IX.

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19 de noviembre del 2001.

La voz del señor Miller se escuchaba por todo el despacho, Zac, Zaid y yo estábamos de pie formando una hilera a un costado de la pantalla de presentación mientras el hombre robusto estaba manoteando al aire mientras gritaba al mismo tiempo que iba por toda la habitación.

– Señor...

– ¡Y lo peor es que dejaron que el accionista le comprara acciones a una cadena que nos está haciendo competencia!

– Pero, señor, esa no es nuestra obligación – habla Zaid.

El señor Miller se detiene abruptamente y nos mira seriamente. Le doy un leve golpe con el codo a Zaid.

– ¿Cómo dices? – pregunta.

– Dijo que no es nuestra obligación – Zac repite lo que Zaid dijo – Y tiene razón.

El señor Miller frunce su ceño incrédulo, pasa su vista por los dos chicos y trago en seco queriendo enterrar mi cabeza en la tierra. Ninguno dice más nada, mantienen firme su posición y dudo si estarán respirando porque ni siquiera parpadean.

– Zac, ¿Cuál es tu obligación en la empresa? – pregunta el señor Miller.

– Negocios internacionales, yo le consigo a sus accionistas de otros países-

– ¡Ah! Te encargas de los accionistas internacionales – reafirma el señor Miller interrumpiéndolo.

– Sí señor, pero este era un accionista local. Me encargo de asociaciones y relaciones internacionales – relame sus labios – Y a veces arreglo las cuentas que su asistente contable no puede.

Sonríe por lo último dicho y vuelve a relajar su rostro. El señor Miller queda con la palabra en la boca, piensa unos segundos y pasa a ver a Zaid quien se encontraba sin expresión alguna en su lugar.

– ¿Cuál es tu obligación en la empresa, Zaid? – pregunta una vez más.

El pelinegro mete sus manos en los bolsillos de su pantalón.

– Comencé en edición y marketing, y ahora me encargo de relaciones públicas.

Comenta tranquilo, ninguna facción de su rostro se ha movido a excepción de su boca. El señor Miller vuelve a quedar sin que quejarse.

– Bueno... – el hombre intenta con todas sus fuerzas lograr encontrar una queja que los involucre.

– ¿Tiene hambre señor Miller? Íbamos a comer algo a la cafetería – dice Zac mirando la hora en su reloj digital.

– No... Yo... – habla confundido – ¡Esta empresa nunca hacen nada bien!

Es lo único que grita, se da la vuelta y sale de la sala de presentaciones. Los tres caminamos hasta la puerta, asomamos nuestras cabezas y vemos el camino que ha tomado el señor Miller. Zaid se adentra nuevamente, nos mira y en su rostro aparece una sonrisa que acaba convirtiéndose en risas.

– Tres años, Tres años llevamos en esta empresa y ese hombre todavía no sabe nuestros puestos – me quejo después de haber votado el aire acumulado que tenía por el miedo.

– Un día de estos se le olvidará su puesto y se despedirá a él mismo – vacila Zac y Zaid ríe.

– Vamos a comer, me muero de hambre – dice.

Ambos asentimos, salimos de la sala de presentaciones y nos dirigimos a la cafetería del primer piso. El elevador estaba lleno, así que nos tocó tomar las escaleras encontrándonos con Ana quien maldecía su condición física para subir unas simples escaleras.

ESCONDIDO EN SU SOMBRA [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora