Primeras impresiones

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Estoy ridícula, pensó mientras se miraba en el espejo por cuarta o quinta vez aquella mañana. Noa no estaba acostumbrada a llevar uniforme. Siempre pensó que era una forma de no dejar que los alumnos mostraran su verdadera personalidad a través de la ropa, así que aquello no le gustaba en absoluto. Cogió su teléfono y se hizo una foto rápidamente frente al espejo. Sabía que iba a arrepentirse de aquello, pero Lizzie le había pedido una foto. Sería objeto de muchas burlas por parte de su amiga, pero como se lo había pedido, lo hizo igualmente.

Mierda, pensó al consultar la hora. Se había levantado pronto porque quería llegar puntual a su primer día a la preparatoria Karasuno, pero no estaba siendo capaz de cumplir el horario que se había propuesto seguir para aquel día. Bajó las escaleras de dos en dos y entró a la cocina, donde se bebió un vaso de leche de un trago y, a continuación, se metió como pudo una tostada en la boca. Su padre, quien estaba sentado en la mesa, la miraba atónito.

—Tengo que irme. No quiero llegar tarde —pronunció con la boca llena de comida. Furihata Hayate abrió la boca para desearle suerte, pero su hija ya había salido de la cocina, así que suspiró con resignación. Era imposible para él entenderla.

Noa se cargó al hombro su mochila, donde guardó su bento, y salió de la casa apresuradamente.

Hacía un día estupendo. El sol brillaba y la temperatura era muy agradable. Suspiró mientras caminaba al instituto, pero se detuvo al darse cuenta de que dos personas caminaban delante de ella y conocía a una de ellas. Era el chico rubio de gafas que había visto en su primer día en Japón. El otro muchacho no era tan alto y su pelo tenía cierto tono verdoso.

Noa dudó. Por ridículo que pudiera parecer sus piernas se movían más lentas de lo que deberían. Tenía prisa, pero le daba vergüenza adelantar a los dos chicos. Estúpido, ¿verdad? Pero haciendo lo que hacía también parecía que los estuviera siguiendo. Se sintió estúpida por preocuparse tanto por lo que otros pensaran, pero, por primera vez, no deseaba destacar, así que decidió que la mejor decisión era seguir caminando tras ellos.

Los dos chicos caminaban en silencio, probablemente porque el rubio, que vivía en su misma calle, estaba escuchando música en unos enormes cascos de color blanco. Noa enarcó una ceja. No podía entender por qué hacía eso si tenía compañía. Menudo idiota, pensó. Y, tal y como si pudiera oír sus pensamientos, el rubio giró ligeramente su rostro para mirar por encima de su hombro y clavar sus ojos en ella. Noa dio un respingo y sintió escalofríos. En aquel momento llegó a la conclusión de que, si algún día se conocían, no se levarían bien.

El otro chico terminó por percatarse de su presencia. Por unos segundos, se detuvo, pero, al descifrar la expresión interrogante del pecoso, dio un pequeño respingo, sintiendo cómo sus mejillas se sonrojaban. Avergonzada por haber sido descubierta, Noa hizo una pequeña reverencia y comenzó a caminar más rápido, pasando al lado de ambos casi corriendo.

—¿Quién es? No la he visto nunca —Yamaguchi la observó alejarse—. Debe de ser nueva.

Tsukishima se encogió de hombros. Metió las manos en los bolsillos y siguió caminando sin dar réplica. Sin embargo, sus labios se curvaron ligeramente hacia arriba. La cosa se ponía interesante.

—Vamos, Yamaguchi.

—Oh... Sí. ¡Espérame, Tsukki! —gritó al ver que su amigo se marchaba sin él.

...

Una vez los perdió de vista, Noa disminuyó el ritmo y suspiró de alivio. Desde luego que aquella no era la mejor forma de empezar el día. ¿Por qué demonios había reaccionado de esa manera? Debería haber actuado más natural, no como si hubiera cometido un crimen.

Haikyuu!!: Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora