🍁 Capitulo Ocho 🍁

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Jacob, dieciséis años.

Mi cuerpo pesa, la alarma lleva sonando más de cinco minutos y no tengo ganas de levantarme. Más que estar calentito, no quiero llegar y que empiecen a molestarme.

Llevan más o menos dos años molestándome, entre cuando tenía catorce, era invisible, hasta que un chico, Cale, empezó a molestarme; al principio eran pequeños empujones, "pequeños" golpes en la parte trasera de mi cabeza y así fueron aumentando de nivel. Cara y brazos, están prohibidos para ellos, solo golpean los que saben que puedo ocultar con ropa; abdomen, espalda y piernas.

Aun no se como he aguantado tanto, no se como he podido seguir viviendo, cuando me apago cada día.

Estrujo mis ojos, resoplo y me levanto.

Acostumbro a tomar una ducha antes de ir al instituto, más que por higiene, es para quitar la pesados de mi cuerpo y rebajarlo un poco antes de que se tense el resto del día, al menos hasta las dos de la tarde, que es la hora que regularmente regreso de el.

Lavo mis dientes y tomo una ducha rápida. Me pongo un pantalón de chándal y una chamarra simple color gris, mi color favorito. Mamá me la regalo para mi cumpleaños pasado con un libro incluido; Besar a un ángel de Susan Elizabeth Philips.

Tomo mi mochila del escritorio que esta frente a mi cama, paro un momento y me apoyo en este, suspiro, preparándome para los ue se que pasara hoy. Lo mismo de siempre.

Eres fuere, Jacob, tu puedes, solo resiste un poco más.

Cuando voy bajando las escaleras, escucho murmullos, reconozco la voz de mi madre y... la de Amy.

Esa niñata, me vuelve loco, con tan solo catorce años, es alguien muy insistente. Ella es una gran compañía para mi la conocí hace tres años, cuando tenía once apenas cumplidos. Ella me hizo reír demasiado la primera vez que hablamos, ella comenzaba su último año de primaria y yo el primero de secundaria, gracias a que papa nos dejó tuve que dejar de estudiar un año por faltado dinero, en ese tiempo mama conoció a los padres de Amy y ellos le dieron trabajo, y hoy vivimos establemente.

-¿Quieres desayunar, Amy? -mamá le pregunta a Amy, me asomo levemente en un pared, para ver como reacciona.

Amy le da una sonrisa, pero niega con la cabeza.

-No. Papa se encargo de hacer el desayuno esta mañana. ¿Crees que le de tiempo a Jake de desayunar? Es tarde y no me gustaría que se fuera sin comer. -la preocupación es notable en Amy.

Puede que ella conozca mis problemas de alimentación, y que me molestan en el instituto, pero lo que ella no sabe es que cada día que pasa mis ganas de vivir se van, mis razones por las cuales quedarme se agotan, y por más que ame a mamá, no puedo con esto.

Las lágrimas se agrupan en mis ojos, los cierro levemente, intentando contenerlas, pero se derrumban sin parar.

-Se que algo le pasa a mi niño, y, Amy, cuídalo. -la suave voz de mamá suena, causando que más lágrimas caigan.- Se que el sufre internamente, he intentado ayudarlo, pero no deja que lo haga. Se que tu también tienes problemas, pero quiero pedirte que cuides de el cuando yo no esté, trabajó tanto para pagar esta casa que a veces descuido a mi niño, pero lo amo y quiero verlo bien. No quiero que se derrumbe, y que... -Su voz se quiebra- ni siquiera puedo pensarlo, solo quiero pedirte que estés pendiente diente de el.

-No es problema para mi cuidar de el, Elenis, al contrario, me encanta pasar tiempo con el y si con eso puedo ayudarlo y hacerlo sonreír, no voy a abandonarlo. El es importante y pueda que solo tenga catorce, pero se lo doloroso que es tener miedo, y por lo mismo, no voy a dejar que Jake se rinda, sabes que lo quiero y no pienso abandonarlo, nunca. -la voz de Amy suena tan segura que hace que una sonrisa se pose en mis labios.

¿Me ayudas? +21Donde viven las historias. Descúbrelo ahora