Todo lo que importa

261 36 17
                                    

Noa estiró el brazo hasta que pudo coger su teléfono móvil de la mesilla. A pesar del sonido de su alarma, escuchó la respiración acompasada de Daichi, quien seguía durmiendo en la cala de al lado. No se sentó en la cama, sus párpados todavía pesados, y se estiró, prácticamente tirándose de la cama para obligarse a salir de ella.

Como prometió, no quería perder el tiempo en su finde de semana en Shirahama. Habían llegado por la noche. Sus padres habían ido a buscarlos a la estación, cenaron todos juntos y, finalmente, para sorpresa de Noa y Daichi, debían compartir habitación. Y, honestamente, el momento en el que ambos habían tenido que quedarse solos, en aquella habitación, había sido una de las situaciones más incómodas y raras que Noa había vivido.

Noa se puso su bikini y encima unos leggins blancos de deporte, un top deportivo de color violeta y sus zapatillas. Se recogió su larga y espesa cabellera en un moño y se lavó la cara, un último intento por terminar de despejarse.

Cuando se marchó de la habitación, Daichi dormía todavía profundamente.

El cielo todavía estaba pintado de tonos rosados y naranjas, mientras el sol comenzaba a asomar lentamente. Noa dio un par de saltitos para hacer entrar en calor su cuerpo y se puso sus auriculares antes de iniciar la marcha. No había preparado ningún itinerario en especial y se limitó a seguir algunas de las señales de la carretera para llegar hasta la playa, lo que le llevó como unos 10 minutos. Todavía era temprano, pero algunas parejas, en especial de gente mayor, estaban paseando por la orilla.

Si Noa estaba acostumbrada a algo, era a hacer ejercicio en la playa. Tras muchos años entrenando en California, estaba habituada a ese tipo de ambiente, por lo que los recuerdos comenzaron a agolparse en su mente. Utilizar la arena requería activar muchos músculos del cuerpo y, además, la arena tiene menos impacto en las articulaciones que corren sobre el pavimento al no ser una superficie lisa, sino constantemente en cambio. Así era cómo Noa había logrado conseguir el cuerpo atlético que tenía.

Aquel ejercicio en la playa también le sirvió para darse cuenta de que no estaba tan en forma como antes. Cuando estaba en los Estados Unidos, era capaz de correr por la arena sin ningún problema, pero en ese momento notaba que se cansaba más rápido que antes. Debía mezclar tramos corriendo en arena más blanda con arena más dura, como si fuera un ejercicio de intervalos. Finalmente, se vio obligada a aminorar su marcha e ir a un ritmo más lento del que estaba acostumbrada. Aquello le hizo sentir molesta consigo mismo y llego a la conclusión de que debía salir a correr siempre que pudiera.

...

Cuando Daichi se levantó aquella mañana, Noa ya no estaba en la habitación. Supuso que la chica ya estaría desayunando, así que se aseó y vistió rápidamente. Sin embargo, para su sorpresa, en el comedor del hotel solo se encontró con Furihata Hayate.

—B-Buenos días —le saludó con cierta timidez, algo incómodo por estar a solas con el padre de Noa.

Tan pronto como Daichi habló, el hombre levantó la vista del periódico que estaba leyendo y asintió, lo que Daichi interpretó como un 'Buenos días'. Algo dubitativo, Daichi decidió sentarse frente a Hayate tras servirse algo de comer.

—¿Cuánto crees que tardará Noa en estar lista? —le preguntó Hayate mientras pasaba de página y daba a continuación un pequeño sorbo a su taza de café— Se va a perder el desayuno.

—Noa no estaba en la habitación. Pensaba que estaría ya abajo.

Y entonces se estableció un silencio pesado. Hayate miró a Daichi, quien tragó saliva.

—¿Y dónde se supone que está mi hija?

Daichi abrió la boca para responder. Si no Noa no estaba ahí con su padre... Balbuceó algo, intentando decir algo, pero eso solo hizo aumentar el enfado de Hayate. Afortunadamente, Daichi logró recordar lo que Noa le había dicho el día anterior.

Haikyuu!!: Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora