destinos entrelazados

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Corcus hacía movimientos raros y algunos soldados que cabalgaban a sus espaldas, se reían de él, pero aunque estuviera haciendo el ridículo las chicas seguían gritando su nombre. Los dos chicos rubios, Rickert y Judeau, llenos de pétalos de flores lanzadas por los ciudadanos, estaban rígidos y rojos como tomates, pasando algo de vergüenza. Casca también estaba sonrojada ante la bienvenida del pueblo por la victoria. Los niños correteaban al lado del corcel de Pippin y este sonreía amablemente, como un hermano mayor orgulloso. Guts en cambio estaba perdido, confuso y agradecido por aquel recibimiento, cabalgaba al frente junto con Griffith, que saludaba a la muchedumbre con su mano. Algo más atrás se encontraba Bryn, cubierta con su capa y también escondiendo su cara con la gran capucha de ésta. No pretendía mantenerse en el anonimato, pero estaba incómoda y algo avergonzada también, así que en vez de ir por ahí con la cara colorada, prefería parecer una intimidante parca.

Se acercaban al palacio real, donde esa misma noche tendrían una cena en honor a la Banda del Halcón y al fin de la guerra, aunque la verdad, lo más importante del evento sería la presencia de Griffith. La princesa Charlotte empezó a gritar desde su balcón, llamaba el nombre del capitán, pero con el griterío de la gente, él no pareció escucharla. Bryn sí miró en su dirección, la princesa se había acicalado adecuadamente, estaba igual de hermosa que cuando partieron y ahora miraba al albino con cierto brillo en sus ojos. Bryn tragó saliva y pasó sus ojos a otro balcón que estaba cerca, se sentía vigilada. Se encontró con unos ojos felinos y delicados, desprendían algo de malicia e ira. La reina también miraba al capitán, pero en sus pupilas no había brillo, hablaba con un tipo bajo y calvo que se encontraba a su lado, se tapaba sus labios con un abanico, muy sinuosamente.

- ¡No te hagas la misteriosa!- Rickert le quitó la capucha por detrás, asustándola y se posicionó a su derecha sonriéndole.

Ella lo miró mal e iba a rechistar, pero Judeau por el otro lado, le lanzó uno de los muchos ramos de flores que le habían lanzado a él y casi parecía coleccionar. Ella lo atrapó y decidió dejar pasar la situación, sonriendo, de todas formas, era un momento de celebración. Volvió a mirar hacia arriba y ya la reina no estaba, le pareció sospechoso, quizás le dijera a Griffith más tarde.

- Es raro que no sepas peinarte, creí que la más descuidada y masculina de aquí, era yo.- Casca peinaba el pelo negro de Bryn con calma.

- No sé ni hacer una trenza, soy muy patosa. Cuando era pequeña una amiga era la que siempre jugaba con mi pelo y me hacía peinados increíbles. Era un artista...- Bryn sonreí apenada.

- ¿La echas de menos?

- No sabes cuánto...

- ¿Y por qué sigues aquí? ¿No puedes volver a tu hogar?

- Yo ya no tengo un hogar, supongo que la Banda del Halcón es lo único que tengo ahora.

- Te entiendo bastante, es triste, pero a la vez me hace feliz, eso significa que te quedarás por aquí.- clavaba algunas pinzas en el cabello de la chica.- Ya está terminado, mírate, espero que te guste.

Bryn se levantó de la silla y se fue a mirar al espejo de plata de la habitación. Hacía tiempo que no veía su reflejo y ahora al estar tan peinada y maquillada casi ni se reconocía. No pretendía ser narcisista, pero se sentía realmente linda. Casca le había hecho un recogido precioso, acicalando su pelo algo rizado en un mono alto y unos mechones le caían en la frente haciéndose ver no muy arreglada demasiado. Simplemente había manejado para coger su personalidad y convertirla en un tocado. Cosas como esas le recordaban a los buenos momentos de su vida, se giró hacia la chica que ya estaba vestida y peinada, algo nerviosa por la opinión de su amiga y sonrió de oreja a oreja.

Legendary Lovers (Griffith × OC) [Berserk] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora