XIV

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3 de enero del 2002.

Busco debajo de la cama de Atticus mis zapatos. El castaño tenía un desorden tan grande que encontrar una simple cosa podría llevar mil años, tal vez pueda convencerlo de limpiar el cuarto luego.

Me acomodo una vez más la sudadera enfrente del espejo y salgo de la habitación dejando a mi mejor amigo envuelto entre las sábanas. Bajo las escaleras en pequeños trotes, entro en la cocina por algo de jugo y me encuentro con la señora Edvane tomando una taza de café mientras lee una revista científica.

La mamá de Atticus me observa por encima de las hojas, sus ojos me escanean completamente, como si estuviera siendo crudamente juzgado por Dios. Me remuevo incómodo y aclaro mi garganta

– Buenos días, señora Rose – saludo y por fin me decido en seguir mi camino al refrigerador.

Ella no me contesta, solo sonríe, toma un sorbo de su café y regresa su atención a la revista.

La señora en realidad no era mala persona, fue la primera en recibirme cálidamente cuando Atticus me trajo por primera vez a su casa. Ella suele estar más en casa que su esposo, pues trabaja en artículos científicos sobre proyectos y teorías astronómicas. Rose Edvane era una buena madre, no sabe mucho de su hijo, pero lo intenta. A veces se deja llevar mucho por la autoridad del Señor Edvane, pero luego reafirma su posición en esta casa como madre y esposa, entonces todo parece equilibrarse nuevamente.

Guardo el jugo nuevamente en la nevera y lavo el vaso dejándolo escurrir.

– ¿Vas a salir? – pregunta sin mirarme.

Asiento en silencio, pero luego recuerdo que no me está viendo.

– Sí, señora.

– ¿Atticus?

– Está dormido. No demorare, sólo quiero comprar algunas cosas de uso personal – digo todo tan rápido que me quedo sin aire.

Ella cierra la revista, la deja encima de la mesa y toma su taza de café para terminar el resto.

– León, ¿te puedo pedir un favor? – su voz es suave, pero dominante a la vez.

Siento que aunque me lo preguntara, es una obligación que tendré que acatar sí o sí.

– Claro, dígame – respondo.

– No vuelvas a pelear con tu hermano nuevamente. Los sentimientos reprimidos terminan por dañar también a quienes te rodean – dice simple.

Se levanta de su asiento, se acerca hasta mí y me acomoda el cabello desordenado.

– La familia es importante, ausente o no, ellos siempre tendrán las palabras correctas para guiarte – sonríe cautelosa

Sus palabras generan un remolino en mis emociones. Debo tenerla agotada por tener su casa como mi refugio de mis responsabilidades emocionales y a su hijo como mi confidente a tiempo completo. Sin embargo, sé que también lo dice para ayudarme, y es que sí quería hablar con mi hermano, simplemente que no tenía ni la más mínima idea de cómo hacerlo y sobre todo, tenía miedo, mucho miedo.

Agradezco el consejo, sonrío y salgo del lugar. Me dispongo a caminar hasta el minimarket más cercano. Entro, agarro una canasta y me dirijo a la zona de aseo personal. Busco mi shampoo favorito, porque él de Atticus me estaba dañando el cabello por completo. Alzo mi vista inconscientemente y a lo lejos diviso como se acerca la señora Martha buscando algo entre los utensilios de aseo.

"Me lleva la..." pienso.

Miro a todos lados alarmado, queriendo ocultarme lo más rápido posible para no hablarle. Me doy la vuelta y trato de escabullirme, pero ella ya me ha divisado y por siguiente, ha mencionado mi nombre.

ESCONDIDO EN SU SOMBRA [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora