Ni que decir que "señor burbujas" se sentía extraño con todos esos seres frente a él que no dejaban de tocarlo y pellizcarle sus bigotes, a penas un día antes estaba muy feliz con sus 7 hermanos y su madre cuando llegaron un par de manos que lo separaron del resto y ahora no sabia dónde se encontraba o quienes eran todas esas personas que lo único que parecían saber decir es "señor burbujas" mientras lo veían, otra palabra que logró entender entre el tumulto de sonidos raros que emitían esos seres fue "familia" como si realmente un perro fuese parte de una familia a la que sólo le interesaba llenar de regalos a sus 2 criaturas para compensar el tiempo que pasaban en la oficina, ese perro era sólo otro de los tantos juguetes que sus hijos olvidarían en un par de semanas, a lo mucho meses, como la consola de videojuegos, las acuarelas, el kit para tejer, el horno para hacer postres, las clases de judo, entre muchos otros pasatiempos y juguetes que quedaron abandonados y que ahora sólo acumulan polvo en algún rincón de la casa; ambos críos habían prometido sería diferente con el canino y no tuvieron que rogar mucho a sus progenitores para que estos consiguieran al recién nombrado "señor burbujas" una cría de frensh pooddle salido de una colorida tienda de mascotas.
Las primeras semanas fueron difíciles para "señor burbujas" pues se tenía que acostumbrar a ser molestado por un par de manitas cada 5 minutos, pero se logró adaptar, al final no estaba tan mal, tenía comida muy rica y todos los juguetes que pudiese desear sin contar que siempre tenía alguien con quien jugar y que le hiciera caso cuando hacía algo por más mínimo que fuese, tenía una cama bastante cómoda y calientita por las noches. No fue hasta 3 meses después que los niños se aburrieron de él, justo para el cumpleaños del mayor, cuando conoció a una criatura desagradable, con unas orejas totalmente puntiagudas y unas garras muy raras, decidieron que era buena idea traer a un gato a la casa, nombrado "botitas", todas las atenciones que tenía antes fueron dejadas en el olvido para dárselas al minino, ya nadie jugaba con él y si decidía hacer aunque fuese un poco de desastre era castigado físicamente, mientras que el minino se divertía rasgando uno que otro cojín del sofá y nadie le reclamaba nada, no podía ni acercársele porque rápidamente se le echaba encima y el culpable resultaba siendo él al intentar defenderse de las afiladas garras que se cargaba el minino; su vida era mala, pero siempre puede ser peor, y lo fue.
Había pasado un año y poco más en esa casa con "botitas" cuando el padre de familia llegó hecho furia soltando palabrotas, entre su farfullo la palabra "quiebra" saltaba, las cosas de la casa comenzaron a ser empacadas, muchas cosas las venderían y comprarían una nueva casa más pequeña, se llevarían todo lo que pudieran, lástima que "botitas" y "señor burbujas" no estaban en esa lista; un día sólo se fueron y no regresaron, dos días después un hombre entró a limpiar el lugar para volver a rentar la propiedad, cuando se encontró a ambas creaturas no se tentó el corazón al verlas algo desalineadas y las saco con una escoba del lugar.
Si la vida en su hogar era difícil, la vida en la calle lo era aun más, nadie te daba de comer, te veías envuelto en una gran cantidad de peleas con perros mucho más grandes, automóviles se quedaban a un pelo de dejarte en el pavimento, no había suéteres que te privaran del frío o techos que te resguarden en la lluvia, podías pasar sed por varios días hasta encontrar un charco que te sirviera de bebedero, podías enfermar y la gente en vez de ayudar sólo se alejaría de ti, la mugre y tu pelo pesarían cada vez más; tal vez encontrarías buenas personas que te alimentaran de vez en cuando pero nada era tan constante como es necesario, tus mayores esperanzas se encontrarían en sólo dejar de sentir eternamente.
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Historias de un bolillo
Short StoryNo sé, sólo tengo tiempo libre y mucha imaginación