CAPITULO 40

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Desperté a medio día, la habitación estaba muy iluminada por las ventanas descubiertas. Me rasqué los ojos y me incorporé para levantarme, sentí un terrible dolor en la parte baja de mi abdomen, lo que había pasado ayer con Brahms fue tan placentero y doloroso a la vez, creo que ahora estoy pagando por ello.

Caminé al baño para lavarme el rostro y los dientes, vi que la regadera estaba húmeda supe que él se había dado una ducha pero ni siquiera me di cuenta. Bajé las escaleras, caminaba lento, creo que mi cuerpo me duele más, me dirigí a la cocina para sacar unas pastillas de un cajón, me tomé dos y me tomé un gran vaso con agua.

—Hola —escuché detrás mío, sonreí e inmediato borré mi sonrisa, volteé a verlo serena. Estaba recargado en el marco de la puerta mirándome.

—¿Dónde estabas? —pregunté dejando el vaso en la mesa y caminé hacia a él.

—En la sala, estaba leyendo.

—¿Ah, sí? ¿Qué leías?

-Una historia de fantasmas —aproximó un beso en mi mejilla, yo me quedé como tonta sin saber como reaccionar—. Te hice hot cakes... tal vez no tengan mucho sabor, no soy bueno en la cocina.

Yo reí y me acerqué al plato que estaba tapado de otro plato, lo quité y miré tres hot cakes, estaban deformes, solté otra risilla por la extraña figura de ellos.

—Gracias, que rico —abrí el refrigerador para sacar la miel, la mantequilla y unas pasas.

Me senté en la mesa y comencé a comer, le faltaba un poco de sabor pero estaban deliciosos, Brahms me miraba esperando una reacción mía.

—Saben muy bien —le dije, él sonrió y se acercó a la mesa a hacerme compañía—. Oye, ¿a qué hora despertaste?

—No recuerdo... creo que desperté a las diez, ¿por qué?

—Ni siquiera me di cuenta cuando te levantaste.

—Estabas muy dormida, te iba a despertar pero lucías como si estuvieras disfrutando tu sueño y no lo hice —se quedó pensativo y lo vi sonreír, algo le había causado gracia—. Estabas roncando.

—¿Qué? —dije con asombro—, ¿yo roncando?

Él asintió soltando una risilla.

—Roncas fuerte —me miró enchinando los ojos, yo me reí, ya me imagino como serán mis ronquidos—. Me doy cuenta que tienes el sueño muy pesado.

—¿Por qué lo dices?

—¿Es en serio? —me preguntó incrédulo—, en la mañana hice mucho ruido cuando cociné esos hot cakes, se me cayó una basija donde tenía la harina, hizo un ruido escándaloso y pensé que despertarías, también se me cayó la escoba donde barrí la harina.

—¿Todo eso hiciste solo por unos hot cakes? —pregunté riendo, me imaginaba todo su desorden.

—Sí, soy muy torpe —bajó la mirada sonriendo—, pero veo que te gustaron, creo que eso lo recompensa todo.

Yo asentí. Terminé de comer y me levanté como pude, lavé mi plato sucio y cuando terminé me volteé a ver a Brahms, no dejaba de mirarme.

—¿Qué ocurre? —dije sonriendo confundida.

—Veo que apenas puedes caminar.

Yo reí—. Pues claro, estoy adolorida por mis heridas —lo miré y él sonrió.

—Sí pero también por lo que pasó ayer... ¿Te lastimé mucho?

—Bueno... no, no tanto.

—Que bueno, pensé que sí, ayer me excedí y no me puse a pensar bien.

Mi Pecado Más Dulce | Brahms y Tú | Donde viven las historias. Descúbrelo ahora