lujuria cegadora

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Los cascos del viejo caballo resonaban por los adoquines de piedra del camino. La puerta del castillo ya se apreciaba bastante bien. Había dos guardias gigantescos guardándola y las almenas de arriba, estaban repletas de arqueros, que aunque no parecían alerta, cualquier movimiento brusco, podría significar una muerte inmediata.

- Deja de temblar, Rickert, todo saldrá bien.- Bryn susurraba a su joven pasajero que la acompañaba en la misión. El chico iba subido también al caballo, pero se agarraba fuerte de la cintura de la chica por detrás, desconfiaba de ese plan, le parecía muy temerario.

- ¿Cómo sabes eso?- normalmente los hombres no prestaban atención a las mujeres y los niños, pero en una época de guerra y momentos de tensión como esos, nadie sabía lo que podía pasar con certeza.

- Porque ya he hecho cosas parecidas cientos y cientos de veces.- a unos metros antes de llegar al portón, paró al animal y ella bajó, encaminándose hacia los dos hombres, que ya la apuntaban con sus lanzas con cara de pocos amigos.

Rickert, debajo de su capa, la miraba hablar tranquilamente con los porteros. Con ella se sentía seguro, pero nunca le dijo cómo pensaba entrar a aquella fortaleza llena de enemigos. Griffith les dio tres días, si en ese plazo no sabía nada de ellos, la Banda del Halcón, atacaría el castillo según el resto de su plan. Si todo salía bien, ellos volverían al campamento y según la información aportada, la batalla ocurriría de una forma u otra.

- ¡Llegaron bufones reales! ¡Dejadles pasar!- gritó uno de los porteros y Ricket dio un salto en el sitio y Bryn volvía al caballo.

No se montó, sólo agarró las riendas para guiarlo hacia dentro. Al menos ocho hombres hacían falta para darle a la gran manivela que abría la puerta desde dentro. Desde fuera quizás se podía ver como cualquier otro castillo medieval, pero el interior estaba igual de devastado que los campos de guerra que lo rodeaban. Donde entraron los jóvenes, en un día normal antes de la guerra debería haber estado lleno de puestecillos, tiendas e incluso orquestas y bailarines, como es cotidiano en un foro y mercado público, pero todo eso era sustituido por guerreros borrachos, cuerpos de gente amontonada y ruido de herreros forjando y reparando armas. La paja del suelo que comían los animales, estaba mezclada con excremento y sangre. Rickert se quedó helado por la escena, la Banda del Halcón no tenía nada que ver con esos bárbaros. Un hombre ebrio y corpulento de acercó a la pareja y agarró de la muñeca a Bryn.

- ¡Una mujer! ¡Una mujer!- gritaba con alegría, zarandeándola.

- ¡No la toques! ¡Le pertenece al Rey!- un caballero salió a defenderla, pero el hombre seguía sin quitarle las manos de encima.

- ¡El Rey ya tiene muchas amantes! ¡Mis hombres también necesitan una distracción!- una hoja de espada pasó entre ella y el agresor, cortándole el brazo a este último.

Empezó a gritar de dolor, revolcándose por el suelo, intentaba parar la hemorragia con su otra mano intacta. Bryn miró asustada a la mano cortada que aun la agarraba con fuerza y se la quitó de encima ahogando un grito. Estaba segura de que esos hombres eran unos trogloditas, pero no hasta el punto de no pensarse dos veces para hacerle daño hasta a un aliado.

El caballero los guio, disculpándose por la intromisión y dejando a aquel hombre en el suelo, desangrándose, posiblemente hasta la muerte, ya que nadie se molestaría en ayudar a alguien que había creado problemas. Pasaron otro muro para salir del caos de los soldados rasos, para adentrarse en otro desbarajuste aun peor. Allí estaban los campesinos desaparecidos de las aldeas, encerrados en jaulas inmensas, con barrotes gordos de madera dura y encima de carros de caballos. Estaban en fila, como esperando para ser transportados a algún lugar.

Legendary Lovers (Griffith × OC) [Berserk] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora