Lazos

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Noa se comió prácticamente de un bocado la tostada que se acababa de preparar y dejó el vaso de leche, ya vacío, en el fregadero. Se limpió la boca con el dorso de la mano y cogió su bolsa de deporte, donde había guardado todo lo que necesitaría para dormir en casa de Mayu.

—¿Qué estás haciendo?

Noa se giró. Su padre la observaba de brazos cruzados desde la puerta de la cocina. Noa casi se atragantó, pero intentó disimular. Como si no pasara absolutamente nada, la chica caminó hacia la entrada de la casa.

—Tengo algo importante que hacer.

—Hoy acabaremos la mudanza y Miyoko y Daichi-kun vivirán oficialmente con nosotros. Quería celebrarlo.

—Ya, bueno... Es una muy buena idea, papá, de verdad —Noa chasqueó los dedos—, pero Daichi está en Tokyo, ¿recuerdas? Deberíamos esperar.

Furihata Hayate se quedó sorprendido por las palabras de su hija, tenía razón. Si Daichi no estaba en la celebración, no tenía entonces mucho sentido celebrar. El hombre se rascó la nuca y, cuando miró a Noa, se dio cuenta de que estaba llevando un chándal. Abrió su boca para preguntarle, pero la muchacha se le adelantó.

—Por cierto, dormiré esta noche en casa de Shiraiwa Mayu. Es mi senpai y me ha invitado. Puedo pedirle el número de teléfono de sus padres, por si quieres hablar con ellos. Ya sabes, para saber si estoy bien y todo eso. ¡Adiós!

—¿Q-Qué? —Hayate dio unas zancadas hacia la puerta, intentando detener a su hija. No entendía a qué se refería o qué estaba pasando. ¿Una de las senpais de su hija le había invitado a dormir a su casa? ¿En qué momento había sucedido eso? Abrió la puerta de la casa, ignorando que todavía estaba en pijama, y salió a la calle, pero ya era demasiado tarde. Noa era muy rápida, ya se había marchado.

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Noa corrió hacia la escuela lo más rápido que pudo. Aquella no era quizás la mejor manera de decirle a su padre que no iba a pasar el fin de semana con él y Miyoko, pero ya pensaría en algo. Mientras tanto, esperaba que su padre no descubriera nada sobre el volleyball y que todo estuviera bien.

—¡Buenos dias, Noa-san!

—Buenos días —Noa intentó coger algo de oxígeno. Al ver su cara colorada, Mayu rió, mirándola con curiosidad. No sabía mucho todavía sobre Noa, pero la chica de primero le parecía de lo más extraña, aunque definitivamente le caía bien. Era difícil encontrar gente tan alegre como Noa.

Las dos entraron juntas al gimnasio, donde el resto de sus compañeras ya las estaban esperando. Mori Hatsue estaba sentada en uno de los bancos, de brazos cruzados, mientras Jiro terminaba de poner unos conos a lo largo de la cancha.

—Ya podemos empezar. Justo a tiempo —la mujer miró su reloj y, justo después, dio un par de palmadas para que todas se reunieran a su alrededor. En ese momento, Noa se dio cuenta que las de tercero estaban allí también. Inicialmente, pensaba que, al no volver de forma oficial al equipo, no se incorporarían a los entrenamientos, pero su presencia era algo muy positivo—. Empezaremos el entrenamiento calentando durante 20 minutos, a vuestro propio ritmo. Después, he preparado algunos ejercicios que os explicaré más tarde. No son difíciles de completar, pero me ayudarán a saber cuál es vuestra condición física. La pasado noche hablé con Aoyama-kun y os estará observando con detenimiento y tomando notas. ¿Os parece bien? —Todas asintieron, así que Mori Hatsue sopló el silbato y todas empezaron a correr.

Gracias a su madre, Noa siempre había escuchado que Miro Hatsue era una mujer dura y, en ese preciso instante, Noa comprobó que su madre no se equivocaba en absoluto. No podía dejar en las palabras que al principio había pronunciado su entrenadora: "He preparado algunos ejercicios. No son difíciles de completar". Menuda mentira. Noa estaba acostumbrada a ejercitarse en la playa y a hacer un entrenamiento duro, pero lo que Hatsue había preparado estaba a otro nivel. Había pasado mucho tiempo sin ejercitarse de forma seria, así que tenía ciertas dificultades para completar todas las series de ejercicios, por lo que eso significaba que sus compañeras seguramente lo estarían pasando peor todavía.

Una vez acabaron todos los ejercicios, Jiro las esperaba con botellas de agua y toallas. Noa dio un sorbo y se sentó en el banquillo. Cogió una toalla y se limpió el sudor de la cara. Cuando levantó a la vista, la cancha parecía un campo de batalla. Todas sus compañeras estaban tiradas en el suelo, agotadas. Noa suspiró. Tenían aún mucho camino por recorrer.

—¡Habéis estado todas fantásticas! —Jiro intentó animarlas, aunque solo obtuvo como respuesta un gruñido de Akaya que le hizo reír.

—Es bueno que intentes animarlas, pero no las mientas —Mori Hatsue las observó con una ceja enarcada—. Sois patéticas, pero me alegro de que no os hayáis rendido.

—¿Está segura de que esos eran los ejercicios más fáciles? —preguntó Ayako.

—Pues claro, así que imagínate qué condición física tan penosa tenéis —la mujer les ordenó que se levantaran y se colocaran a su alrededor. Quería hablar con ellas—. Os prepararé dietas y tablas de ejercicios especiales para cada una. Me dedico a eso y os lo haré gratis, así que espero que os lo toméis muy en serio —hizo una pausa—. No me sorprende que Noa-san haya sido la más cercana a lo que esperaba debido al hecho de que ella ha estado compitiendo a un alto nivel hasta hace nada, pero el resto tenéis mucho trabajo por delante. No tenéis resistencia y es importante si queréis competir.

—Simplemente hacemos este porque queremos jugar una vez más —se excusó Yoshino.

—Eso ya lo sé, pero os vais a enfrentar a la Academia Itachiyama. No sé cómo jugarán las chicas del equipo femenino, pero, si es la mitad de bueno que el masculino, no serán un oponente fácil. Representáis al Karasuno y deberías tomaros todos los paridos en serio, aunque sean de práctica. Esto no es un juego.

Las chicas de tercero intercambiaron miradas. Solo querían despedirse del equipo jugando a uno de los mejores equipos femeninos de Japón. Pero, ¿representar al Karasuno? Eso ni siquiera había estado en sus planes iniciales hasta ese momento, cuando empezaron a considerar aquel partido de una manera diferente.

—No sé mucho de volleyball, pero he visto cómo entrenan mis chicos —añadió Hatsue— y necesito saber en qué posiciones jugáis cada una. Después de eso, os pondréis por parejas y jugaréis algunos partidos, así podré elegir quiénes están preparadas para estar en la alineación de mañana.

—¿Vas a venir con nosotros? —preguntó Noa, sorprendida.

—¡Pues claro! Soy vuestra entrenadora.

Los ojos de Noa se abrieron de par en par, pero, finalmente, sonrió. Mori Hatsue parecía estar tan comprometida como ella y eso era lo único que importaba.

Su compañera en los partidos que jugaron fue Mayu. Aunque Mayu era la libero y ninguna de las dos era muy hábil en los pases, Noa pensó que era el miembro del equipo que mejor le entendía. Mayu era tranquila y sabía cómo manejar el comportamiento de Noa. Por otro lado, se entendía bien y eso era muy importante.

Las otras parejas fueron Yui-Yoshino, Noriko-Chizuko y las gemelas. El objetivo era simple: cuando un equipo alcanzaba los 10 puntos, Mori Hatsue soplaría un silbato y todas tendrían que cambiar de oponentes. Por cada partido que perdieran, al final del entrenamiento cada una debería completar diez flexiones.

Diez partidos después, Mayu y Noa tuvieron que hacer treinta flexiones. Un número bastante asequible teniendo en cuenta que Yui y Yoshino tuvieron que hacer sesenta flexiones cada una. Para sorpresa de Noa 8y de todos), Noriko y Chizuko resultaron ser el equipo más poderoso. Chizuko parecía una chica tímida, pero, cuando jugaba, era una persona diferente y Noriko era un As excelente, que sabía adaptarse a cualquier pase por bueno o malo que fuera.

—No sé cómo vamos a competir mañana —Yui estrechó sus músculos—. No creo que sea capaz de moverme. Siento mis músculos muy tensos.

—Entonces, aseguraos de que estiráis bien —Mori Hatsue recomendó mientras caminaba entre ellas. Noa, que estaba ayudando a Mayu a estirar, continuó presionándola, aunque la libero se quejara—. Os recomiendo que os deis una ducha de agua fría, aunque un baño con helo sería mucho mejor. Eso ayudaría.

—En serio, no queremos resfriarnos —protestó Ayako.

—Según he leído, no hay pruebas que determinen que eso sea cierto, pero muchos atletas tienen baños con hielo para reducir el dolor muscular —explicó Jiro—. Es muy común entre futbolistas, por ejemplo, después de los partidos.

—¿Cómo sabes eso, Aoyama-kun? —se interesó Yui.

—Ah, es verdad. Mencionaste algo así como que jugabas al fútbol, ¿no? —Noa intercambió posiciones con Mayu. Ahora era ella la que estiraría sus músculos con ayuda de su compañera.—¡No me puedo creer que te acuerdes, Furi-chan! — ¡Eso es! ¡Era delantero!

—¿Y por qué quieres ser nuestro manager? Deberías estar en el equipo de fútbol —añadió Chizuko.

—Debes de ser un paquete —sonrió Ayako con malicia y su hermana rió.

—Eso no es verdad —Jiro les sacó la lengua—. Me lesioné y ya no puedo jugar al fútbol. Y, por cierto, quiero ser vuestro manager porque sois el único equipo en la escuela que no tiene.

—¡Oh! Me ofendes —dramatizó Noa— Me dijiste que me admirabas y que por eso querías unirte.

—¡Pero es que quería causar una buena impresión, Furi-chan! —gimió Jiro para, a continuación guiñarle un ojo— Os quiero a todas por igual.

—Para el carro, Romeo —le espetó Noriko.

Jiro rió.

—¡No tenéis nada de qué preocuparos! No estoy interesado en vosotras, chicas.
Todas intercambiaron miradas y se encogieron de hombros. Noa suspiró con resignación. Aoyama Jiro era el chico más raro que había conocido nunca.

Aquella mañana todas comieron juntas. Era una buena manera de conocerse mejor y, aunque Noa había sido la última en unirse al grupo, todo el mundo estaba intentando hacerla sentir cómoda. El resto del equipo se conocía desde hacía más de un año, pero el tiempo que les separaba no parecía ser un problema para formar parte de su dinámica.

Jiro pasó algo de tiempo con ellas también una vez Hatsue se fue. El chico, más que un manager, se había convertido algo así como en el asistente de la entrenadora. Después del entrenamiento, le había dado unos papeles que debía completar con información sobre cada jugadora. Jiro parecía haberse tomado su rol muy en serio, así que usó aquel tiempo con las chicas para preguntarles por los datos que Mori Hatsue quería saber de cada una, como la fecha de nacimiento, la altura, o el peso. Ese tipo de información no pasó desapercibida para Jiro, que se dedicaba a hacer comentarios que llevaban a situaciones de lo más ridículas. Aunque Jiro parecía un pervertido para todas al principio (y, bueno, las chicas todavía lo seguían pensando), habían empezado a acostumbrarse a su presencia.

Poco a poco y sin que nadie se diera cuenta, algunos lazos se habían empezado a formar. Eran todavía débiles y no se podían ver, pero las bases de algo mucho más grande se estaban empezando a construir.

Noa puso el codo en la pesa y apoyó la barbilla en la palma de su mano.

—Me pregunto si Hinata y Kageyama habrán aprobado —sus compañeras la miraron y Noa se dio cuenta de que había dicho aquel pensamiento en voz alta.

—Hinata-kun y Kageyama-kun están en el equipo de volleyball, ¿verdad? —le preguntó Yui, a lo que Noa asintió— Daichi-san me ha hablado de ellos. Dice que los de primero son todos muy buenos, pero no he tenido todavía la oportunidad de verlos jugar.

—Son increíbles —Noa sonrió—. Estoy segura de que este año van a clasificarse para los Nacionales.

—Eso es fácil decirlo —añadió Yoshino—. Los equipos contra los que tendrán que jugar son rivales duros de roer.

Noa sonrió de medio lado. No sabía nada sobre los equipos de volleyball de Japón, pero todo el mismo repetía lo mismo, lo difícil que era para el Karasuno clasificarse para los Nacionales. Suponía que uno de esos equipos tan fuertes sería Shiratorizawa y, después de conocer en persona a su capitán y As, si todos los jugadores eran como él, derrotar a esos equipos sería entonces misión imposible.

Noa negó con la cabeza, tenía que ser positiva. Tenía fe en Hinata, Kageyama, Daichi, Yamaguchi... Tenía fe en todos y esperaba que el entusiasmo de Hinata fuera recompensado.

—Por cierto, ahora que mencionas a Hinata y Kageyama... —Chizuko rebuscó algo en su bolsa. Sacó algo que parecía ropa y se lo dio a Noa. La chica de primero sentía cómo temblaban sus manos, sabía perfectamente lo que era—. Vamos a jugar nuestro primer partido amistoso contigo como miembro oficial del equipo, así que he pedido personalmente que te hicieran el uniforme —Noa observó la camiseta con atención. Era diferente de la de los chicos. En vez de negro y naranja, el uniforme de las chicas era azul marino y blanco—. He escogido precisamente ese número para ti porque parecías llevarte bien con el número 10 del equipo de los chicos, creo que ese es Hinata-kun.

—Es perfecto, Chizuko —las gemelas fulminaron con la mirada a Noa y esta rodó los ojos. Cierto, el honorífico—. Chizuko-san.

—¡Qué pasada! —Jiro se acercó para ver mejor la camiseta— El número 10 es muy importante en el deporte. ¡Maradona o Pelé lo llevaban!

—¿Quiénes? —preguntó Noriko sin entender nada.

Jiro abrió la boca para responder, pero Noa se le adelantó.

—Los colores son diferentes.

—Sí —respondió Yui—. El equipo femenino es de reciente creación. Quiero decir, cuando yo empecé la preparatoria, ya existía, pero surgió a raíz de la participación de los chicos en el campeonato Nacional hace unos años.

—¿Con el Pequeño Gigante? —las chicas asintieron a la pregunta de Noa. Ya conocía la historia, Hinata se la había contado. No sabía nada del Pequeño Gigante, pero parecía estar en todas partes.

Cuando el cielo comenzó a teñirse de naranja, llegaron a la conclusión de que debían marcharse a casa. Había sido un día agotador y necesitaban descansar porque a las 4 de la mañana estarían viajando a Tokyo, donde pasarían solo un día. Iba a ser un fin de semana intenso, pero todos pensaban que jugar contra uno de los mejores equipos del país merecía la pena.

—Debería llamar a mi padre —pronunció Noa casualmente mientras caminaba con Mayu hacia su casa.

—¿No sabe que vienes?

—Más o menos... Le dije que me quedaba en tu casa este fin de semana y que tus padres le llamarían, si así va a estar menos preocupado.

—Vale —Mayu asintió—. Se lo diré a mis padres cuando lleguemos —la líbero miró de reojo a la chica. Noa parecía un poco triste e inquieta, como si escondiera algo—. ¿Sabe tu padre que vamos a Tokyo mañana? —Noa no respondió. Mayu chasqueó la lengua— ¿Sabe siquiera que juegas al volleyball? —Noa no dijo nada, por lo que Mayu se detuvo inmediatamente. Eso era demasiado. Si un padre no sabía lo que estaba haciendo su propia hija, Noa podía ponerlos a todos en un lío— Tienes que decírselo —frunció el ceño.

—Lo sé, lo sé. Y lo haré —Noa hizo una pausa—. Pero no hoy y desde luego que tampoco mañana.

—Cuanto más tiempo guardes el secreto, peor.

—No conoces a mi padre. Da miedo. No lo entendería, así que estoy pensando cómo decírselo todavía. Sé lo que hago —Noa sonrió—. De verdad.

Mayu suspiró y retomó la marcha. No tardaron mucho más en llegar a casa de Mayu. la líbero vivía en una cosa de dos plantas que tenía un bonito balcón lleno de flores en la parte frontal. Cuando Mayu abrió la puerta, un enorme perro de color marrón corrió hacia ella para saludarla. Mayu lo acarició hasta que el animal notó la presencia de Noa. No es que se le dieran muy bien los animales, así que la muchacha sonrió nerviosa, esperando que en cualquier momento el perro le ladrara, pero no lo hizo. Saltó sobre ella y empezó a lamerle la cara.

—¡Siéntate, Mina! ¡Siéntate! —Noa dio un paso atrás y el perro hizo caso a su dueña y se sentó. Una mujer apareció por el pasillo y sonrió—. ¡Bienvenida a nuestra casa! Debes de ser Furihata Noa-san.

—¡S-Sí! ¡Muchas gracias por dejar que me quede! —Noa hizo una reverencia.

—Es un honor conocerte. Mayu se pasa el día hablando de ti.

—¡Mamá! —la líbero se sonrojó, lo que provocó en su madre una risita divertida.

—Debéis estar agotadas. Daos un baño y cenaremos.

—Noa-san, ve tú primero —Mayu se giró para hablarle—. Dame el número de tu padre.

—¡Ah! Sí, claro —Noa escribió el número en un trozo de papel y se lo dio a Mayu. Mientras la madre de la líbero hablaba con el padre de Noa por teléfono, Mayu le mostró a Noa dónde estaba el balo y le prestó unas toallas.

Siguiendo el consejo de la entrenadora, Noa se dio una ducha de agua fría. Aparentemente, era bueno para los músculos, pero era imposible no maldecir a la entrenadora por su consejo. Aquello era una tortura. Nunca había deseado tanto terminar de darse una ducha, le tomó solo unos cinco minutos más o menos. No obstante, esperaba que el sufrimiento hubiera merecido la pena y que, al día siguiente, se sintiera mejor.

Noa bajó las escaleras al escuchar voces provenientes de la cocina. No conocía mucho a Mayu, así que no se sentía muy cómoda. La situación era un poco rara para ella.

—Ah, ya estás aquí —la madre de Mayu estaba ya sentada en la mesa. Un hombre, escondido detrás de un periódico, se asomó para observarla con curiosidad.

—Encantada de conocerle, señor.

El padre de Mayu era un señor muy corpulento y fuerte. Era bajito, pero de hombros anchos. No tenía mucho pelo, pero sí un gran bigote.

—Furihata Noa, ¿verdad? —el hombre le señaló con el dedo índice la silla que estaba situada al lado de Mayu, por lo que Noa tomó asiento—. Mayu me ha dicho que eres de los estados Unidos.

—Más o menos. Nací en Tokyo en realidad. Mi madre es estadounidense, pero mi padre, japonés.

—¿Y es muy diferente Japón de los Estados Unidos?

—Papá, para con el interrogatorio.

—Solo estamos conversando.

—Pero te conozco y sé por dónde van los tiros.

El padre de Mayu sonrió, pero siguió con más preguntas.

—¿En qué posición juegas?

—Punta receptor.

—¿Especialidad?

—N-No lo sé —¿Es que acaso era buena en algo?

—Es buena en los remates cruzados y tiene un saque con salto muy potente—le ayudó Mayu.

—Vaya... ¿Un salto con saque potente? ¿En serio? Estoy impresionado entonces —el señor Shiraiwa hizo una pausa para beber algo de vino—. Mayu me ha dicho que dominas casi todas las posiciones porque jugaste al volley playa antes.

—En realidad el volley playa es un poco diferente del volleyball. Es curioso porque el terreno de juego es más pequeño en volley playa, pero estoy teniendo problemas en ajustarme ahora, especialmente en lo que respecta a controlar mi fuerza. Supongo que es debido al factor arena o... Lo que sea. Ahora que lo digo en voz alta suena un poco estúpido —Noa se sonrojó.

El padre de Mayu soltó una sonora carcajada.

—O quizás es que quieres hacerlo todo perfecto a la primera.

Noa parpadeó un poco confusa y miró a Mayu.

—Mi padre jugó también al volleyball en el instituto —le explicó—. Era líbero, como yo, así que supongo que sabe de qué está hablando.

—¡Pues claro! —el padre de Mayu sonrió— Recuerdo cómo era mi capitán. Quería hacerlo todo él. Remates, recepciones, bloqueos... Y eso le limitaba durante los partidos. Al final, aprendió a confiar en sus compañeros y todo fue mejor. Se convirtió en uno de los mejores jugadores de la prefectura cuando yo era joven.

Noa reflexionó sobre aquello. Confiar en sus compañeros. Frunció el ceño. Pensó que ya lo hacía, pero suponía que estaba completamente equivocada. Si no confiaba en sus compañeros, entonces, ¿cómo podía hacerlo? Se rascó la nuca, confusa. No estaba acostumbrada a jugar en un equipo formado por más de dos personas. Siempre habían sido Lizzie y Noa. Imaginaba que todo lo que hacía con Lizzie cuando jugaban ya no servía para nada.

Después de la cena, Mayu preparó un futón al lado de su cama. La habitación de la líbero era muy femenina. Los muebles eran blancos y el cabecero de la cama estaba hecho de hierro. La habitación era muy clásica, un estilo que Noa jamás habría imaginado para la líbero tras la primera impresión.

—Disculpa a mi padre. Quiere saber todo de todo el mundo. Me pone de los nervios —gruñó.

—No pasa nada —Noa sonrió. Se metió en el futón y cerró los ojos, intentando dormir.

—Oye, Noa-san... —Noa abrió los ojos de nuevo al escuchar a Mayu hablar— ¿Crees que las de tercero se volverán a unir al equipo?

—No lo sé. Vosotras las conocéis más que yo.

—No es que no quiera, pero.... ¿Qué pasará con Chizuko-san? Ella es la capitana ahora. Si Yui-san volviera, ella entonces sería la capitana de nuevo.

—¿Puedo preguntarte algo? —Mayu se incorporó en la cama para mirar a Noa— ¿Por qué escogisteis a Chizuko...-san como capitana? No digo que no lo merezca o que no sea adecuada para ello. No la conozco lo suficiente, pero, no sé... Es como si... —¿Cómo podía decirlo sin que Mayu se enfadara?

—¿Es como si le faltara confianza? —Noa miró a Mayu, sorprendida. Eso era exactamente lo que estaba pensando. La líbero suspiró— Ya lo sabemos, pero Chizuko-san es una buena persona. intenta entender cómo nos sentimos, se preocupa por nosotras y nos cuida. Es como la mamá del equipo y por eso pensamos que sería perfecta para ser capitana, incluso Yui-san estaba de acuerdo con nosotras. Puede ser fácilmente influenciable, pero para eso están también las gemelas, así que nadie puede aprovecharse de su bondad.

—Las gemelas siempre la están cuidando.

—Es normal. Se conocen desde el colegio y son muy amigas desde entonces. Ayako-san es la más sobreprotectora con Chizuko-san, especialmente desde que se echó novio.

—¿Chizuko-san tiene novio? —Noa estaba alucinando.

—Sí. Estudia en Shiratorizawa. Juega en el equipo de béisbol. Iban al mismo colegio y a la misma escuela media y ella se confesó al graduarse, ya que irían a preparatorias diferentes. Así empezaron a salir.

—Espera, espera... ¿Fue ella la que se declaró?

¿Sorprendida? —Mayu rió— Chizuko-san puede parecer tímida, pero sabe cuando tiene que ser valiente. No le gusta tener arrepentimientos, por eso lo hizo.

Noa miró al techo. Efectivamente, no sabía absolutamente nada de sus compañeras de equipo. Si Chizuko tenía tanta determinación en algunas situaciones, eso significaba que bajo el escudo de las gemelas se escondía algo más. Pero, ¿cuáles serían entonces los secretos que Mayu escondía?

—Mayu-san... ¿A ti te gusta alguien? —preguntó Noa inocentemente, pero no obtuvo respuesta. Se incorporó para comprobar que efectivamente Mayu ya se había quedado dormida. Noa sonrió y salió en silencio de la habitación. Se se sentó en el pasillo, al lado de la puerta. A pesar del duro trabajo, no tenia muchas ganas de dormir.

Miró la pantalla de su teléfono durante unos instantes. No tenía mensajes de nadie, así que esperaba que todo estuviera yendo bien. Miró en su agenda, buscando el número de su padre. Mayu tenía razón. debería hablar con él, pero cambió de opinión cuando apareció de repente el nombre de Daichi en la pantalla. Ya llamaría a su padre después.

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—¡Callaos de una vez e iros a dormir! —les ordenó Daichi, fulminando con la mirada a Tanaka y Nishinoya. Los dos chicos se metieron inmediatamente en sus respectivos futones y el capitán del Karasuno apagó las luces. Necesitaba descansar después del esfuerzo que todos habían hecho durante los partidos de entrenamiento. No habían ganado todos, pero tampoco importaba. Ganar no era su objetivo en ese momento, sino seguir creciendo como equipo y poner en práctica cosas nuevas.

De repente, una luz iluminó la habitación. Alguien le estaba llamando. Cogió su teléfono y, al leer el nombre de la persona que le llamaba en la pantalla, frunció ligeramente el ceño.

—¿Va todo bien? —susurró Suga.

—Sí. Tengo que cogerlo —Daichi se puso en pie e, intentando hacer el menor ruido posible, salió de la habitación para no molestar al resto—. Moshi moshi.

—¿Daichi? —la voz de Noa sonaba inocente.

—¿Estás bien? —peguntó Daichi preocupado.

—Sí, estoy bien. Es solo... Solo quería hablar contigo. Me preguntaba si lo estaríais pasando bien en Tokyo.

Al principio, Daichi pensó que Noa le llamara, sobre todo a esas horas, pero, tras unos segundos, sonrió.

—Sí, aunque estoy agotado. ¿Cómo va todo por allí?

—¡Oficialmente estamos viviendo ya juntos! Mi padre quería celebrarlo este fin de semana, pero lo dije que debíamos esperar a que regresaras.

—Qué raro... —Daichi se rascó la nuca, aunque Noa no podía verle— Me tendré que acostumbrar a vivir ahora con una chica.

—¡Eh! ¿Y qué tiene de malo? Soy la compañía perfecta. Me querrás mucho.

—Ya lo veremos, especialmente cuando te adueñes del baño por la mañana.

—Sí, claro, ¿y tú, qué? ¡A lo mejor roncas cuando duermes!

—¿Qué? ¡Eso no lo sé! —Noa rió y Daichi sonrió. Los dos guardaron silencio durante unos segundos— Hinata y Kageyama están aquí.

—¿¡En serio!? Qué alivio. ¡Me alegro mucho por ellos!

—Están disfrutando muchísimo la experiencia. Ya sabes cómo son esos dos —Noa emitió una risita—. ¿Y tú? Hinata me dijo que ibas a dejar el equipo.

—Bueno... Hinata tenía razón, pero finalmente me quedo en el equipo. ¡Eso me recuerda que tengo un notición! ¡Vamos a Tokyo en tan solo unas horas! Jugaremos un partido contra la Academia Itachiyama.

—¿Qué?

—¡Y vienen con nosotras las de tercero! ¡También tenemos una entrenadora ahora! Y un manager, supongo...

—¿Pero en qué momento ha sucedido todo eso? —Daichi parpadeó confuso. La última vez que habían hablado, Noa estaba todavía asumiendo su papel como punta receptor. Todo parecía normal, pero entonces Hinata le había contado que Noa no se lo estaba pasando bien jugando al volleyball, pero, en cambio, ella le estaba diciendo justo lo contrarío.

—Todo ha ido muy rápido. Por lo visto, las de tercero no es que regresen al equipo, pero eso ya lo veremos. Es una larga historia. Ya te lo contaré todo con calma en casa.

—En casa... —repitió Daichi— Me gusta como suena eso —sonrió—. Por cierto, ¿cuánto tiempo os vais a quedar en Tokyo?

—Solo mañana.

—Vaya... Qué paliza.

—Lo sé —Noa suspiró—. En fin, tengo que colgar porque estoy en casa de Mayu, pero me alegro de haber hablado contigo.

—Sí, yo también —respondió, no atreviéndose a preguntar qué diablos hacía en casa de la líbero.

—Buenas noches, Daichi.

—Buenas noches.

Daichi se quedó mirando la pantalla de su móvil unos segundos más, aunque Noa ya había colgado. Sin darse cuenta, una enorme sonrisa se había dibujado en su rostro. Finalmente, regresó a la habitación. Todos parecían estar ya dormidos, aunque el chico estaba convencido de que en realidad estaban fingiendo.

—Suga —susurró, intentando averiguar si el colocador estaba todavía despierto. El chico respondió con un sonido—. Recuérdeme mañana que hable con Ukai-san. Es importante —Daichi cerró sus ojos, pero Suga los abrió de par en par. El colocador se incorporó para quedar sentado sobre el futón y miró a Daichi con sorpresa. ¿Con quién demonios había estado hablando por teléfono?

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