Studio

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Un solitario niño de tal vez 8 años se escondía bajo un escritorio en posición fetal con ambas manos en sus orejas y los ojos fuertemente cerrados con mares de lágrimas que caían de ellos surcando sus rellenas mejillas para terminar en sus rodillas, su boca dejaba salir uno que otro sollozo y todo su cuerpo temblaba entre el llanto y el miedo.

Emilio se encontraba encerrado en el estudio de su papá mientras en el piso de abajo se reñía una acalorada discusión entre sus progenitores, siendo más bien gritos sin sentido culpabilizándose mutuamente de que su hijo fuese así de "defectuoso", mientras su madre tachaba a su padre de agresivo, el hombre la tachaba de desobligada, siendo ambas premisas ciertas explotando esa misma tarde cuando el hombre regresaba del trabajo y encontró a su hijo con el labial de su esposa en la boca y unas muy descuidadas sombras de ojos azules decorando sus párpados sucumbiendo al impulso de llamarlo por una sarta de nombres despectivos terminando con un golpe en su mejilla y su madre llegando a interponerse para tomar al niño del brazo y bajar con él las escaleras bruscamente para zambullirle la cara en el agua de los trastes que seguía lavando y fregarle la cara con el zacate de los mismos continuando con los insultos soltados por su padre en la habitación, el hombre llega a la cocina y detiene a la mujer para reclamarle que no había lavado los trastes en una sema, momento que el niño aprovechó para irse a esconder mientras la discusión abajo daba saltos de tema en tema hasta regresar a él.

Emilio se sentía de sobra en esa casa, en esa vida, ni siquiera las superfluas caricaturas lograban llenarlo del júbilo que caracteriza a los niños de su edad, él las amaba, pero estas solo lograban distraerlo de su entorno un rato, para después dejarlo caer de nuevo en la miseria que era su mundo.

-Emilio- Se escucho una voz chillona fuera del escritorio- Emilio, ven sal pequeño-

Emilio sacó la cabeza de su escondite con el temor de haber sido encontrado en su infantil rostro siendo drásticamente cambiado por uno de confusión y sorpresa al ver una especie de hombrecillo color purpura parado en el escritorio de su padre llamando por su nombre; tenía nariz alargada y puntiaguda, orejas con terminación en pico, cabello gris y rizado que le cubría la cabeza en forma de honguito, ojos que ocupaban la mayor parte de su cara con un tierno color lila y el tamaño de un lapicero que tenía su padre en la misma superficie.

-Oh, ahí estas- El pequeño ser se le acercó a la cara que a penas sobresalía del espacio para la silla- ¿Qué hay pequeño?- los gritos del fondo pasaron a segundo plano mientras el niño sorbia su nariz y parpadeaba repetidamente intentando descubrir si eso no era una alucinación o había caído dormido entre el llanto- mmmmm, creo que estas un poco sorprendido, la verdad no te culpo, encontrarte con un duende en el estudio de tu casa no ha de ser muy normal que digamos, pero a ver, empecemos bien. Hola me llamo Cristel- habló extendiendo su diminuta manita en dirección al niño que, con sumo cuidado, la estrechó con el dedo índice- Ahora, técnicamente no soy un duende ni un hada, ni nada de eso, estoy en una especie de punto medio mágico supongo, pero ustedes suelen conocernos y llamarnos duendes y vengo por ti, eso suena un poco agresivo y maligno pero me refiero a que, al ser seres mágicos, vemos todo y seleccionamos a un par de niñes alrededor del globo para que se nos unan. Ay realmente no me sé explicar, deberían haber enviado a alguien más en mi lugar, pero mejor dime, ¿tú que opinas?- pregunta deteniendo su caminar en círculos por el escritorio para volver la vista al pequeño.

-¿Yo?- Emilio se señala a si mismo a lo que Cristel asiente con la cabeza- ¿ser como tú?- vuelve a asentir- ¿Pero cómo?, ¿A dónde?-

- En realidad es difícil de explicar- dice mientras menea la cabeza de un lado a otro- Pero piénsalo, ¿Qué te ata a este lugar?, ¿Qué tienes que perder realmente?, ¿De verdad crees que esto es mejor que lo que sea que te pueda esperar viniendo conmigo?- abre los brazos para señalar el lugar- sólo acepta y te prometo que no vas a volver a escuchar sus gritos, es más- de su espalda surgen unas pequeñas alas semitransparentes que lo alzan el vuelo- podrías hasta volar- regresa al escritorio- ¿Qué dices?- vuelve a alzar su manita esperando sellar el trato con el pequeño.

Las noticias al día siguiente tomaron unos breves 3 minutos para relatar la alarmante historia en algún lugar sin importancia de un pequeño niño autista que se lanzó desde la ventana que daba al estudio de su padre en el segundo piso, algunas imágenes con la intención de conmover al espectador de una pareja que se abrasaba y lloraba la pérdida de su pequeño.

Algunos lo llamaron accidente, otros suicidio, pero sólo el pequeño sabía que voló por un instante y alcanzó la felicidad a través de esa ventana de la mano de un duendecillo purpura. 

Historias de un bolilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora