Sueño de nunca acabar

889 103 21
                                    

Jiro miró a su amigo, implorándole algo de ayuda por su parte, pero Watanabe Nagisa ni siquiera se inmutó, incluso a pesar de que sus narices se rozaban por la cercanía del muchacho. Se comparaba igual de indiferente que siempre.

—Estás demasiado cerca —pronunció finalmente.

Jiro suspiró y dio un paso hacia atrás, dándole algo de espacio.

—¡Vamos, Nagi-chan! ¡Necesito tu ayuda!

—Te lo dije, Jiro-kun, que estabas metiéndote donde no te llamaban. Lo que has hecho es inexcusable, así que tienes que aceptar ahora las consecuencias. No me hagas formar parte de esto.

Jiro chasqueó la lengua. Su mejor amigo usaba un lenguaje demasiado complicado para él. Entendía más o menos lo que quería decir, pero se rascó la nuca incómodo.

—Sabes que solo accederán a escucharme si tú vienes conmigo. Deberías hablar en mi lugar.

—No me uses como si fuera un juguete —Nagisa cogió su mochila y se dirigió hacia la puerta para abandonar el aula. Jiro le siguió de cerca, intentando todavía persuadirlo.

Cuando los dos salieron de la clase, descubrieron a varias chicas intentando espiarlos. Y, aunque Nagisa hizo como si no sucediera nada, para Jiro no había pasado desapercibido. Todas emitieron risitas juguetonas. Jiro, en cambio, miró a su amigo de reojo, porque a veces se cuestionaba qué es lo que veían las chicas para encontrarlo tan atractivo.

Watanabe Nagisa tenía su misma edad. Estaba en segundo curso y ya era vicepresidente del Consejo Estudiantil. Todo el mundo en Karasuno lo conocía, especialmente las chicas. Era alto y delgado y, aunque no le gustaba el deporte, tenía un cuerpo bastante bien trabajado. Su pelo era de un tono rubio claro y sus ojos de color ámbar. Era guapo y, desde que Jiro había tenido uso de memoria, su amigo había sabido ganarse sin ni siquiera esforzarse el corazón de cualquier mujer, chica o niña, daba igual la edad.

Jiro y Nagisa se conocieron cuando iban al jardín de infancia. Sus padres, que eran vecinos, se terminaron haciendo amigos, así que Jiro pasaba la mayor parte del tiempo con Nagisa. Mientras Jiro era un niño muy activo, Nagisa era todo lo contrario. Era muy tranquilo. Y ninguno de los dos habían cambiado ni un poco durante todos esos años.

Jiro no tenía amigos, solo Nagisa. Solo se tenían el uno al otro, aunque Jiro era mucho más abierto de mente sobre hacer amigos, pero eso convertía a Jiro en la persona que más y mejor conocía a Nagisa. Todas las chicas en el Karasuno soñaban con salir con Watanabe Nagisa, incluso algunas eran lo suficientemente valientes como para haberle pedido salir, pero la respuesta del chico siempre era la misma: no. Era muy brusco a veces, tanto que Jiro sentía pena por esas pobres chicas. Nagisa solía decirle que las rechazaba porque su vida era perfecta tal y como estaba, pero Jiro sabía que, en realidad, las rechazaba porque su amigo buscaba en ellas algo en particular, aunque él todavía no lo supiera. Podía tener todas las chicas que quisiera y, en cambio, no se aprovechaba de la situación. Quizás es que la adecuada no había aparecido todavía

—Sé que no te gusta que te lo diga, pero es evidente que tienes encanto. Si te ven a mi lado, dirán que sí sin ni siquiera pensarlo con detenimiento —le insistió Jiro.

—No me uses para tu propio beneficio.

—Bueno, en realidad no siempre me funciona. Ayer le hablé a Furi-chan de ti, le dije que era tu amigo, así os podría presentar —Nagisa miró de reojo a su amigo. Parecía escéptico, pero Jiro siguió hablando—. Lo sé, hice mal. Debería dejar de usarte como cebo, pero no te lo vas a creer. No sabía quién eras. De hecho, pensaba que eras una chica.

Nagisa paró de inmediato, lo que hizo sonreír a Jiro de medio lado. Había captado finalmente su atención, pero la respuesta no fue lo que en realidad esperaba.

Haikyuu!!: Una historia diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora