Historias de un bolillo

Morning

Un sol entre montañas con...

-No-.

Un rayo de luz proveniente de los ojos de una...

-No-.

Un par de polluelos cantando alegres de ver al astro rey...

-No, no, no-.

Un cielo color carmín y...

-NO- estresado jala las azules hebras de su cabello mientras se alejaba del escritorio rumbo a su cocina por cuarta vez en la última hora.

Toma la manija del refrigerador abriéndolo y cerrándolo de un portazo al caer en cuenta que sigue sin haber nada comestible, exactamente como la última vez que fue a verlo, se veía tentado a abrir la alacena y acabarse su última ración de galletas hechas por su hermana, pero sabía que entonces no comería nada durante la cena de, probablemente, la siguiente semana entera y no podía pedirle más galletas a su hermana, no, simplemente no podía pedirle más a su hermana; así que toma un vaso y lo llena con agua de la llave, bebiéndolo con desesperación y dejándolo en su tarja de nuevo. Con un suspiro se sienta en la pequeña mesa para dos que tiene por comedor recargando su codo en la superficie de plástico y su cara en su palma abierta con la mirada perdida en la ventana que mostraba lo poco que quedaba del amanecer y su mágica luz que inspira a millones ese bello sentimiento del amor, pero a él, a él simplemente le inspiraba migraña, aunque, todo a su alrededor le generaba migraña: la vieja chapa de su ruidosa puerta que tenía que, prácticamente, forzar para entrar a su pequeño departamento; los resortes de su cama que lastimaban su espalda al intentar pegar un ojo; el block de dibujo que amenazaba acabarse junto con sus escasa pinturas al óleo como si tuviese dinero de comprar más; el ruido del piso de arriba cada que ese par de niños corrían por todo el lugar sin importarles si molestaban a la persona de abajo; el drenaje del baño que a veces se estancaba ante la constante falta de agua; el desagradable olor a mariguana que percibía apenas ponía un pie fuera de la construcción; la alarma de su vecina de al lado que sonaba cada día sin falta a las 6:00 AM, a las 6:05 AM, a las 6:10 AM y a las 6:20 tan escandalosamente que estaba seguro despertaba a todo el piso, pero nadie podía decirle nada por ser sobrina del dueño del lugar; el dueño del lugar que continuaba amenazando con subir la renta del lugar como si alguien de ahí tuviese el dinero para pagar aunque sea un centavo más en su tarifa; pero sobre todo, el bloqueo de escritor que tenía desde hace un mes.

Se suponía que el amanecer le brindaría inspiración, pero cada trazo que veía en un lienzo le parecía simplemente insípido; cada idea que corría por su mente le parecía tonta o que no llegaba a ningún lado; cada boceto que lograba realizar en sus buenos ratos le parecía una aberración al darle una segunda vista. Venía despertándose a las 6:00 AM cortesía de su vecina desde que llegó a ese lugar y ese día decidió aprovecharlo y observar el amanecer para sentir algo de nuevo, una chispa, una visión, pero nada.

Tal vez era el lugar el que absorbía toda su inspiración, pero no tenía otro lugar al que ir, ese era su hogar; su hogar desde hace 3 meses que fue echado de la casa de su padre, el viejo realmente se puso mal cuando le dijo que quería ser pintor y no abogado, ni siquiera reaccionó tan mal cuando le dijo que era gay; aun así su hermana lo ayudó apenas se enteró, lo ha estado apoyando desde entones, pero él simplemente no puede regresarle ni un mísero centavo, así trabaje toda la tarde en un cine y un restaurante de comida rápida; así gaste sus mañanas enteras con la vista fija en una hoja en blanco y un pincel en la mano que pesa más por cada segundo que pasa.

El amanecer se fue, ahora sólo queda la cotidiana luz de la mañana, la magia se fue, tal vez se fue desde que puso un pie fuera de la casa de su padre aquella mañana de abril.

Tal vez regrese algún día entre palomitas y pollo.

Tal vez regrese algún día entre alarmas y pasos.

Tal vez regrese algún día entre vasos de agua.

Tal vez regrese algún día.

Tal vez regrese en alguna mañana.