Coffee shop

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El sonido de una campana sacó a Isaac de sus pensamientos, una anciana pareja hacía aparición en el lugar como todos los martes a las 3:00 PM en punto, Raquel y Jorge vivían a 3 cuadras de el local y cada semana, sin falta, iban al café a tomar un americano y un latte mientras se miraban y hablaban como si el café fuse un elixir que los regresara a su época de juventud y ellos siguieran siendo unos adolescentes enamorados, como si todo el mundo desapareciera a penas ellos posaran un pie en aquella cafetería tomados de la mano. Se sentaron en la mesa de la esquina, en su mesa esperando que Isaac les llevase su pedido que ya no era necesario recordar cada que iban.

Después de servir a la anciana pareja e intercambiar un par de palabras amables con ellos, Isaac regresa al mostrador pensando en ellos y los 42 años que llevan juntos, en los 4 hijos que tuvieron, en todas las crisis que seguramente pasaron juntos y que aun así se amaban como el mismo día de su boda; eso ha de ser hermoso, encontrar a una persona y amarla para toda su vida teniendo la certeza de que esa persona te ama igual; pero tal vez eso solo le pasa a la gente afortunada como Raquel y Jorge y no a chicos gay como él.

El reloj marcó las 3:24 PM cuando la campana de la puerta volvió a sonar siendo ahora una mujer con traje y cabello recogido quien entraba camino al mostrador, saludando a Isaac pidió un expreso y 2 donas de chocolate para llevar. Su nombre es Julia y acababa de salir de trabajar en unas oficinas de servicio al cliente un par de cuadras delante e iba de regreso a casa para ver a su hijo de 8 años Rafael; casi a diario ella pasaba a la cafetería y compraba 2 donas para comerlas en la noche con su hijo mientras veían una película juntos, a veces compraba un expreso después de doblar turnos en su trabajo; la vida había sido dura con ella, quedó embarazada a los 20 y se salió de la universidad para tener a su bebe que no se logró, sufrió depresión después de eso pues su mundo se le vino encima, su carrera olvidada, sus padres le dieron la espalda en cuanto supieron de su embarazo y perdió a su bebe, pasaron tal vez 2 años y quedó embarazada de nuevo, a sus 23 años tuvo a Rafael y a los 24 se entera que su pareja le fue infiel y lo deja, teniendo que salir adelante por si misma y por su hijo de apenas 11 meses.

Tras escuchar la campana de nuevo al salir Julia, Isaac vuelve a pensar en lo bello que ha de ser tener a un pequeño pedazo de si mismo y verlo crecer, sentir sus logros como propios; otra cosa que tal vez nunca tendrá.

Así pasaron las horas, entre el señor José y Max, su lazarillo, pidiendo un latte; la señora Díaz y su café con leche sentada en la mesa de la ventana; el señor Roberto y su pedido de panqués para la fiesta de su hija; y Ximena con su cuaderno de dibujo y una taza de cappuchino sentada en el lugar que horas antes ocupaba la señora Díaz para buscar inspiración y refugio de la lluvia que se había soltado afuera.

Ximena seguía sentada, haciendo algunos garabatos en su libreta, cuando el reloj por fin marcó las 7:00 PM e Isaac comenzaba a alistarse para cerrar el lugar, usualmente se cerraba a las 9:00 PM, pero, al ser un café poco concurrido, los clientes eran habituales y Ximena era la última que llegaba los martes, así que podía darse el lujo de cerrar temprano para subir, rendir cuentas a su padrastro, hacer algo de tarea e irse a dormir temprano. Se encontraba barriendo el lugar cuando la campana volvió a sonar dejando ver a un empapado joven entrar al lugar, tenía cabello castaño corto, lentes empañados que cubrían sus ojos, nariz respingada, labios pequeños con un deje de barba descuidada bajo ellos, una mandíbula marcada; su ropa era oscura y sencilla, con una playera azul rey que se veía por debajo de una chamarra abierta color negro, unos pantalones de mezclilla negros y un par de tenis viejos color azul; de su hombro colgaba una mochila color café poco llena. A penas llegó se sentó en uno de los taburetes que daban al mostrador, Isaac dejó caer su escoba de la impresión causando que Ximena prestara atención a lo que pasa entre ese par.

Cuando llegó detrás del mostrador, trago saliva y pregunto con voz queda para tomar su orden, el joven levantó su mirada, sus ojos por fin se podían apreciar, pues sus lentes estaban siendo limpiados contra su platera, pidió un café negro y una concha blanca con voz grave y calma; Isaac comenzó a preparar su café agradeciendo que aun no había desconectado las máquinas y estas seguían calientes, mientras el café caía en la taza blanca, fue en búsqueda de un plato y la concha que había pedido; con la concha en mano regresa a la barra y la deja frente al joven que ahora tenía puestos sus lentes de nuevo, con cuidado se da la vuelta y toma la taza junto con un par de cucharas, un par de sobres de azúcar y una taza de leche en polvo comenzando así una nueva historia.

Ahora el café cerraba a las 8:00 PM los martes, ya que cierto joven estudiante transferido comenzaba a ir a tomar un café a penas salía de sus clases ese día, tomando cierto gusto por el café y por cierto joven de complexión robusta que atendía el lugar. Ahora cierta joven se quedaba un poco más buscando capturar en grafito la esencia de aquel amor que comenzaba a surgir entre el calor de un buen café.

Historias de un bolilloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora