El consuelo

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En este punto, Leo junto con su equipo ya estaban paseando por la zona de la biblioteca de la casona.

La verdad, es que para el joven castaño el lugar le traía varios recuerdos, pues fue ahí donde había conocido a Don Andrés y al Alebrije, aun recordaba lo difícil que fue encontrar la puerta secreta que llevaba al lugar.

Al ver la biblioteca a su alrededor, el ex-cazafantasmas no pudo evitar el que una leve sonrisa se posara en su rostro puesto a que, decir que el lugar le traía recuerdos era quedarse un tanto cortos.

Pues, es como si literalmente hubiese regresado al pasado y volviera a tener 9 años, cuando le toco conocer al fantasma de cierto viejo caballero de armardura medieval y a un alebrije de múltiples colores y es muy fanático de la comida.

Pero, justo ahora había también otra cosa que tenia a su mente intranquila, y era el estado emocional de su equipo.

Después de que el Charro Negro les hiciera vivir en carne propia sus mayores miedos, todos se veían mal, muy decaídos.

De cierto modo, verlos de esa misma manera era como verse a si mismo a través de un condenado espejo, y mas antes de que fuera su batalla contra la Nahuala.

Y por lo tanto, el debía de buscar el modo de arreglarlo.

-Escuchen antes de que sigamos, creo que ya es el momento de que hablemos. -dijo Leo a la vez que se detenía y atrayendo la atención de los presentes.

-¿De qué hablas Leo? -pregunto Marcela a la vez que desviaba un poco la mirada.

-Miren, yo se que no ha sido desde que el Charro Negro les hizo ver aquellas visiones, en mi vida como cazafantasmas he visto cosas que a veces siento que es mejor olvidar y por eso mismo, no nos vamos a ir de aquí hasta que hablemos acerca de lo que paso. -dijo Leo con lo ultimo a la vez que se cruzaba de brazos.

En ese momento, en el ambiente se comenzó a sentir cierta clase de tensión que solo se remarcaba con el enorme silencio que estaba reinando ahí mismo.

Leo podía ver como cada uno de su equipo les veía el rostro a cada uno de los miembros de su equipo y notaba que les pesaba recordar lo que aquel maldito ente les llego a mostrar en sus mentes.

Pero lo que mas le ha llamado la atención, era escuchar como un sollozo poco a poco enpezaba a resonar, es ahí cuando el se percata ni mas ni menos que de Valentina quien tenia los ojos cerrados pero aun así no podía evitar que de los mismos empezaran a salir que quizás pronto acaben saliendo de sus globos oculares.

Al ver a su amiga en ese estado, el muchacho no duda ni un momento y va hacia ella para envolver su cuerpo con sus brazos de manera que le da un cariñoso abrazo, a lo que la joven solamente atina a devolverle aquel gesto mientras escondía su rostro en el pecho de el.

-E-Es solo... q-que lo e-extraño mucho Leo. -dijo Valentina a la vez que temblaba levemente mientras seguía con el rostro pegado al pecho de su amigo.

Para Leo, era obvio saber que el dolor de Valentina hacia su padre aun le seguía prevaleciendo y, quien sabe si tendría reparación.

Es decir, de cierto modo el entendía esos sentimientos debido a la perdida de sus padres, pero a diferencia de Valentina el los había perdido muy joven y, ella vivió casi toda su vida con el suyo hasta hace varios meses cuando ocurrió el incidente de las momias.

Sabía que era difícil, y muy posiblemente de mal gusto llegar a comparar su dolor con el de ella, pero a estas alturas era necesario decir algo al respecto. 

-Vale yo, mira yo se que estos últimos meses sin sido duros desde lo que paso con las momias, y créeme que no me imagino lo que has de haber sufrido, lo que aun debes de seguir sufriendo sin tu padre. -dijo Leo con lo ultimo a al vez que evitaba el ver a su amiga a la cara.

El Regreso del Charro NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora