchar de los caballos se escuchó después de aquel tiro, cuyo percutor salió desde un callejón al costado de la calle principal. Envuelta en un abrigo azul, con bordes de piel blanca, apareció una mujer de rubia melena con un mosquete entre las manos.-Lazuli- exclamo Bulma al verla. La mujer de cabello azul estaba entre Goku y Vegeta, observando la escena.
La rubia se aproximó con cautela hacia el cuerpo inmóvil de Bills. El rostro del sujeto estaba de costado, sus ojos permanecían cerrados y sus brazos extendidos, haciendo una cruz con el resto del cuerpo. Lazuli le pateó una pierna logrando sacudir al tipo, pero no hubo ninguna respuesta. El alivio brotó de los azules ojos de la mujer que sonriendo triunfante le dió un golpe en la cara, a Bills, con el arma que cargaba.
-Estas muerto infeliz- le dijo y lo escupió- A ver si ahora puedes atormentar al diablo en el infierno, bastardo.
-¿Atormentar al diablo? Eso suena interesante- le dijo Bills al sujetarla por el tobillo y abrir los ojos.
La mujer no tuvo oportunidad de hacer nada. Él la derribó y se le montó encima para destruirle la mandíbula de un puñetazo inclemente. Lazuli quedó medio inconsciente con el impacto, pero eso no la libró de lo que vino después. A mano limpia, usando sólo sus garras, le destrozó el atuendo para hundir su mano en su vientre y tirar de las entrañas de la mujer como si lo hiciera de las hebras de una madeja de lana. Los que presenciaron aquella escena quedaron horrorizados. Es que Bills parecía un demonio que estaba jugando con una muñeca a la que, literalmente, le quitaba el relleno con un ánimo travieso. Sus ojos brillaban de gusto mientras tiraba los intestinos de Lazuli y está gritaba de dolor y terror al ver cómo sus entrañas salían de su cuerpo como unos espaguetis. Al fin, después de varios minutos de agonía, la mujer sucumbió y su cabeza cayó indolente con una perpetua expresión de horror en el semblante. Sus vísceras terminaron sirviendo de alimento a unos perros callejeros, que con ansiedad devoraron el insólito festín. La sangre de Lazuli pinto la nieve, de su cuerpo abierto escapaba un vaho y la luz de la luna convirtió el terrible escenario en uno todavía más espantoso.
-Una mujer dio la cara por todos ustedes. Deberían levantarle un monumento con una leyenda como: "En honor a la única persona con cojones de la villa"- les dijo Bills viendo una de sus ensangrentadas manos-A los hombres parecen haberlos castrado...

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Tirano.
أدب الهواةEn todas partes Navidad es motivo de alegría y amor, pero en esta tierra esa noche es sinónimo de angustia y dolor gracias a su gobernante.